El domingo, un atentado contra la iglesia de San Pedro y San Pablo en plena celebración de la misa causó al menos 26 muertos, un ataque que atizó de nuevo la cuestión de la convivencia en un país marcado por los conflictos intercomunitarios.
Para Boulos Halim, portavoz de la Iglesia copta, "los programas escolares, algunas plataformas (religiosas) y la falta de una corriente clara" son algunos de los factores que han provocado esta violencia.
Cuatro sospechosos fueron rápidamente detenidos pero, según él, la respuesta de las autoridades tiene que ser más profunda frente a un mal que corroe la sociedad egipcia desde décadas.
"La policía y el ejército nunca han sido capaces de eliminar el terrorismo", afirma, convencido de que esta lucha tiene que ir acompañada de una reflexión colectiva.
El ataque del domingo, reivindicado por el grupo yihadista Estado Islámico (EI), es el segundo de este tipo desde 2011, en un país de mayoría musulmana donde los cristianos se quejan de estar discriminados.
Los coptos, que representan cerca de 10% de los 90 millones de egipcios, se consideran marginados, tanto en el sistema educativo como en las instituciones públicas.
Mina es un treintañero que dice que "no olvidará jamás" el día en que un joven de su equipo de fútbol le arrancó su collar y su crucifijo y luego lo pisoteó.
Según Boulos Halim, la violencia contra los cristianos empezó en los años 1970, cuando el presidente Anuar el Sadat favoreció a los islamistas frente a los opositores socialistas.
Los ataques, sobre todo en las zonas rurales, continuaron después del asesinato de Sadat a manos de yihadistas en 1981, que catapultó al vicepresidente Hosni Mubarak al poder.
Más recientemente, los coptos han tenido que lidiar con los extremistas islamistas, para quienes son como extranjeros y ciudadanos de segunda.
Para algunos, la discriminación empieza en la escuela, donde las clases de religión son obligatorias, pero separadas para cristianos y musulmanes.
En las clases de árabe, los cristianos aprenden de memoria versículos del Corán. A los estudiantes musulmanes se les enseña el cristianismo a través de una visión islámica.
"No aprenden nada sobre mi religión", se lamenta Peter. Este treintañero copto, que requiere el anonimato, asegura que se fue de Egipto por culpa del sectarismo.
Según el portavoz copto, las autoridades públicas y las instituciones religiosas tendrían que lanzar un proyecto nacional de sensibilización para luchar contra la plaga de la discriminación.
Tras la caída del poder de Mubarak en 2011, los coptos sufrieron nuevos ataques que causaron decenas de muertos en enfrentamientos comunitarios.
Bajo el mandato del presidente islamista Mohamed Mursi, los fundamentalistas incitaron ataques contra los cristianos. Después de su derrocamiento por el ejército en 2013, sus partidarios atacaron decenas de iglesias y propiedades cristianas, acusando a los coptos de estar del lado del ejército.
Con la destitución de Mursi y la llegada al poder del exjefe militar Abdel Fatah al Sisi un año más tarde, los coptos esperaban encontrar a un aliado contra los peligros del extremismo islamista.
Sisi, que aplicó una brutal represión contra los partidarios de Mursi y libra una lucha contra la insurrección yihadista, se convirtió en el primer presidente egipcio en asistir a una misa de Navidad.
Sin embargo, "esto no es suficiente para cambiar las ideologías", estima Boulos Halim.
En 2016, estallaron nuevos incidentes entre comunidades.
En mayo, musulmanes quemaron los domicilios de familias cristianas y agredieron a una mujer copta después de que se rumoreara que su hijo mantenía una relación con una musulmana.
Para Boulos Halim, portavoz de la Iglesia copta, "los programas escolares, algunas plataformas (religiosas) y la falta de una corriente clara" son algunos de los factores que han provocado esta violencia.
Cuatro sospechosos fueron rápidamente detenidos pero, según él, la respuesta de las autoridades tiene que ser más profunda frente a un mal que corroe la sociedad egipcia desde décadas.
"La policía y el ejército nunca han sido capaces de eliminar el terrorismo", afirma, convencido de que esta lucha tiene que ir acompañada de una reflexión colectiva.
El ataque del domingo, reivindicado por el grupo yihadista Estado Islámico (EI), es el segundo de este tipo desde 2011, en un país de mayoría musulmana donde los cristianos se quejan de estar discriminados.
Los coptos, que representan cerca de 10% de los 90 millones de egipcios, se consideran marginados, tanto en el sistema educativo como en las instituciones públicas.
Mina es un treintañero que dice que "no olvidará jamás" el día en que un joven de su equipo de fútbol le arrancó su collar y su crucifijo y luego lo pisoteó.
Según Boulos Halim, la violencia contra los cristianos empezó en los años 1970, cuando el presidente Anuar el Sadat favoreció a los islamistas frente a los opositores socialistas.
Los ataques, sobre todo en las zonas rurales, continuaron después del asesinato de Sadat a manos de yihadistas en 1981, que catapultó al vicepresidente Hosni Mubarak al poder.
Más recientemente, los coptos han tenido que lidiar con los extremistas islamistas, para quienes son como extranjeros y ciudadanos de segunda.
- Sensibilización -
Para algunos, la discriminación empieza en la escuela, donde las clases de religión son obligatorias, pero separadas para cristianos y musulmanes.
En las clases de árabe, los cristianos aprenden de memoria versículos del Corán. A los estudiantes musulmanes se les enseña el cristianismo a través de una visión islámica.
"No aprenden nada sobre mi religión", se lamenta Peter. Este treintañero copto, que requiere el anonimato, asegura que se fue de Egipto por culpa del sectarismo.
Según el portavoz copto, las autoridades públicas y las instituciones religiosas tendrían que lanzar un proyecto nacional de sensibilización para luchar contra la plaga de la discriminación.
Tras la caída del poder de Mubarak en 2011, los coptos sufrieron nuevos ataques que causaron decenas de muertos en enfrentamientos comunitarios.
Bajo el mandato del presidente islamista Mohamed Mursi, los fundamentalistas incitaron ataques contra los cristianos. Después de su derrocamiento por el ejército en 2013, sus partidarios atacaron decenas de iglesias y propiedades cristianas, acusando a los coptos de estar del lado del ejército.
Con la destitución de Mursi y la llegada al poder del exjefe militar Abdel Fatah al Sisi un año más tarde, los coptos esperaban encontrar a un aliado contra los peligros del extremismo islamista.
Sisi, que aplicó una brutal represión contra los partidarios de Mursi y libra una lucha contra la insurrección yihadista, se convirtió en el primer presidente egipcio en asistir a una misa de Navidad.
Sin embargo, "esto no es suficiente para cambiar las ideologías", estima Boulos Halim.
En 2016, estallaron nuevos incidentes entre comunidades.
En mayo, musulmanes quemaron los domicilios de familias cristianas y agredieron a una mujer copta después de que se rumoreara que su hijo mantenía una relación con una musulmana.