El esperado acontecimiento tiene lugar luego de las recientes conquistas, por parte del país más poblado del planeta, de los títulos de primer exportador, primer mercado automovilístico y primer productor siderúrgico en el mundo.
En 2009, el Producto Interior Bruto (PIB) chino había rozado el de Japón -diez veces menos poblado y por tanto diez veces más rico por habitante-, con 4,980 billones de dólares contra 5,007 billones.
Japón tiene previsto dar a conocer el lunes el monto de su PIB para el primer semestre de 2010, pero China ya está persuadida de que su cifra será superior a la nipona.
"China ya es la segunda economía mundial", declaró recientemente Yi Gang, vicegobernador del banco central chino.
De todos modos, ciertos analistas piensan que China podría equivocarse y que la reciente apreciación del yen con respecto al dólar permitirá a Japón conservar la segunda plaza, detrás de Estados Unidos.
Takahide Kiuchi, de Nomura Securities, estima el PIB japonés en 2,647 billones de dólares para el periodo de enero a junio, contra 2,530 billones para el PIB chino publicado en julio.
Sin embargo, la llegada de China a la segunda plaza parece ineluctable, subraya Arthur Kroeber, director del gabinete de consultores Dragonomics con sede en Pekín, aunque se plantea la pregunta sobre la calidad de su crecimiento.
Según Kroeber, los responsables políticos chinos deben romper con la mentalidad que privilegia el crecimiento a cualquier precio, un pensamiento que "todavía está muy presente en su burocracia".
"Insistir en una tasa de crecimiento elevada puede introducir más distorsiones en la economía. En realidad, debemos concentrarnos en los medios de mejorar la calidad del crecimiento", afirma Kroeber.
"China se encuentra en una encrucijada", coincide Patrick Chovanec, profesor en la Escuela de Economía y Gestión de la Universidad de Tsinghua en Pekín.
"China se halla frente a la misma problemática que Japón en los años 1980: adaptarse o persistir en el camino de una economía empujada por las exportaciones", explica Chovanec.
Desde el lanzamiento de la política de reforma y apertura a fines de los 70 por parte de Deng Xiaoping, China ha superado a Gran Bretaña, Francia y Alemania en PIB y ha procurado a los países en desarrollo un peso más importante en el Banco Mundial (BM) y en el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Pero este crecimiento excepcional también tuvo como corolario el aumento de las desigualdades entre una clase media urbana que tiene ahora vivienda y automóviles y cientos de millones de pobres, algunos de los cuales viven con menos de 0,50 dólar por día.
En 2009, el Producto Interior Bruto (PIB) chino había rozado el de Japón -diez veces menos poblado y por tanto diez veces más rico por habitante-, con 4,980 billones de dólares contra 5,007 billones.
Japón tiene previsto dar a conocer el lunes el monto de su PIB para el primer semestre de 2010, pero China ya está persuadida de que su cifra será superior a la nipona.
"China ya es la segunda economía mundial", declaró recientemente Yi Gang, vicegobernador del banco central chino.
De todos modos, ciertos analistas piensan que China podría equivocarse y que la reciente apreciación del yen con respecto al dólar permitirá a Japón conservar la segunda plaza, detrás de Estados Unidos.
Takahide Kiuchi, de Nomura Securities, estima el PIB japonés en 2,647 billones de dólares para el periodo de enero a junio, contra 2,530 billones para el PIB chino publicado en julio.
Sin embargo, la llegada de China a la segunda plaza parece ineluctable, subraya Arthur Kroeber, director del gabinete de consultores Dragonomics con sede en Pekín, aunque se plantea la pregunta sobre la calidad de su crecimiento.
Según Kroeber, los responsables políticos chinos deben romper con la mentalidad que privilegia el crecimiento a cualquier precio, un pensamiento que "todavía está muy presente en su burocracia".
"Insistir en una tasa de crecimiento elevada puede introducir más distorsiones en la economía. En realidad, debemos concentrarnos en los medios de mejorar la calidad del crecimiento", afirma Kroeber.
"China se encuentra en una encrucijada", coincide Patrick Chovanec, profesor en la Escuela de Economía y Gestión de la Universidad de Tsinghua en Pekín.
"China se halla frente a la misma problemática que Japón en los años 1980: adaptarse o persistir en el camino de una economía empujada por las exportaciones", explica Chovanec.
Desde el lanzamiento de la política de reforma y apertura a fines de los 70 por parte de Deng Xiaoping, China ha superado a Gran Bretaña, Francia y Alemania en PIB y ha procurado a los países en desarrollo un peso más importante en el Banco Mundial (BM) y en el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Pero este crecimiento excepcional también tuvo como corolario el aumento de las desigualdades entre una clase media urbana que tiene ahora vivienda y automóviles y cientos de millones de pobres, algunos de los cuales viven con menos de 0,50 dólar por día.