Con solo 17 años, esta estudiante de bachillerato de Berga aprendió a pintar tal y como lo hacían los artistas románicos: recogió minerales coloreados en el campo, los convirtió en tintas puras y pintó un imponente pantocrátor.
La semana pasada, su trabajo fue reconocido con uno de los premios para jóvenes investigadores europeos, asignados por la Unión Europea. En concreto, el trabajo de investigación de Sara se situó en segunda posición entre casi 90, ya previamente seleccionados en todos los países comunitarios. Desde 1989, estos premios europeos reconocen la excelencia en la investigación entre estudiantes de institutos. Tras la proclamación de la última tanda de ganadores, se celebra a partir de hoy en Málaga el Congreso de Jóvenes Investigadores del Instituto de Juventud (Injuve, Ministerio de Igualdad), en el cual se escogerán los representantes españoles para la próxima convocatoria europea.
«Desde que acabé el proyecto, ya no miro a los cuadros con los mismos ojos». Así resume Sara el cambio vivido a raíz de su trabajo. La idea le surgió durante una visita al Museo de Geología de la UPC, en Barcelona. Allí se detuvo delante de una vitrina que mostraba unos pigmentos y explicaba los minerales de donde procedían. La idea picó la curiosidad de esta estudiante apasionada de la pintura. Enseguida le propuso a su tutora, Montserrat Gorchs, del IES Guillem de Berguedà, hacer el trabajo de investigación del bachillerato sobre este tema.
PASIÓN POR LA GEOLOGÍA /«La geología es una pasión que compartimos –explica Montserrat Gorchs–, por lo que la propuesta de Sara me encantó». La idea era muy sencilla, en apariencia: reproducir el pantocrátor del retablo de la iglesia de Sant Andreu de Sagàs. Pero no con la tecnología moderna, sino reconstruyendo paso a paso la obra de los antiguos pintores. «Mi tesis es que los artistas se aprovisionaban con los recursos minerales que tenían a su alcance en la comarca», explica Sara.
Para averiguarlo, y tras leer unos cuantos libros sobre arte románico, Sara y su tutora salieron a la exploración de los recursos mineros del Berguedà: azurita para el azul, goethita para el ocre, malaquita para el verde, etcétera. «Fueron excusiones muy divertidas –recuerda Sara–. Cada vez que encontraba una piedra me sorprendía. Es increíble cuántos colores se esconden en la tierra».
SOLO FALTABA EL CINABRIO / Poco a poco, Sara localizó todos los minerales que necesitaba para su pintura menos uno, el cinabrio, el pigmento del rojo. «El yacimiento más cercano está en Ciudad Real, pero es posible que los pintores del Berguedà se aprovisionaran incluso de fuentes más lejanas», explica la estudiante. Tras acabar la recogida, las muestras viajaron hasta el Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid, donde un análisis con difracción de rayos X confirmó que la identificación de los minerales era correcta.
Una vez concluida la primera fase, fabricó los colores con la técnica del temple de huevo, cuenta Sara. Consiste en triturar la piedra, purificar el polvo y mezclarlo con agua, barniz natural y yema de huevo. También el retablo fue preparado según la tradición medieval: yeso de la comarca y blanco de España expandidos encima de la madera. Ya solo quedó desplegar las habilidades artísticas para obtener una copia fidedigna de la pintura original.
«En este proceso constaté cuán estrecho es el enlace entre ciencia y arte», comenta Sara. «El mérito es todo suyo», puntualiza Montserrat Gorchs, preguntada por su dedicación como tutora. «Ha descubierto la pasión por aprender –explica– y esto es lo máximo para un profesor».
La semana pasada, su trabajo fue reconocido con uno de los premios para jóvenes investigadores europeos, asignados por la Unión Europea. En concreto, el trabajo de investigación de Sara se situó en segunda posición entre casi 90, ya previamente seleccionados en todos los países comunitarios. Desde 1989, estos premios europeos reconocen la excelencia en la investigación entre estudiantes de institutos. Tras la proclamación de la última tanda de ganadores, se celebra a partir de hoy en Málaga el Congreso de Jóvenes Investigadores del Instituto de Juventud (Injuve, Ministerio de Igualdad), en el cual se escogerán los representantes españoles para la próxima convocatoria europea.
«Desde que acabé el proyecto, ya no miro a los cuadros con los mismos ojos». Así resume Sara el cambio vivido a raíz de su trabajo. La idea le surgió durante una visita al Museo de Geología de la UPC, en Barcelona. Allí se detuvo delante de una vitrina que mostraba unos pigmentos y explicaba los minerales de donde procedían. La idea picó la curiosidad de esta estudiante apasionada de la pintura. Enseguida le propuso a su tutora, Montserrat Gorchs, del IES Guillem de Berguedà, hacer el trabajo de investigación del bachillerato sobre este tema.
PASIÓN POR LA GEOLOGÍA /«La geología es una pasión que compartimos –explica Montserrat Gorchs–, por lo que la propuesta de Sara me encantó». La idea era muy sencilla, en apariencia: reproducir el pantocrátor del retablo de la iglesia de Sant Andreu de Sagàs. Pero no con la tecnología moderna, sino reconstruyendo paso a paso la obra de los antiguos pintores. «Mi tesis es que los artistas se aprovisionaban con los recursos minerales que tenían a su alcance en la comarca», explica Sara.
Para averiguarlo, y tras leer unos cuantos libros sobre arte románico, Sara y su tutora salieron a la exploración de los recursos mineros del Berguedà: azurita para el azul, goethita para el ocre, malaquita para el verde, etcétera. «Fueron excusiones muy divertidas –recuerda Sara–. Cada vez que encontraba una piedra me sorprendía. Es increíble cuántos colores se esconden en la tierra».
SOLO FALTABA EL CINABRIO / Poco a poco, Sara localizó todos los minerales que necesitaba para su pintura menos uno, el cinabrio, el pigmento del rojo. «El yacimiento más cercano está en Ciudad Real, pero es posible que los pintores del Berguedà se aprovisionaran incluso de fuentes más lejanas», explica la estudiante. Tras acabar la recogida, las muestras viajaron hasta el Museo Nacional de Ciencias Naturales, en Madrid, donde un análisis con difracción de rayos X confirmó que la identificación de los minerales era correcta.
Una vez concluida la primera fase, fabricó los colores con la técnica del temple de huevo, cuenta Sara. Consiste en triturar la piedra, purificar el polvo y mezclarlo con agua, barniz natural y yema de huevo. También el retablo fue preparado según la tradición medieval: yeso de la comarca y blanco de España expandidos encima de la madera. Ya solo quedó desplegar las habilidades artísticas para obtener una copia fidedigna de la pintura original.
«En este proceso constaté cuán estrecho es el enlace entre ciencia y arte», comenta Sara. «El mérito es todo suyo», puntualiza Montserrat Gorchs, preguntada por su dedicación como tutora. «Ha descubierto la pasión por aprender –explica– y esto es lo máximo para un profesor».