Crystal Llerena se acababa de caer de su hoverboard, un tipo de skateboard eléctrico en el que se avanza de frente, cuando llegó a la emergencia del St. Joseph's Regional Medical Center, un hospital de Paterson, en Nueva Jersey.
El médico de guardia le prescribió Toradol, un antiinflamatorio. Nada fuera de lo común, pero hace unos meses, el doctor se hubiera inclinado por un analgésico a base de opio, los famosos opiáceos.
Desde enero, la emergencia del St. Joseph´s implementó el programa ALTO, que apunta a evitar prescribirlos en los casos en que sea posible.
Cálculos renales, esguinces o dolores lumbares son ahora tratados con lidocaína (anestésica), inyecciones contra el dolor no opiáceas, o ultrasonidos.
El responsable del servicio de urgencia, Mark Rosenberg, habría optado por suprimir completamente los opiáceos, pero aún son indicados en numerosos casos, como en una fractura de fémur o un cáncer en fase terminal por ejemplo, según explicó.
St. Joseph's, cuya emergencia es la más frecuentada del Estado, logró reducir en un 40% la prescripción de opiáceos. "Es un cambio impresionante de nuestras costumbres en materia de prescripción y de nuestra gestión del dolor de los pacientes", subrayó Rosenberg a la AFP.
Estados Unidos recién comienza a reaccionar frente a uno de los problemas más graves de salud pública de su historia.
En 2014, 14.000 personas murieron de sobredosis por abuso de opiáceos, según el Centro de Control de Enfermedades (CDC). Desde 1999, estos potentes analgésicos causaron la muerte de 165.000 personas.
El origen se remonta a los años 90, explicó Andrew Kolodny, responsable médico de la Phoenix House Foundation, red de centros de tratamiento contra las adicciones.
Bajo la influencia de los grandes laboratorios farmacéuticos, pero también de profesionales destacados y autoridades de la salud en ciertos estados, los opiáceos fueron desdiabolizados, con el argumento de que acallaban el dolor, sea cual sea su intensidad.
"Por todos lados, los médicos comenzaron a entender que si eras un especialista ilustrado, con compasión, serías diferente de aquellos doctores amarretes y puritanos del pasado", explicó Kolodny, director ejecutivo de la asociación PROP por un diagnóstico razonable en materia de opiáceos.
"Esto nos condujo a la epidemia que estamos enfrentando hoy en día", sostuvo.
Para curar su rodilla, Crystal Llerena, una muchacha de pelo largo oscuro, se alegra de poder evitar los opiáceos, que llevaron a dos de sus amigas a recorrer un largo camino a causa de los medicamentos prescriptos por un accidente de tránsito.
"Es muy común" ver casos de adicción en los que el origen se remonta al tratamiento de una rodilla rota, una luxación de hombros o la extracción de una muela de juicio, aseguró Kolodny.
"Todas las adicciones comienzan con la primera dosis. Si puedo no darlo, no voy a empujar a los pacientes a la adicción, la dependencia y la espiral de los opiáceos", indicó Rosenberg.
Pero después de veinte años convenciendo de que el dolor no tiene un lugar en los hospitales estadounidenses, hay que reaprender a cohabitar, mientras sea posible.
"Si puedo dormir, caminar, entonces el dolor no será tu enemigo", explicó Rosenberg. "Ese es el objetivo: permitirle funcionar al paciente con el dolor, no eliminarlo completamente".
Para él, el programa ALTO consiste en acompañar al paciente, no solamente en encontrar alternativas a los opiáceos. Esto incluye también a los pacientes a quienes le prescribieron opiáceos, para ayudarlos a salir eficazmente de su tratamiento.
La iniciativa le valió al St. Joseph´s ser una referencia para los hospitales de todo el país, pero también de Turquía, Canadá y Reino Unido.
En enero, la formación sobre los principios de ALTO, que ya ha sido impartida a otros profesionales de salud de Nueva Jersey, será abierta al resto del mundo.
"Hay que hacer algo", aseguró Rosenberg.
El médico de guardia le prescribió Toradol, un antiinflamatorio. Nada fuera de lo común, pero hace unos meses, el doctor se hubiera inclinado por un analgésico a base de opio, los famosos opiáceos.
Desde enero, la emergencia del St. Joseph´s implementó el programa ALTO, que apunta a evitar prescribirlos en los casos en que sea posible.
Cálculos renales, esguinces o dolores lumbares son ahora tratados con lidocaína (anestésica), inyecciones contra el dolor no opiáceas, o ultrasonidos.
El responsable del servicio de urgencia, Mark Rosenberg, habría optado por suprimir completamente los opiáceos, pero aún son indicados en numerosos casos, como en una fractura de fémur o un cáncer en fase terminal por ejemplo, según explicó.
St. Joseph's, cuya emergencia es la más frecuentada del Estado, logró reducir en un 40% la prescripción de opiáceos. "Es un cambio impresionante de nuestras costumbres en materia de prescripción y de nuestra gestión del dolor de los pacientes", subrayó Rosenberg a la AFP.
Estados Unidos recién comienza a reaccionar frente a uno de los problemas más graves de salud pública de su historia.
En 2014, 14.000 personas murieron de sobredosis por abuso de opiáceos, según el Centro de Control de Enfermedades (CDC). Desde 1999, estos potentes analgésicos causaron la muerte de 165.000 personas.
- "Funcionar con el dolor" -
El origen se remonta a los años 90, explicó Andrew Kolodny, responsable médico de la Phoenix House Foundation, red de centros de tratamiento contra las adicciones.
Bajo la influencia de los grandes laboratorios farmacéuticos, pero también de profesionales destacados y autoridades de la salud en ciertos estados, los opiáceos fueron desdiabolizados, con el argumento de que acallaban el dolor, sea cual sea su intensidad.
"Por todos lados, los médicos comenzaron a entender que si eras un especialista ilustrado, con compasión, serías diferente de aquellos doctores amarretes y puritanos del pasado", explicó Kolodny, director ejecutivo de la asociación PROP por un diagnóstico razonable en materia de opiáceos.
"Esto nos condujo a la epidemia que estamos enfrentando hoy en día", sostuvo.
Para curar su rodilla, Crystal Llerena, una muchacha de pelo largo oscuro, se alegra de poder evitar los opiáceos, que llevaron a dos de sus amigas a recorrer un largo camino a causa de los medicamentos prescriptos por un accidente de tránsito.
"Es muy común" ver casos de adicción en los que el origen se remonta al tratamiento de una rodilla rota, una luxación de hombros o la extracción de una muela de juicio, aseguró Kolodny.
"Todas las adicciones comienzan con la primera dosis. Si puedo no darlo, no voy a empujar a los pacientes a la adicción, la dependencia y la espiral de los opiáceos", indicó Rosenberg.
Pero después de veinte años convenciendo de que el dolor no tiene un lugar en los hospitales estadounidenses, hay que reaprender a cohabitar, mientras sea posible.
"Si puedo dormir, caminar, entonces el dolor no será tu enemigo", explicó Rosenberg. "Ese es el objetivo: permitirle funcionar al paciente con el dolor, no eliminarlo completamente".
Para él, el programa ALTO consiste en acompañar al paciente, no solamente en encontrar alternativas a los opiáceos. Esto incluye también a los pacientes a quienes le prescribieron opiáceos, para ayudarlos a salir eficazmente de su tratamiento.
La iniciativa le valió al St. Joseph´s ser una referencia para los hospitales de todo el país, pero también de Turquía, Canadá y Reino Unido.
En enero, la formación sobre los principios de ALTO, que ya ha sido impartida a otros profesionales de salud de Nueva Jersey, será abierta al resto del mundo.
"Hay que hacer algo", aseguró Rosenberg.