
Charles De Gaulle, en Argelia.
Hace 50 años, el 18 de marzo de 1962, la firma de los acuerdos de Evian entre el gobierno francés y el FLN pusieron fin a la guerra de Argelia y abrieron el camino a la independencia de este país tras 132 años de colonización.
El conflicto dejó cerca de 400.000 muertos, argelinos en su mayoría, según los historiadores franceses, y un millón y medio según las autoridades argelinas.
El cincuentenario se prepara pero "no se conmemora", se señala en París. No habrá "grandes ceremonias" y se deja a la sociedad civil, a los científicos y a los historiadores la tarea de "tratar las historias de memoria".
El historiador Benjamin Stora, en la última edición de su "Historia de Argelia", editado por La Découverte, afirma que la tortura fue "empleada como un procedimiento de 'pacificación' durante la batalla de Argel, entre enero y septiembre de 1957.
Este especialista sólo consagra unas páginas a la tortura, pero destaca que tras ser ocultada durante mucho tiempo, se volvió un asunto importante de la memoria desde inicios de los años 2000, al proliferar testimonios de víctimas y torturadores. "No fue solo asunto de unos militares aislados", afirma Stora.
Golpes, estrangulamientos, uñas arrancadas, ojos destrozados, quemaduras, inmersión en bañera: la tortura en la ciudad o en el campo afectó a centenares de miles de argelinos, según el historiador Pierre Vidal-Naquet.
"La tortura alcanzó una gran dimensión", añade Raphaëlle Branche, autora de "La tortura y el ejército en la guerra de Argelia" (2001, Gallimard) y la califica de "arma-clave" de la guerra, a veces calificada de "operaciones de mantenimiento del orden".
Claude Juin, joven recluta en Argelia de 1957 a 1958, relató su guerra en "El desperdicio" (Le Gâchis)", publicado en 1960 con un seudónimo y pronto prohibido. Juin, doctor en sociología, publica 50 años después "Soldados torturadores" en Robert Laffont.
En el libro dice que quiso "ir al origen de esta violencia extrema, de la que hace parte la tortura y comprender porqué cuando nos encontrábamos en el campo del bien tras haber vencido el nazismo, nos pasamos al campo del mal".
En esta "violencia extrema" aplicada a los argelinos, Juin incluye "vejámenes, humillaciones, violación de mujeres, ejecuciones sumarias".
Desde el inicio de la batalla de Argel, los primeros testimonios sobre la tortura fueron publicados en la metrópoli.
En junio de 2000, la militante independentista Louisette Ighilariz contó que fue torturada durante tres meses en 1957 por paracaidistas del famoso general Massu.
Menos de un año más tarde, en abril de 2001, el general Paul Aussaresses, de 82 años, relató la ejecución de un dirigente del FLN durante la batalla de Argel y como "se resolvió a torturar".
Aussaresses será condenado dos años más tarde a sólo una multa de 7.500 euros por "apología de la tortura", pues los crímenes durante este periodo fueron amnistiados.
Pero el tema va mucho más allá de Francia: uno de los reportajes televisivos que abordan la guerra, "Escuadrones de la muerte. La Escuela Francesa", documental de 60 minutos realizado por la periodista Marie-Monique Robin y producido por Canal Plus, afirma que militares franceses habrían asesorado posteriormente a las dictaduras latinoamericanas.
Militares franceses, apoyados por ultras defensores de la "Argelia francesa", estuvieron directamente relacionados con decenas de muertos y desaparecidos durante las dictaduras latinoamericanas, y en particular en Argentina.
Los franceses acabarían por convertirse de ese modo en los mejores instructores de la Escuela de las Américas de Panamá, donde se formaron todos los futuros dictadores y cuyas enseñanzas aplicarían más adelante los norteamericanos en Vietnam, según el reportaje.
Marie-Monique Robin entrevistó a ex miembros de la OAS (la clandestina Organización del Ejército Secreto) recompensados por la dictadura argentina con tierras y nuevas identidades. "Nos lo dieron todo", dice uno de ellos, Michel Besineau.
El conflicto dejó cerca de 400.000 muertos, argelinos en su mayoría, según los historiadores franceses, y un millón y medio según las autoridades argelinas.
El cincuentenario se prepara pero "no se conmemora", se señala en París. No habrá "grandes ceremonias" y se deja a la sociedad civil, a los científicos y a los historiadores la tarea de "tratar las historias de memoria".
El historiador Benjamin Stora, en la última edición de su "Historia de Argelia", editado por La Découverte, afirma que la tortura fue "empleada como un procedimiento de 'pacificación' durante la batalla de Argel, entre enero y septiembre de 1957.
Este especialista sólo consagra unas páginas a la tortura, pero destaca que tras ser ocultada durante mucho tiempo, se volvió un asunto importante de la memoria desde inicios de los años 2000, al proliferar testimonios de víctimas y torturadores. "No fue solo asunto de unos militares aislados", afirma Stora.
Golpes, estrangulamientos, uñas arrancadas, ojos destrozados, quemaduras, inmersión en bañera: la tortura en la ciudad o en el campo afectó a centenares de miles de argelinos, según el historiador Pierre Vidal-Naquet.
"La tortura alcanzó una gran dimensión", añade Raphaëlle Branche, autora de "La tortura y el ejército en la guerra de Argelia" (2001, Gallimard) y la califica de "arma-clave" de la guerra, a veces calificada de "operaciones de mantenimiento del orden".
Claude Juin, joven recluta en Argelia de 1957 a 1958, relató su guerra en "El desperdicio" (Le Gâchis)", publicado en 1960 con un seudónimo y pronto prohibido. Juin, doctor en sociología, publica 50 años después "Soldados torturadores" en Robert Laffont.
En el libro dice que quiso "ir al origen de esta violencia extrema, de la que hace parte la tortura y comprender porqué cuando nos encontrábamos en el campo del bien tras haber vencido el nazismo, nos pasamos al campo del mal".
En esta "violencia extrema" aplicada a los argelinos, Juin incluye "vejámenes, humillaciones, violación de mujeres, ejecuciones sumarias".
Desde el inicio de la batalla de Argel, los primeros testimonios sobre la tortura fueron publicados en la metrópoli.
En junio de 2000, la militante independentista Louisette Ighilariz contó que fue torturada durante tres meses en 1957 por paracaidistas del famoso general Massu.
Menos de un año más tarde, en abril de 2001, el general Paul Aussaresses, de 82 años, relató la ejecución de un dirigente del FLN durante la batalla de Argel y como "se resolvió a torturar".
Aussaresses será condenado dos años más tarde a sólo una multa de 7.500 euros por "apología de la tortura", pues los crímenes durante este periodo fueron amnistiados.
Pero el tema va mucho más allá de Francia: uno de los reportajes televisivos que abordan la guerra, "Escuadrones de la muerte. La Escuela Francesa", documental de 60 minutos realizado por la periodista Marie-Monique Robin y producido por Canal Plus, afirma que militares franceses habrían asesorado posteriormente a las dictaduras latinoamericanas.
Militares franceses, apoyados por ultras defensores de la "Argelia francesa", estuvieron directamente relacionados con decenas de muertos y desaparecidos durante las dictaduras latinoamericanas, y en particular en Argentina.
Los franceses acabarían por convertirse de ese modo en los mejores instructores de la Escuela de las Américas de Panamá, donde se formaron todos los futuros dictadores y cuyas enseñanzas aplicarían más adelante los norteamericanos en Vietnam, según el reportaje.
Marie-Monique Robin entrevistó a ex miembros de la OAS (la clandestina Organización del Ejército Secreto) recompensados por la dictadura argentina con tierras y nuevas identidades. "Nos lo dieron todo", dice uno de ellos, Michel Besineau.