El mensaje de unidad, de promoción de la igualdad, la tolerancia y la capacidad de negociación con diferentes sectores, pese a haber quedado atrás en la primera vuelta, parecieron haberse convertido en el oxígeno para que el politólogo y comunicador amaneciera este lunes como el presidente electo del pequeño país centroamericano.
"Es impresionante cómo Alvarado logró revertir la carrera, en la que venía rezagado en vísperas de la primera instancia del 4 de febrero, para arrollar en la fase final", comentó a dpa el analista político y académico Carlos Sandoval, quien previo a la segunda ronda consideraba que había mucha confusión en el país.
Y es que la contienda electoral de febrero y la del domingo estuvieron marcadas por una enorme polarización, con el vertiginoso ascenso del predicador evangélico Fabricio Alvarado, quien de forma sorpresiva se adjudicó la primera vuelta en febrero.
Carlos Alvarado, ganador de la segunda ronda del domingo y hasta hace poco un desconocido en el mundo político costarricense, emergió casi de las cenizas. Hizo frente a una campaña de sus adversarios sustentada en varios yerros del Gobierno del presidente Luis Guillermo Solís, del que fue parte como ministro de Trabajo, y quien hace cuatro años había prometido hacer de la presidencia una "casa de cristal" y conducir una administración llena de transparencia.
Un escándalo llamado el "cementazo" - tráfico de influencias en el otorgamiento de un millonario crédito de un banco estatal a un importador de cemento chino - rebanó la credibilidad del PAC y de su Gobierno, el primero que este partido, con escasos 20 años de fundación, conquistó en el país en 2014.
El PAC, de tendencia centrista, rompió entonces con varias décadas de bipartidismo, en el que dos formaciones tradicionales, Liberación Nacional (PLN, socialdemócrata) y la Unidad Socialcristiana (PUSC), se alternaron en el poder hasta que graves escándalos de corrupción minaron la credibilidad de ambas agrupaciones.
Líderes como su fundador, Ottón Solís, diputado, y el mismo presidente Luis Guillermo Solís abandonaron el PLN años atrás después de denunciar que había perdido el norte y dejado al margen los principios ideológicos originales que convirtieron a Costa Rica en un Estado solidario.
Carlos Alvarado, con 38 años de edad, se proclamó durante la contienda electoral como representante de una nueva generación que "pretende enmendar el rumbo del país y del PAC", la agrupación que lo ha aupado a la presidencia.
En ese contexto de recambio político experimentado en Costa Rica con el nacimiento del PAC surgió Alvarado, planteando una agenda de unidad y de defensa de la igualdad y de los derechos humanos.
Así, se encaró, en medio de una ácida polémica por los derechos de los homosexuales, con el evangélico Fabricio Alvarado, cuyo partido Restauración Nacional (PRN) aprovechó el descuido en que la clase política dejó a zonas más marginadas de Costa Rica para atraer adeptos.
Apoyado por corrientes neopentecostales con la consigna de llevar el reino de la "prosperidad" y de defender a la familia tradicional, Fabricio Alvarado había logrado vencer en la primera ronda, pero sin alcanzar el mínimo del 40 por ciento de la votación para salir elegido en el primer intento.
Sus posiciones ortodoxas, su rechazo a la adopción de iniciativas en favor del matrimonio entre personas del mismo sexo, guías sexuales y fecundación in vitro terminaron estrellándose contra el discurso sereno y pausado de Carlos Alvarado, autodefinido como un "progresista".
Muchos académicos e intelectuales, especialmente del área metropolitana, bastión electoral del PAC, al final fueron atraídos por Carlos Alvarado y su promesa de conducir a Costa Rica hacia una senda de progreso, según comentaron diversos analistas, como el académico y ex diputado Constantino Urcuyo.
El discurso inclusivo y de unidad, de llevar progreso a todas la provincias y zonas alejadas posiblemente también haya tenido repercusión en zonas marginadas, en un país en el que el abstencionismo en la primera ronda superó el 34 por ciento.
Carlos Alvarado ganó la elección del domingo con el 60,7 por ciento de los votos, frente al 39,3 por ciento de su rival del mismo apellido, según datos del Tribunal Supremo de Elecciones, que ya contabilizó mas del 95 por ciento de los sufragios.
Este lunes, Costa Rica amaneció con un nuevo presidente electo, con continuidad en el poder, pero con un próximo mandatario obligado a fortalecer alianzas y cumplir promesas a sus aliados logrados para la segunda vuelta, como el ex candidato socialcristiano Rodolfo Piza, cuarto lugar en los comicios de febrero.
"Los llamados a un acuerdo nacional y la unidad, la misma debilidad que al final mostró el candidato opositor, el papel crítico de algunos medios de comunicación hacia las posiciones ortodoxas de Fabricio Alvarado y su partido y un gran trabajo de bases del PAC entre la ciudadanía", fueron algunos de los factores que al final dieron el triunfo a Carlos Alvarado, dijo a dpa el analista Sandoval.
El Gobierno de Carlos Alvarado, a partir del 8 de mayo, no será nada fácil. No contará con mayoría en la Asamblea Legislativa y encarará difíciles retos, como un asfixiante déficit fiscal, la corrupción, y una ola de violencia callejera, atizada por la penetración del narcotráfico.
"Es impresionante cómo Alvarado logró revertir la carrera, en la que venía rezagado en vísperas de la primera instancia del 4 de febrero, para arrollar en la fase final", comentó a dpa el analista político y académico Carlos Sandoval, quien previo a la segunda ronda consideraba que había mucha confusión en el país.
Y es que la contienda electoral de febrero y la del domingo estuvieron marcadas por una enorme polarización, con el vertiginoso ascenso del predicador evangélico Fabricio Alvarado, quien de forma sorpresiva se adjudicó la primera vuelta en febrero.
Carlos Alvarado, ganador de la segunda ronda del domingo y hasta hace poco un desconocido en el mundo político costarricense, emergió casi de las cenizas. Hizo frente a una campaña de sus adversarios sustentada en varios yerros del Gobierno del presidente Luis Guillermo Solís, del que fue parte como ministro de Trabajo, y quien hace cuatro años había prometido hacer de la presidencia una "casa de cristal" y conducir una administración llena de transparencia.
Un escándalo llamado el "cementazo" - tráfico de influencias en el otorgamiento de un millonario crédito de un banco estatal a un importador de cemento chino - rebanó la credibilidad del PAC y de su Gobierno, el primero que este partido, con escasos 20 años de fundación, conquistó en el país en 2014.
El PAC, de tendencia centrista, rompió entonces con varias décadas de bipartidismo, en el que dos formaciones tradicionales, Liberación Nacional (PLN, socialdemócrata) y la Unidad Socialcristiana (PUSC), se alternaron en el poder hasta que graves escándalos de corrupción minaron la credibilidad de ambas agrupaciones.
Líderes como su fundador, Ottón Solís, diputado, y el mismo presidente Luis Guillermo Solís abandonaron el PLN años atrás después de denunciar que había perdido el norte y dejado al margen los principios ideológicos originales que convirtieron a Costa Rica en un Estado solidario.
Carlos Alvarado, con 38 años de edad, se proclamó durante la contienda electoral como representante de una nueva generación que "pretende enmendar el rumbo del país y del PAC", la agrupación que lo ha aupado a la presidencia.
En ese contexto de recambio político experimentado en Costa Rica con el nacimiento del PAC surgió Alvarado, planteando una agenda de unidad y de defensa de la igualdad y de los derechos humanos.
Así, se encaró, en medio de una ácida polémica por los derechos de los homosexuales, con el evangélico Fabricio Alvarado, cuyo partido Restauración Nacional (PRN) aprovechó el descuido en que la clase política dejó a zonas más marginadas de Costa Rica para atraer adeptos.
Apoyado por corrientes neopentecostales con la consigna de llevar el reino de la "prosperidad" y de defender a la familia tradicional, Fabricio Alvarado había logrado vencer en la primera ronda, pero sin alcanzar el mínimo del 40 por ciento de la votación para salir elegido en el primer intento.
Sus posiciones ortodoxas, su rechazo a la adopción de iniciativas en favor del matrimonio entre personas del mismo sexo, guías sexuales y fecundación in vitro terminaron estrellándose contra el discurso sereno y pausado de Carlos Alvarado, autodefinido como un "progresista".
Muchos académicos e intelectuales, especialmente del área metropolitana, bastión electoral del PAC, al final fueron atraídos por Carlos Alvarado y su promesa de conducir a Costa Rica hacia una senda de progreso, según comentaron diversos analistas, como el académico y ex diputado Constantino Urcuyo.
El discurso inclusivo y de unidad, de llevar progreso a todas la provincias y zonas alejadas posiblemente también haya tenido repercusión en zonas marginadas, en un país en el que el abstencionismo en la primera ronda superó el 34 por ciento.
Carlos Alvarado ganó la elección del domingo con el 60,7 por ciento de los votos, frente al 39,3 por ciento de su rival del mismo apellido, según datos del Tribunal Supremo de Elecciones, que ya contabilizó mas del 95 por ciento de los sufragios.
Este lunes, Costa Rica amaneció con un nuevo presidente electo, con continuidad en el poder, pero con un próximo mandatario obligado a fortalecer alianzas y cumplir promesas a sus aliados logrados para la segunda vuelta, como el ex candidato socialcristiano Rodolfo Piza, cuarto lugar en los comicios de febrero.
"Los llamados a un acuerdo nacional y la unidad, la misma debilidad que al final mostró el candidato opositor, el papel crítico de algunos medios de comunicación hacia las posiciones ortodoxas de Fabricio Alvarado y su partido y un gran trabajo de bases del PAC entre la ciudadanía", fueron algunos de los factores que al final dieron el triunfo a Carlos Alvarado, dijo a dpa el analista Sandoval.
El Gobierno de Carlos Alvarado, a partir del 8 de mayo, no será nada fácil. No contará con mayoría en la Asamblea Legislativa y encarará difíciles retos, como un asfixiante déficit fiscal, la corrupción, y una ola de violencia callejera, atizada por la penetración del narcotráfico.