3 décadas después de Panzós

Nuevo libro sobre las matanzas de mayas en Guatemala


“El acontecimiento más horrendo ocurrió en mayo de 1978 cuando los soldados del destacamento militar de Panzós, Alta Verapaz, contrarrestaron una manifestación de campesinos que demandaban tierras y expresaban su descontento por actos arbitrarios de finqueros y autoridades locales y militares de la zona. En el incidente el Ejército masacró a 53 campesinos Q’eqchi’ y 47 más resultaron heridos”.



3 décadas después de Panzós
Juan D. Oquendo .- De esa forma menciona la Comisión de Esclarecimiento Histórico en Guatemala: Memoria del Silencio la masacre ocurrida en Panzós.
Victoria Sanford, antropóloga del Graduate Center de la City University de Nueva York, hace un estudio del hecho ocurrido hace casi 32 años en Alta Verapaz, y lo trae a nuestros días en el libro La masacre de Panzós: etnicidad, tierra y violencia en Guatemala, que acaba de lanzar la editorial F&G. En entrevista con ‘elPeriódico’, Sanford nos comenta sobre el estudio realizado
¿Por qué tomar dicho acontecimiento como eje de partida para desarrollar la historia nacional?

– Porque esta fue la  primera masacre de una serie de  genocidios que en los siguientes 4 años sumaron más de 626 masacres de comunidades mayas.  Y porque también se usó el recurso de la violencia por parte del régimen para mostrar que no iban a aceptar movilizaciones populares y que estaban dispuestos a abrir fuego contra mujeres y niños indefensos para silenciar al pueblo. También muestra los vínculos cercanos entre las elites locales y el Estado.

A casi 32 años de la masacre, surge este estudio. ¿Sigue siendo el terror una forma más de dominio en comunidades asoladas por el genocidio?

– El terror, el miedo y la violencia siguen dentro de la conciencia colectiva de las comunidades que sufrieron las masacres, igual que sigue dentro de las vidas de los urbanos que perdieron a sus parientes y seres queridos durante las desapariciones y ejecuciones extrajudiciales. También sigue por los genocidas y asesinos que todavía niegan su responsabilidad como autores intelectuales y materiales de la violencia. Además, las estructuras de violencia se han transformado en el transcurso de los años. Las estructuras no son las mismas de antes, pero todavía tienen el recurso de la violencia para callar o intentar acallar la voz colectiva de los guatemaltecos que siguen pidiendo justicia.

¿Consigue con esta publicación algún resarcimiento histórico de las víctimas?

– La historia de Panzós muestra por lo menos dos cosas importantes: una, que los sobrevivientes quieren contar su historia, y por otro lado,  muestra la importancia de los detalles de lo que significa sobrevivir esta violencia, que significa reconstruir sus vidas en represión y pobreza. A veces pienso que nos requiere tanta creatividad sólo imaginar lo que sobrevivieron, que no nos queda más imaginación para crear otro futuro.  Y es desde ahí que creo que tenemos que escuchar a los sobrevivientes porque ellos no tienen que usar su imaginación para recontar lo que vivieron.

¿Qué puede comentar sobre el subtema “Lo que nos dicen los archivos”?

– Creo que usted se refiere a los archivos de la Policía que tienen nombres de las muchas personas que la Policía desapareció. Los archivos, aún escritos por los hechores de la violencia, nos dicen que sí ocurrió esta violencia y cuando vemos los nombres de los oficiales y ex oficiales que siguen con puestos altos y poder político, nos dice que un Estado de derecho tiene que procesarlos por el genocidio y los crímenes en contra de la humanidad que ellos desarrollaron y ejecutaron.  Porque si no, sólo se queda en papel.

¿Luego de la masacre, qué sucede en Panzós?

– Cuando llegamos a Panzós, una señora de Cobán que había vivido en Panzós en el tiempo de la masacre me dijo: “Qué bueno que están excavando, la verdad. Porque desde la masacre, el silencio ha reinado en Panzós”. ¿Y por qué reinó el silencio? Porque después de la masacre, el Ejército seguía matando a la gente. Perseguía a  los que huyeron de la plaza. 
Los perseguían en el  monte, donde muchos murieron huyendo del Ejército. Y, también, el Ejército y los escuadrones de muerte seguían llegando a las casas en las noches y agarrando gente, sacerdotes mayas, catequistas, cualquier persona que se había organizado para mejorar Panzós; fueron desaparecidos y/o encontrados muertos. Esta ola de violencia selectiva seguía por dos años después de la masacre. Por eso reinó el silencio.

Jueves, 18 de Marzo 2010
El Periódico de Guatemala
           


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