Por Néstor Martínez
Editor Trazos Culturales
“Un mes después de haber emigrado a Hamburgo, el 24 de agosto, conquistaba en el Conservatorio su primer triunfo. Entonces el profesor de violín exclamó ante sus alumnas: ‘Será una pianista de fama mundial’”. Esta es una cita de la reseña que el 9 de julio de 1930 publicó el Diario de Centro América en Guatemala, sobre el viaje a Alemania para estudiar música en el Conservatorio de ese país que hizo Angelita García Peña, nota aparecida originalmente en la revista salvadoreña ya desaparecida “Excelsior”.
Nacida en San Salvador, el 26 de octubre de 1900, hija de Tomasa Peña y de Don Miguel Ángel García, “hombre benemérito de letras”, los dones musicales de Angelita García Peña, se manifestaron a temprana edad.
“Al nacer este siglo, del Olimpo bajaron las musas bañadas en las milagrosas aguas de las fuentes de Castaglia para festejar la llegada a la tierra de una niña, que con sonidos y cadencias daría sorpresas gratas. Euterpe coronada de flores y rodeada de instrumentos musicales, seguida de Erato y Tempsícore, musas de la música la poesía amatoria y de la danza, con sus cítaras y liras se adelantaron para ungirla con sus dones y para proteger sus manos. Éstas, como liras de cinco cuerdas, recibieron el embrujo de la interpretación musical. Apolo, sonriente, le brindó el fuego viviente del arte y en aquel cuerpo blando se plasmó el milagro”, así describe sus dotes musicales Mercedes Martí de Luarca.
Estudió piano a muy corta edad, ya a los 14 años sorprendía con sus ejecuciones de Chopin, Schubert, Litz, bajo la mano del maestro Antonio Guianoli. A los 16 años fue presentada en los escenarios de los teatros de San Salvador, maravillando al auditorio.
1932 fue al año de su consagración, ya que ofreció conciertos en Centroamérica, destacando los que ofreció en los Teatros Principal de Santa Ana y Nacional de San Salvador.
Como solista fue acompañada por la Sociedad Orquestal Salvadoreña, que dirigía el Maestro Guianoli, y fue elevada a la categoría de Gran Artista Nacional, considerándola la exponente más grande en el piano de El Salvador.
Fue solista destacada de la Orquesta de la Banda de los Supremos Poderes, bajo las batutas de Paul Müller, Huttenrauch y Muñós Ciudad Real.
“Angelita ejecutaba con limpieza, claridad y soltura, con ímpetu soberano de artista que sabe sentir. Sus manos respondían admirablemente con el dedo ágil, con fuerza bien distribuida y adecuada. Las escalas se oían como chorros de perlas en ánforas de cristal, los arpegios correctos, puros y vibrantes. Ligando con dulzura, destacando con perfección los acordes haciéndolos sentir con el atinado aseo de los pedales. Sus manos parecían deslizarse en el teclado como la caricia embriagadora del Hada Armonía. Su alma en la que el ritmo se desmadejaba en sedas, oros y tenues nácares de perlas, en la onda de sonidos parecía una mariposa de cristal y fuego vagando sobre un piélago de plata”, escribieron los críticos de la época.
De su éxito en Alemania, junto a Don Miguel Pinto, reseñaba el Diario Latino el 9 de julio de 1930:
«Triunfos artísticos conquistados por dos salvadoreños en la ciudad de Berlín, Alemania
Radio telegramas publicados por la prensa de esta capital, nos dicen de los grandes triunfos artísticos conquistados por dos salvadoreños de legítima estirpe en Berlín, Alemania. Ellos son Don Miguel Pinto, Decano de los periodistas salvadoreños, Director del Diario Latino, y Angelita García Peña, pianista muy conocida en este país y en los círculos artísticos sociales y de Berlín.
Con motivo de la clausura del Primer Congreso de Estudiantes Hispanoamericanos, el 17 de julio pasado, en el suntuoso edificio del Teatro de la Ópera Kroll, fue cantado el “Himno Continental de la Raza”, compuesto por Don Miguel Pinto, desatando una verdadera tempestad de aplausos “que parecía no acabar aquella noche en perjuicio evidente del resto del programa”.
Y Angelita García Peña interpretando una pieza maya “oyó aquella noche los aplausos y ovaciones más estruendosas que habrá oído hasta hoy y tal vez logre oír en lo porvenir”.
Legítimo orgullo de ser para todo salvadoreño bien nacido, el triunfo de estos dos prestigiados artistas salvadoreños que tan elevadamente ponen el nombre de la Patria en tan lejanas como civilizadas tierras de Europa.
Enviamos a Don Miguel Pinto y a Angelita García Peña, Nuestras más sinceras felicitaciones por sus resonantes triunfos artísticos, triunfos que pro ser conquistados noblemente en Alemania, el país de las esplendorosas tradiciones artísticas, constituyen verdaderas consagraciones que ningún salvadoreño que sepamos, haya hoy ha sabido alcanzar».
En 1934 sus conciertos por la radio de Berlín eran anunciados en la prensa local por la RCA Victor. Ofreció conciertos en varias ciudades alemanas. Regresa a El Salvador en 1938 por breve tiempo, en el que ofreció conciertos en el Teatro Nacional, para regresar a Alemania y continuar con sus estudios.
Realiza una gira artística por Europa de la que hacen eco notas periodísticas de Holanda, Bélgica, Viena, España, entre otros países. También ofrece conciertos en México y Estados Unidos.
En la Fiesta de la Raza, mencionada en el artículo de Diario Latino, se presentó vestida de nativa salvadoreña, y supo combinar la música clásica con la música vernácula salvadoreña y latinoamericana. Ya en El Salvador trabaja en la divulgación de la música entre soldados, obreros, pueblo y la intelectualidad salvadoreña.
“Adentrando en esa alma hallareis a la virtuoso enamorada de su arte, al que se ha consagrado, pudiéramos decir, casi sin esfuerzos, que lo alucinante de su vocación salvó los escollos que profesión tan delicada tanto ha menester. Su conocimiento de la literatura de la técnica musical, no exigido sino intuido para nosotros, su charla florida donde los nombres de los grandes maestros del arte saltan como chispas de una llama inextinguible conforta la ignorancia crasa de las celebridades de mentiras”, según el Diario de Centro América.
Angelita García Peña bautizó con el nombre de “Atlahunca” su piano Grotrian Steinweg fabricado en Alemania, en el que pasaron diversidad de piezas desde las creadas por María de Baratta, de Angelita, pasando por las del guatemalteco Don Jesús Castillo, del nicaragüense Delgadillo, hasta llegar a los grandes consagrados de la música.
A la fiesta en que presentó su querido “Atlahunca” ejecutaron diversas piezas musicales junto a Angelita, María de Baratta, Carmen Marchessini, Ester Santamaría, los maestros Müller y Guianoli, cantó trozos de ópera de Consuelo de Cabrera, además destacados poetas recitaron poesía.
De sus famosas veladas musicales el Excelsior escribe, cuando partió en 1928 para Alemania: “Grande fue el vacío que nos dejó. Desde entonces murieron aquellas hermosas noches de arte que nos prodigó sin reservas; conciertos en beneficio del Manicomio, de los obreros, del deporte nacional, etcétera, o bien colaborando en veladas de beneficencia o escolares”.
Su intelecto lo manifestó también como historiadora, al igual que su padre, y escribe el libro “Documentos para la historia de la guerra nacional contra los filibusteros en Nicaragua”, un libro que merece divulgarse.
Angelita García Peña, luego de una vida de éxitos nacionales, centroamericanos y mundiales, en el que llevó el nombre de El Salvador por los grandes escenarios mundiales del arte musical, y de recibir diversos galardones y reconocimientos, fallece el 27 de diciembre de 1961.
A 47 años de su muerte, sus amigos, familiares y admiradores buscan apoyo parta que su tumba sea declarada Monumento Nacional, como homenaje póstumo a esta gran artista salvadoreña.
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Artículo escrito con apoyo de:
– Un escrito de Mercedes Martí de Luarca.
– Recortes de Diario Latino, El Salvador.
– Recorte de Diario de Centro América de Guatemala.
– La Prensa Gráfica.
– Revista Excelsior.
facilitados por la familia de Angelita García Peña.