Barcelona, Eusebio Val. - Las palabras del arzobispo Eterovic aluden a la preocupación de la Iglesia católica por el éxodo imparable de cristianos de la región, motivado por el acoso directo que sufren o por las duras condiciones políticas y sociales de los países donde viven.
La Iglesia católica considera que debe defender a toda costa su presencia y su vitalidad en Oriente Medio por razones de fe y de memoria histórica, pero también por motivos políticos, pues los católicos y los cristianos en general aportan pluralidad a las sociedades de la región, las enriquecen y las hacen mejores.
Las iglesias orientales de obediencia romana que participarán en el sínodo muestran la complejidad del catolicismo y su resistencia ante dos milenios de avatares históricos. En Oriente Medio, además de las comunidades de rito latino existen otras que pertenecen a cinco tradiciones: alejandrinos (coptos y etiópicos), antioquenos, armenios, caldeos o sirio-orientales y bizantinos o constantinopolitanos. El sínodo reunirá a unos 150 obispos de 17 países, desde Egipto, en el extremo occidental, hasta Irán, el más oriental. Se calcula que en ellos viven unos 17 millones de cristianos. Aunque ha existido una fuerte corriente de emigración de los cristianos autóctonos, también ha habido un flujo de inmigración cristiana, la formada por técnicos occidentales y por trabajadores asiáticos y africanos. El documento presinodal advierte de que muchos de estos últimos, sobre todo las mujeres, son a menudo objeto de injusticias sociales, explotación y abusos sexuales.
Las relaciones con los musulmanes serán un punto central del sínodo. El documento, elaborado por los obispos de la región y avalado por el Vaticano, menciona las corrientes islámicas extremistas, "que son una amenaza para todos, cristianos y musulmanes, y debemos afrontarlas juntos". La Iglesia católica constata que las constituciones de la mayoría de países de Oriente Medio garantizan la libertad religiosa, si bien luego, en la práctica, esta libertad de culto muchas veces no se aplica como debiera. Sobre el papel, todos los ciudadanos son iguales en los países musulmanes. En realidad, debido a la falta de distinción entre religión y política en la tradición musulmana, los cristianos pueden acabar siendo tratados como ciudadanos de segunda categoría. Más preocupante todavía es la situación en algunos de los países que se dicen "estados islámicos" y que aplican la "charia" no sólo en la vida privada sino en la social, tanto a musulmanes como a los que no lo son. "Esto es siempre discriminatorio y, por tanto, contrario a los derechos del hombre", señala el documento.
Los obispos de Oriente Medio no escatiman comentarios sobre la situación en algunos países. De Iraq dicen que "la guerra ha desencadenado las fuerzas del mal, en las confesiones religiosas y en las corrientes políticas". De Egipto –donde hay la mayor comunidad cristiana de la región- alertan de que el crecimiento del islamismo político expone a los cristianos a la intolerancia, la desigualdad y la injusticia.
En este tercer milenio, la Iglesia católica, que se halla robusta en América Latina y vive un auge en África, lucha por frenar su declive en influencia social y moral en Europa, así como asegurar su supervivencia en la región de sus orígenes, en Tierra Santa y Oriente Medio.
La Iglesia católica considera que debe defender a toda costa su presencia y su vitalidad en Oriente Medio por razones de fe y de memoria histórica, pero también por motivos políticos, pues los católicos y los cristianos en general aportan pluralidad a las sociedades de la región, las enriquecen y las hacen mejores.
Las iglesias orientales de obediencia romana que participarán en el sínodo muestran la complejidad del catolicismo y su resistencia ante dos milenios de avatares históricos. En Oriente Medio, además de las comunidades de rito latino existen otras que pertenecen a cinco tradiciones: alejandrinos (coptos y etiópicos), antioquenos, armenios, caldeos o sirio-orientales y bizantinos o constantinopolitanos. El sínodo reunirá a unos 150 obispos de 17 países, desde Egipto, en el extremo occidental, hasta Irán, el más oriental. Se calcula que en ellos viven unos 17 millones de cristianos. Aunque ha existido una fuerte corriente de emigración de los cristianos autóctonos, también ha habido un flujo de inmigración cristiana, la formada por técnicos occidentales y por trabajadores asiáticos y africanos. El documento presinodal advierte de que muchos de estos últimos, sobre todo las mujeres, son a menudo objeto de injusticias sociales, explotación y abusos sexuales.
Las relaciones con los musulmanes serán un punto central del sínodo. El documento, elaborado por los obispos de la región y avalado por el Vaticano, menciona las corrientes islámicas extremistas, "que son una amenaza para todos, cristianos y musulmanes, y debemos afrontarlas juntos". La Iglesia católica constata que las constituciones de la mayoría de países de Oriente Medio garantizan la libertad religiosa, si bien luego, en la práctica, esta libertad de culto muchas veces no se aplica como debiera. Sobre el papel, todos los ciudadanos son iguales en los países musulmanes. En realidad, debido a la falta de distinción entre religión y política en la tradición musulmana, los cristianos pueden acabar siendo tratados como ciudadanos de segunda categoría. Más preocupante todavía es la situación en algunos de los países que se dicen "estados islámicos" y que aplican la "charia" no sólo en la vida privada sino en la social, tanto a musulmanes como a los que no lo son. "Esto es siempre discriminatorio y, por tanto, contrario a los derechos del hombre", señala el documento.
Los obispos de Oriente Medio no escatiman comentarios sobre la situación en algunos países. De Iraq dicen que "la guerra ha desencadenado las fuerzas del mal, en las confesiones religiosas y en las corrientes políticas". De Egipto –donde hay la mayor comunidad cristiana de la región- alertan de que el crecimiento del islamismo político expone a los cristianos a la intolerancia, la desigualdad y la injusticia.
En este tercer milenio, la Iglesia católica, que se halla robusta en América Latina y vive un auge en África, lucha por frenar su declive en influencia social y moral en Europa, así como asegurar su supervivencia en la región de sus orígenes, en Tierra Santa y Oriente Medio.