Taliban
El 7 de octubre de 2001, misiles de crucero Tomahawk y bombas lanzadas por bombarderos B1 y B52 caían sobre Kabul y varias otras ciudades de Afganistán: la intervención de tropas extranjeras dirigidas por Estados Unidos acababa de empezar y, dos meses después, caía el régimen de los talibanes.
Nueve años más tarde, lo que debía ser una operación de persecución de los responsables de los atentados del 11 de septiembre se ha convertido en una guerra empantanada y en un rompecabezas estratégico.
El número de soldados de las fuerzas internacionales se ha multiplicado por diez, los afganos han votado cuatro veces para elegir a su presidente y sus diputados, miles de millones de dólares de ayuda internacional entraron en el país, pero pese a todo la constatación es rotunda: en los últimos tres años la insurrección ha ganado terreno y el número de muertos alcanza un nivel récord, tanto entre las tropas extranjeras como entre los civiles afganos.
Y nunca antes fue tan ampliamente aceptada la idea de que la única solución para poner fin al conflicto es una negociación con los insurgentes.
El comandante de las fuerzas norteamericanas e internacionales en Afganistán, David Petraeus, declaraba a la AFP a fines de septiembre que ciertos talibanes habían empezado a "acercarse" al gobierno y a los militares extranjeros para deponer las armas. "Son las primeras etapas. No creo que se pueda hablar de negociación, se trata de las primeras discusiones", dijo.
"La reconciliación con los altos jerarcas talibanes es competencia del gobierno afgano", recalcó Petraeus, confirmando que altos dirigentes de los insurgentes habían contactado al gobierno de Kabul.
El diario Washington Post informó el miércoles que, por vez primera, representantes autorizados de la comandancia suprema de los talibanes dirigida por el mola Mohamad Omar, mantenían conversaciones secretas con el gobierno.
Las fuentes del diario estadounidense le indicaron que los dirigentes talibanes saben "que van a estar marginalizados" y que decidieron participar en las converersaciones para mantener sus posiciones dentro de la dirección de los insurgentes.
"Saben que elementos más radicales están siendo promovidos dentro del movimiento", agregaron las fuentes citadas por el Washington Post.
Por su parte, el diario británico The Guardian indicó el jueves que los gobiernos afgano y norteamericano mantuvieron contactos recientemente con insurgentes de la red Haqqani, uno de los enemigos más temidos por las fuerzas de la OTAN. Ese grupo está cerca de los talibanes y ha realizado algunos de los ataques más cruentos contra las tropas extranjeras.
Paralelamente, Karzai ha organizado un plan de reconciliación con los talibanes, que incluye la financiación de un programa dirigido a los rebeldes, "combatientes de base" que depondrían las armas a cambio de empleo y dinero.
Y este jueves, el presidente inauguró el Alto Consejo de la Paz, encargado de establecer el diálogo con los insurgentes.
"Todas las provincias, todos los distritos, todos los pueblos esperan esfuerzos del Alto Consejo de Paz. Esfuerzos para reestablecer la paz en esta tierra", declaró Karzai al abrir la reunión.
Este Consejo, compuesto por 70 miembros entre los cuales hay jefes de guerra, mujeres y miembros del gobierno, se presenta como un espacio de negociación representativo de toda la sociedad afgana.
Su creación, a iniciativa de Karzai, fue aprobada en junio pasado por una "jirga (asamblea tribal) para la paz" reunida en Kabul.
Nueve años más tarde, lo que debía ser una operación de persecución de los responsables de los atentados del 11 de septiembre se ha convertido en una guerra empantanada y en un rompecabezas estratégico.
El número de soldados de las fuerzas internacionales se ha multiplicado por diez, los afganos han votado cuatro veces para elegir a su presidente y sus diputados, miles de millones de dólares de ayuda internacional entraron en el país, pero pese a todo la constatación es rotunda: en los últimos tres años la insurrección ha ganado terreno y el número de muertos alcanza un nivel récord, tanto entre las tropas extranjeras como entre los civiles afganos.
Y nunca antes fue tan ampliamente aceptada la idea de que la única solución para poner fin al conflicto es una negociación con los insurgentes.
El comandante de las fuerzas norteamericanas e internacionales en Afganistán, David Petraeus, declaraba a la AFP a fines de septiembre que ciertos talibanes habían empezado a "acercarse" al gobierno y a los militares extranjeros para deponer las armas. "Son las primeras etapas. No creo que se pueda hablar de negociación, se trata de las primeras discusiones", dijo.
"La reconciliación con los altos jerarcas talibanes es competencia del gobierno afgano", recalcó Petraeus, confirmando que altos dirigentes de los insurgentes habían contactado al gobierno de Kabul.
El diario Washington Post informó el miércoles que, por vez primera, representantes autorizados de la comandancia suprema de los talibanes dirigida por el mola Mohamad Omar, mantenían conversaciones secretas con el gobierno.
Las fuentes del diario estadounidense le indicaron que los dirigentes talibanes saben "que van a estar marginalizados" y que decidieron participar en las converersaciones para mantener sus posiciones dentro de la dirección de los insurgentes.
"Saben que elementos más radicales están siendo promovidos dentro del movimiento", agregaron las fuentes citadas por el Washington Post.
Por su parte, el diario británico The Guardian indicó el jueves que los gobiernos afgano y norteamericano mantuvieron contactos recientemente con insurgentes de la red Haqqani, uno de los enemigos más temidos por las fuerzas de la OTAN. Ese grupo está cerca de los talibanes y ha realizado algunos de los ataques más cruentos contra las tropas extranjeras.
Paralelamente, Karzai ha organizado un plan de reconciliación con los talibanes, que incluye la financiación de un programa dirigido a los rebeldes, "combatientes de base" que depondrían las armas a cambio de empleo y dinero.
Y este jueves, el presidente inauguró el Alto Consejo de la Paz, encargado de establecer el diálogo con los insurgentes.
"Todas las provincias, todos los distritos, todos los pueblos esperan esfuerzos del Alto Consejo de Paz. Esfuerzos para reestablecer la paz en esta tierra", declaró Karzai al abrir la reunión.
Este Consejo, compuesto por 70 miembros entre los cuales hay jefes de guerra, mujeres y miembros del gobierno, se presenta como un espacio de negociación representativo de toda la sociedad afgana.
Su creación, a iniciativa de Karzai, fue aprobada en junio pasado por una "jirga (asamblea tribal) para la paz" reunida en Kabul.