En el segundo día del juicio para reclamar mejores condiciones de detención, Breivik tuvo un discurso muy virulento, como temían sus víctimas, acusando al Estado de quererlo "matar" con su aislamiento en la cárcel, que califica de "tortura".
"Lucho por el nacionalsocialismo desde hace 25 años y voy a luchar por él hasta mi muerte", dijo Breivik, de 37 años, durante el juicio que se celebra en el gimnasio de la prisión de Skien (sur).
"Soy nacionalsocialista desde que tengo 12 años", añadió, aunque aseguró que lo había escondido hasta 2014.
Se trata de las primeras declaraciones de Breivik desde el juicio de 2012 en el que fue condenado a 21 años de prisión, una pena que podría prorrogarse si se le considera peligroso.
Este miércoles se presentó ante la jueza como "secretario del partido político Estado Nórdico", una formación que intenta crear desde prisión.
El 22 de julio de 2011, en nombre de la guerra contra el multiculturalismo, Breivik mató a 77 personas: ocho haciendo estallar un coche bomba cerca de la sede del gobierno en Oslo y 69 disparando en un campamento de verano de la juventud laborista en la isla de Utoya.
Durante más de una hora persiguió a cerca de 600 adolescentes aterrorizados que no podían salir de la isla. La mayoría murieron de un disparo en la cabeza.
La justicia noruega ha prohibido la difusión en vídeo de sus declaraciones aunque la prensa escrita sí puede reproducirlas, una medida de respeto a sus familias pero también para evitar que se comunique con sus simpatizantes.
El martes, el primer día del juicio, el detenido apareció en el tribunal con la cabeza rapada y haciendo el saludo nazi, lo cual fue criticado por la jueza Helen Andenaes Sekulic. Este miércoles decidió no repetirlo.
Frente a las acusaciones de maltrato, los representantes del Estado recuerdan que en la cárcel dispone de 31 m2 repartidos en un lugar para vivir, una sala de estudio y un lugar para hacer ejercicios físicos. También tiene a su disposición una televisión, un reproductor de DVD, una consola de videojuegos, libros, periódicos, máquina de escribir y aparatos de musculación.
Sin embargo, Breivik asegura que su detención viola la Convención Europea de los Derechos Humanos que condena "penas o tratos inhumanos y degradantes" y garantiza el derecho a la vida privada y a la correspondencia.
De un total de 4.000 cartas escritas por el detenido, unas 600 han sido confiscadas y otras censuradas en parte.
Para apoyar sus acusaciones, Breivik imitó con gestos los 885 registros corporales que dice haber sufrido en los casi cinco años que lleva en prisión y los calificó de "humillantes" y "descabellados".
"Es comprensible cuando está justificado, por ejemplo si se trata de personas con un pasado violento o algo así, pero yo me comporto de manera ejemplar desde hace cinco años", aseguró.
Breivik también comparó su detención con las condiciones en la prisión de Guantánamo, en la isla de Cuba. "No creo que a nadie le sorprenda esta tortura, sólo hay que ver Guantánamo".