Situada en la Bahía Fildes en la Isla Rey Jorge, la pequeña localidad posee agencia de correos, un banco, e inclusive una escuela para los seis niños de la localidad.
Esta villa antártica forma parte de la base chilena Presidente Eduardo Frei, en el archipiélago Shetland del Sur. Inagurada en 1984, tiene poco más de diez casas, y también un almacén, un centro comercial y un gimnasio.
Los residentes son en su mayoría las familias de los militares de la base aérea chilena.
Poco a poco, han ido adaptándose a las rigurosas condiciones del clima antártico y han aprendido a convivir con la exótica fauna de la región, como los pingüinos papúa, con sus característicos pico y patas anaranjados.
"Vivir acá es entretenido comparado con el continente. La parte difícil es pasar muchos días encerrado. Por ejemplo, el invierno pasado estuvimos ocho días sin salir de la casa por el viento y la nieve", contó a la AFP José Carrillán Rosales, director y maestro de la escuela.
Residir allí también exige organización. El mercado local abre apenas dos veces a la semana y no tiene mucha variedad de productos.
Los residentes tienen que traer y almacenar artículos de higiene personal, como jabón y dentífrico, así como los alimentos, que deben ser congelados.
Hace dos años que Rosales, originario de Chillán, 450 km al sur de Santiago, vive en este pueblo antártico con su mujer, también maestra en la escuela, y sus dos niños.
En Chillán, la temperatura puede alcanzar los 38ºC en verano. En la Antártida, en invierno puede caer casi 80 grados, hasta unos -40ºC en invierno.
Pero Rosales está contento.
"Acá la vida es tranquila, uno no se preocupa con robos, con el tráfico. Además, allá en el continente uno ve al hijo a la hora del almuerzo y en la noche. Acá yo estoy con ellos todo el día", contó.
- Escuela polar -
Pese al inhóspito ambiente, muchos chilenos quieren vivir en la Antártida. Para un maestro, el sueldo puede ser cinco veces mayor que en el continente.
"Para venir acá, se hace un concurso nacional. Todos los profesores que quieren venir y que cumplen los requisitos pueden postular", contó a la AFP María Cristina Hernández, esposa de Rosales.
"El primer requisito es que ambos sean profesores y casados. Piden muchas cosas en el currículum, master, licenciatura, experiencia por lo menos de un año trabajando", relató.
No se aceptan candidatos solteros, explicó, porque los seleccionados tendrán que dividir una única casa.
Por la escuela, creada en 1985, han pasado 290 niños, hijos de oficiales de la fuerza aérea chilena y de los profesores y funcionarios que trabajan aquí. Actualmente hay seis alumnos.
Josefina Opaso, de nueve años, es hija de un oficial de la fuerza aérea chilena y de una empleada del pequeño centro comercial del pueblo.
"Es fascinante vivir en un lugar que casi nadie puede venir a ver. También es un desafío, porque para vivir acá uno tiene que salir siempre muy abrigado, a veces no se puede salir afuera por las ventiscas. Es la parte difícil de vivir aquí en la Antártida", contó a la AFP la avispada pequeña.
Además de las ventajas financieras, vivir nuevas experiencias es un atractivo más para los chilenos que residen en el pueblo.
Francisco Fuentes, de 62 años, es el gerente de la única agencia del banco BCI en el pueblo.
Casado hace 37 años, con dos hijos mayores, dejó su familia en Chile para convertirse en el único funcionario del banco que funciona diariamente.
Allí, sus cerca de 80 clientes -que trabajan en bases chilenas, como en Frei y en la vecina Gobernación Antártica Marítima chilena - pueden retirar pesos chilenos, hacer transferencias, cambiar dólares y hacer inversiones.
"Lo que me gusta hacer aquí son cosas impensables cuando yo vivía en el continente, como volar en helicóptero sobre los glaciares", contó Fuentes, que gana en la Antártida un 120% más de lo que ganaba en Chile.