El río Amazonas.
La presidenta Dilma Rousseff lo resumió hace una semana, cuando aseguró: "Tal vez seamos el único país del mundo que tiene condiciones de ser potencia agrícola y energética sin dejar de ser una potencia de biodiversidad y de respeto al medio ambiente".
Pero los ecologistas dudan de esa buena intención ante el rumbo de algunas políticas del gobierno. "Dilma, no destruyas nuestros bosques", pidieron a la mandataria activistas ambientales reunidos en una protesta el martes en Brasilia, ostentando grandes pancartas.
"Brasil va a llegar a la conferencia de la ONU contra el cambio climático en Durban (Sudáfrica, iniciada esta semana) con su liderazgo ambiental en riesgo", advirtió en declaraciones a la AFP Carlos Rittl, coordinador del programa Clima y Energía de la organización ambientalista WWF.
Brasil, un gigantesco emisor de gases nocivos al clima debido a la deforestación, presentó ante esa conferencia en 2009 un ambicioso compromiso para reducir sus emisiones y la deforestación amazónica en 80%, reconociendo el vital papel de la Amazonía en la regulación del clima mundial.
En pocos años el país redujo drásticamente la deforestación, de 21.000 km2 de selva devastada en 2005 a 7.000 km2 en 2010.
Pero las promesas brasileñas se enfrentan a los planes de desarrollo. El Congreso, dominado por una poderosa bancada vinculada a la agropecuaria, está a punto de aprobar una reforma de la ley de bosques que puede dejar sin protección, o libre de reforestación, un área equivalente a la mitad de Perú, en favor de la agricultura, según datos del instituto oficial IPEA.
El texto que ya pasó por la Cámara de Diputados y está ahora en el Senado pone en jaque los compromisos ambientales brasileños, dijo el director de campañas de Greenpeace, Sergio Leitao.
El gobierno también ha dado luz verde en los últimos dos años a la construcción de faraónicas hidroeléctricas en la Amazonía -a las que se oponen indígenas y ambientalistas- y a la explotación de millonarias reservas de crudo bajo el mar, que pueden convertir al país que se presentaba como la vanguardia del combustible verde en la última meca para la producción del carburante más contaminante del planeta.
"Es lógico que el país pretenda desarrollarse, generar riqueza e inclusión social. En los últimos años conseguimos hacer eso con avances ambientales importantes: se redujo la pobreza, fortalecimos la economía, y al mismo tiempo conseguimos reducir la deforestación de la Amazonía y aumentar las áreas protegidas. Pero ahora estamos saliendo de ese camino de la sustentabilidad", denunció Rittl.
Brasil ha ejercido un activo papel en las negociaciones mundiales del medio ambiente y del clima, y el próximo año estará en la mira al acoger la cumbre de la ONU Rio+20 que convocará a jefes de Estado de todo el mundo para debatir la economía verde y la sustentabilidad del planeta.
Brasil coordina sus posiciones en las negociaciones sobre medio ambiente y el clima con otros gigantes emergentes: China, India y Sudáfrica, que reclaman el compromiso de los países ricos para reducir sus emisiones y defienden su derecho al desarrollo en ese debate entre clima y economía.
Como Brasil, China, líder en las emisiones nocivas al planeta, presentó en 2009 compromisos de reducción de emisiones.
"Es justo decir que China parece haber reconocido que debe poner juntos sus objetivos de medio ambiente y desarrollo (...) Pero, aunque están en el buen camino, claramente hay más por hacer", dijo a la AFP la directora del programa de Energía y Clima del Instituto WRI con sede en Estados Unidos, Jennifer Morgan.
Pero los ecologistas dudan de esa buena intención ante el rumbo de algunas políticas del gobierno. "Dilma, no destruyas nuestros bosques", pidieron a la mandataria activistas ambientales reunidos en una protesta el martes en Brasilia, ostentando grandes pancartas.
"Brasil va a llegar a la conferencia de la ONU contra el cambio climático en Durban (Sudáfrica, iniciada esta semana) con su liderazgo ambiental en riesgo", advirtió en declaraciones a la AFP Carlos Rittl, coordinador del programa Clima y Energía de la organización ambientalista WWF.
Brasil, un gigantesco emisor de gases nocivos al clima debido a la deforestación, presentó ante esa conferencia en 2009 un ambicioso compromiso para reducir sus emisiones y la deforestación amazónica en 80%, reconociendo el vital papel de la Amazonía en la regulación del clima mundial.
En pocos años el país redujo drásticamente la deforestación, de 21.000 km2 de selva devastada en 2005 a 7.000 km2 en 2010.
Pero las promesas brasileñas se enfrentan a los planes de desarrollo. El Congreso, dominado por una poderosa bancada vinculada a la agropecuaria, está a punto de aprobar una reforma de la ley de bosques que puede dejar sin protección, o libre de reforestación, un área equivalente a la mitad de Perú, en favor de la agricultura, según datos del instituto oficial IPEA.
El texto que ya pasó por la Cámara de Diputados y está ahora en el Senado pone en jaque los compromisos ambientales brasileños, dijo el director de campañas de Greenpeace, Sergio Leitao.
El gobierno también ha dado luz verde en los últimos dos años a la construcción de faraónicas hidroeléctricas en la Amazonía -a las que se oponen indígenas y ambientalistas- y a la explotación de millonarias reservas de crudo bajo el mar, que pueden convertir al país que se presentaba como la vanguardia del combustible verde en la última meca para la producción del carburante más contaminante del planeta.
"Es lógico que el país pretenda desarrollarse, generar riqueza e inclusión social. En los últimos años conseguimos hacer eso con avances ambientales importantes: se redujo la pobreza, fortalecimos la economía, y al mismo tiempo conseguimos reducir la deforestación de la Amazonía y aumentar las áreas protegidas. Pero ahora estamos saliendo de ese camino de la sustentabilidad", denunció Rittl.
Brasil ha ejercido un activo papel en las negociaciones mundiales del medio ambiente y del clima, y el próximo año estará en la mira al acoger la cumbre de la ONU Rio+20 que convocará a jefes de Estado de todo el mundo para debatir la economía verde y la sustentabilidad del planeta.
Brasil coordina sus posiciones en las negociaciones sobre medio ambiente y el clima con otros gigantes emergentes: China, India y Sudáfrica, que reclaman el compromiso de los países ricos para reducir sus emisiones y defienden su derecho al desarrollo en ese debate entre clima y economía.
Como Brasil, China, líder en las emisiones nocivas al planeta, presentó en 2009 compromisos de reducción de emisiones.
"Es justo decir que China parece haber reconocido que debe poner juntos sus objetivos de medio ambiente y desarrollo (...) Pero, aunque están en el buen camino, claramente hay más por hacer", dijo a la AFP la directora del programa de Energía y Clima del Instituto WRI con sede en Estados Unidos, Jennifer Morgan.