LIMA, (AFP) - Las autoridades universitarias y sus abogados aceptaron a regañadientes el fallo, dado a conocer el lunes pasado, pero advirtieron que acudirán a instancias internacionales, como la Corte Interamericana de Derechos Humanos, para revertir la decisión.
El fallo le da la razón al arzobispo, que reclamaba la participación de un representante suyo en las decisiones de una junta que administra los bienes de la privada Universidad Católica.
El núcleo del problema está en torno a la administración de las propiedades legadas en el testamento del mecenas de la universidad, José de la Riva Agüero -fallecido en 1944- y al rol de la Iglesia Católica en ésta.
El rectorado de esa casa de estudios señaló que sólo permitirá intervenir al arzobispado en la administración de determinados bienes de la universidad y anticipó que le negará todo tipo de injerencia en la formación educativa.
Según las autoridades del centro educativo, el testamento autoriza a la Universidad luego de 20 años de muerto su mecenas a dirigirse a sí misma, mientras que el entorno del cardenal considera que la Iglesia tiene derecho perpetuo sobre esa herencia y a controlar la gestión de la universidad.
El fondo del asunto es, según el rector de la universidad, el jurista Marcial Rubio, que Cipriani y con él el Opus Dei se quieren apoderar de esa importante universidad, bastión de la tolerancia y la libertad de ideas.
"Nosotros sólo ejercemos nuestro derecho de defensa. El señor cardenal nos empuja porque, obviamente, él está detrás de todo eso. Hay un intento del Arzobispado de apoderarse de la universidad, de tomar el control, y no estamos dispuestos a permitirlo", indicó el rector Rubio.
Las autoridades universitarias temen que si Cipriani accede a los fondos que facilita el testamento y que sirven de motor a la universidad podrá influir en la orientación académica, lo que consideran un peligro al libre pensamiento.
El abogado del arzobispado, Natale Amprimo, negó que una administración de la Iglesia signifique "el apocalipsis y que se prohíba acudir en minifalda a clases. Es una invención para mover al alumnado y no acatar el fallo", aseguró.
El abogado de la universidad, Jorge Avendaño, amenazó con que miles de alumnos impedirían con barricadas y escudos humanos el ingreso del representante del cardenal.
Cipriani ejerce el cargo simbólico de Gran Canciller de la universidad, responsabilidad que le permite fungir de consultor pero no le da poder para imponer decisiones o nombrar profesores, una meta que busca desde que accedió al cargo en 1999.
La pelea por el control de la Católica tiene un elemento simbólico: el padre Gustavo Gutiérrez, inspirador de la teología de la liberación, difundió ahí sus ideas desde los años 60 como profesor. Cipriani es su más feroz crítico.
En 1986 el actual papa Benedicto XVI -quien en ese momento era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe,sucesora del Tribunal del Santo Oficio,la Inquisición- visitó la Universidad Católica como guardián de la ortodoxia del Vaticano, para reprender a Gutiérrez por supuestas influencias del marxismo en sus ideas.
Desde su fundación, en 1917 por el sacerdote francés Jorge Dintilhac, la Católica profesa un espíritu de apertura que incomoda a los sectores conservadores de la Iglesia peruana. Actualmente estudian allí 18.000 alumnos.
El fallo le da la razón al arzobispo, que reclamaba la participación de un representante suyo en las decisiones de una junta que administra los bienes de la privada Universidad Católica.
El núcleo del problema está en torno a la administración de las propiedades legadas en el testamento del mecenas de la universidad, José de la Riva Agüero -fallecido en 1944- y al rol de la Iglesia Católica en ésta.
El rectorado de esa casa de estudios señaló que sólo permitirá intervenir al arzobispado en la administración de determinados bienes de la universidad y anticipó que le negará todo tipo de injerencia en la formación educativa.
Según las autoridades del centro educativo, el testamento autoriza a la Universidad luego de 20 años de muerto su mecenas a dirigirse a sí misma, mientras que el entorno del cardenal considera que la Iglesia tiene derecho perpetuo sobre esa herencia y a controlar la gestión de la universidad.
El fondo del asunto es, según el rector de la universidad, el jurista Marcial Rubio, que Cipriani y con él el Opus Dei se quieren apoderar de esa importante universidad, bastión de la tolerancia y la libertad de ideas.
"Nosotros sólo ejercemos nuestro derecho de defensa. El señor cardenal nos empuja porque, obviamente, él está detrás de todo eso. Hay un intento del Arzobispado de apoderarse de la universidad, de tomar el control, y no estamos dispuestos a permitirlo", indicó el rector Rubio.
Las autoridades universitarias temen que si Cipriani accede a los fondos que facilita el testamento y que sirven de motor a la universidad podrá influir en la orientación académica, lo que consideran un peligro al libre pensamiento.
El abogado del arzobispado, Natale Amprimo, negó que una administración de la Iglesia signifique "el apocalipsis y que se prohíba acudir en minifalda a clases. Es una invención para mover al alumnado y no acatar el fallo", aseguró.
El abogado de la universidad, Jorge Avendaño, amenazó con que miles de alumnos impedirían con barricadas y escudos humanos el ingreso del representante del cardenal.
Cipriani ejerce el cargo simbólico de Gran Canciller de la universidad, responsabilidad que le permite fungir de consultor pero no le da poder para imponer decisiones o nombrar profesores, una meta que busca desde que accedió al cargo en 1999.
La pelea por el control de la Católica tiene un elemento simbólico: el padre Gustavo Gutiérrez, inspirador de la teología de la liberación, difundió ahí sus ideas desde los años 60 como profesor. Cipriani es su más feroz crítico.
En 1986 el actual papa Benedicto XVI -quien en ese momento era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe,sucesora del Tribunal del Santo Oficio,la Inquisición- visitó la Universidad Católica como guardián de la ortodoxia del Vaticano, para reprender a Gutiérrez por supuestas influencias del marxismo en sus ideas.
Desde su fundación, en 1917 por el sacerdote francés Jorge Dintilhac, la Católica profesa un espíritu de apertura que incomoda a los sectores conservadores de la Iglesia peruana. Actualmente estudian allí 18.000 alumnos.