Bruno Pinasco
"Cinescape es todo. Es mi vida al 80%”, nos dice Bruno Pinasco, el conductor de Cinescape, programa que hoy celebra sus diez primeros años.
Está en la tele desde niño. ¿Tuvo alguna crisis vocacional?
Tuve una, no crea que fue tan fácil. Sucede que no sabía a qué rubro meterme: me gustaba la publicidad, pero también quería hacer cine, pero justo cuando acabé el colegio, América me dijo “ven pa’cá” (risas).
¿Le pagaban en el Triki Trak?
Claro. Desde los 10 años, cuando entré, me pagaban un sueldo. ¿Explotación infantil? No, yo lo hacía con gusto y, además, me gustaba ganar mi plata. Al inicio era parte de un elenco de un concurso para niños. Después hacía de todo: jalaba cables, movía la utilería, ponía las pelotitas, inflaba los globos, traía a los concursantes, etcétera. Me encantaba porque era muy artesanal, sin la tecnología de hoy.
¿Hoy la distancia entre la forma de hacer televisión en el Perú y EE.UU. es así de grande?
La distancia es más corta. Pero, igual, uno no deja de deslumbrarse en Hollywood. Hace poco llevé a mi papá a los estudios Warner y quedamos alucinados. La tecnología es increíble. ¡Cuando empezamos Cinescape no había DVD!
¿En el Triki Trak aprendió que en la tele todo está permitido menos aburrir?
Claro. Pero recordemos que, por entonces, solo había tres canales y la competencia era menor porque no había ni cable. Recuerdo que cuando iba a ofrecer Cinescape a los gerentes de las televisoras, estos me decían: “Los programas de cine son aburridos, no son comerciales, son para intelectuales y no venden”. Tenían el concepto errado de que todo era muy esquemático, muy aburrido. Nosotros quisimos darle la vuelta a ese viejo formato con un programa superaudiovisual, superdinámico y superdidáctico. Igual hemos cambiado: hacemos más notas y todas más cortas, bombardeando información porque hoy todo es más vertiginoso.
¿Cuántas películas ve a la semana?
No veo el cine como obligación. Voy al cine porque me gusta. Me place ir, comprar mi canchita, esperar en la sala, sentir la emoción cuando las luces se apagan. Yo sigo viendo el cine como lo veía de niño. ¿Si voy todos los días? No, alguna vez lo hice. Y tampoco veo todas las películas de las que hablamos en el programa.
¿Lo intenta?
No. Yo sigo manteniendo mi posición de cinéfilo: no hacemos ni crítica ni análisis ni recomendamos nada directamente. Nunca me va a escuchar decir: “Vaya a ver esta cinta porque es buenísima”.
¿Por qué se controla y no recomienda sus películas favoritas?
Por más que el erudito diga “vayan a ver esa cinta”, la gente hace lo que le da la gana. Nunca les he hecho caso a las estrellitas de los diarios. Puedo leer, entender y hasta compartir una crítica, pero como cinéfilo nunca me he dejado influenciar por ella.
¿Qué género prefiere?
Me gusta mucho el cine fantástico, filmes tipo Star Wars, El Señor de los Anillos. También me gusta el cine de época: si hay una película ambientada a finales del siglo XIX, allí estoy de cabeza. Yo no veo una cinta porque ganó diez Oscar, voy al cine a relajarme… y puedo pasarla muy bien con películas tontas. Cuando voy al cine me quedo como zombi, puede caerse el mundo a mis espaldas y sigo atrapado en la pantalla.
Imagino que le molesta que la gente hable en el cine…
Soy de los que hablan durante la película (risas). Sin embargo, me molesta que la gente conteste el celular o que un bebé llore en una cinta para adultos. Eso sí, soy maniático en cosas como ir a funciones con poca gente, en entrar primero a la sala, en escoger el mejor asiento (de la mitad para atrás, en el centro), etcétera. El cine es uno de los últimos lugares al que uno puede ir con su familia… pero también permite la soledad, porque muchos, como usted, prefieren ir solos.
¿Es de los que dice “no leí el libro pero vi la película?
(Ríe). Pero también me ha pasado lo contrario.
¿Ve mucha televisión?
Casi nada. Y si lo hago, veo programas locales, pues también soy productor y debo ver los programas que se están haciendo acá. Mis amigos están pegados con Lost, con House y yo veo Al fondo hay sitio (risas).
¿Hay algún DVD pirata en su casa?
No, puede enviar a Indecopi a revisar (ríe).
A Lima no llegan muchas de las películas que se hacen en cinematografías distintas a las de Hollywood, solo queda la opción del DVD pirata…
(Duda). Sí, pues, si usted es un cinéfilo, qué puedo hacer. En mi caso, yo ni siquiera hago descargas. Me parece inconcebible ver una película pixeleada en una pantalla de 15 pulgadas. Lo mío, además, es una cuestión estética. Me gusta el cuidado con el que casi siempre se hace un original.
¿Cómo se siente con los divos, con las estrellas de cine?
Por haber crecido entre gente famosa, sé que quienes nos dedicamos a esto no somos convencionales. Ser una persona pública te cambia la percepción de la vida. ¿Se imagina lo difícil que debe ser Tom Cruise o Julia Roberts? Igual nada justifica que se sea grosero, malcriado o déspota.
Está en la tele desde niño. ¿Tuvo alguna crisis vocacional?
Tuve una, no crea que fue tan fácil. Sucede que no sabía a qué rubro meterme: me gustaba la publicidad, pero también quería hacer cine, pero justo cuando acabé el colegio, América me dijo “ven pa’cá” (risas).
¿Le pagaban en el Triki Trak?
Claro. Desde los 10 años, cuando entré, me pagaban un sueldo. ¿Explotación infantil? No, yo lo hacía con gusto y, además, me gustaba ganar mi plata. Al inicio era parte de un elenco de un concurso para niños. Después hacía de todo: jalaba cables, movía la utilería, ponía las pelotitas, inflaba los globos, traía a los concursantes, etcétera. Me encantaba porque era muy artesanal, sin la tecnología de hoy.
¿Hoy la distancia entre la forma de hacer televisión en el Perú y EE.UU. es así de grande?
La distancia es más corta. Pero, igual, uno no deja de deslumbrarse en Hollywood. Hace poco llevé a mi papá a los estudios Warner y quedamos alucinados. La tecnología es increíble. ¡Cuando empezamos Cinescape no había DVD!
¿En el Triki Trak aprendió que en la tele todo está permitido menos aburrir?
Claro. Pero recordemos que, por entonces, solo había tres canales y la competencia era menor porque no había ni cable. Recuerdo que cuando iba a ofrecer Cinescape a los gerentes de las televisoras, estos me decían: “Los programas de cine son aburridos, no son comerciales, son para intelectuales y no venden”. Tenían el concepto errado de que todo era muy esquemático, muy aburrido. Nosotros quisimos darle la vuelta a ese viejo formato con un programa superaudiovisual, superdinámico y superdidáctico. Igual hemos cambiado: hacemos más notas y todas más cortas, bombardeando información porque hoy todo es más vertiginoso.
¿Cuántas películas ve a la semana?
No veo el cine como obligación. Voy al cine porque me gusta. Me place ir, comprar mi canchita, esperar en la sala, sentir la emoción cuando las luces se apagan. Yo sigo viendo el cine como lo veía de niño. ¿Si voy todos los días? No, alguna vez lo hice. Y tampoco veo todas las películas de las que hablamos en el programa.
¿Lo intenta?
No. Yo sigo manteniendo mi posición de cinéfilo: no hacemos ni crítica ni análisis ni recomendamos nada directamente. Nunca me va a escuchar decir: “Vaya a ver esta cinta porque es buenísima”.
¿Por qué se controla y no recomienda sus películas favoritas?
Por más que el erudito diga “vayan a ver esa cinta”, la gente hace lo que le da la gana. Nunca les he hecho caso a las estrellitas de los diarios. Puedo leer, entender y hasta compartir una crítica, pero como cinéfilo nunca me he dejado influenciar por ella.
¿Qué género prefiere?
Me gusta mucho el cine fantástico, filmes tipo Star Wars, El Señor de los Anillos. También me gusta el cine de época: si hay una película ambientada a finales del siglo XIX, allí estoy de cabeza. Yo no veo una cinta porque ganó diez Oscar, voy al cine a relajarme… y puedo pasarla muy bien con películas tontas. Cuando voy al cine me quedo como zombi, puede caerse el mundo a mis espaldas y sigo atrapado en la pantalla.
Imagino que le molesta que la gente hable en el cine…
Soy de los que hablan durante la película (risas). Sin embargo, me molesta que la gente conteste el celular o que un bebé llore en una cinta para adultos. Eso sí, soy maniático en cosas como ir a funciones con poca gente, en entrar primero a la sala, en escoger el mejor asiento (de la mitad para atrás, en el centro), etcétera. El cine es uno de los últimos lugares al que uno puede ir con su familia… pero también permite la soledad, porque muchos, como usted, prefieren ir solos.
¿Es de los que dice “no leí el libro pero vi la película?
(Ríe). Pero también me ha pasado lo contrario.
¿Ve mucha televisión?
Casi nada. Y si lo hago, veo programas locales, pues también soy productor y debo ver los programas que se están haciendo acá. Mis amigos están pegados con Lost, con House y yo veo Al fondo hay sitio (risas).
¿Hay algún DVD pirata en su casa?
No, puede enviar a Indecopi a revisar (ríe).
A Lima no llegan muchas de las películas que se hacen en cinematografías distintas a las de Hollywood, solo queda la opción del DVD pirata…
(Duda). Sí, pues, si usted es un cinéfilo, qué puedo hacer. En mi caso, yo ni siquiera hago descargas. Me parece inconcebible ver una película pixeleada en una pantalla de 15 pulgadas. Lo mío, además, es una cuestión estética. Me gusta el cuidado con el que casi siempre se hace un original.
¿Cómo se siente con los divos, con las estrellas de cine?
Por haber crecido entre gente famosa, sé que quienes nos dedicamos a esto no somos convencionales. Ser una persona pública te cambia la percepción de la vida. ¿Se imagina lo difícil que debe ser Tom Cruise o Julia Roberts? Igual nada justifica que se sea grosero, malcriado o déspota.