En la mayor economía de Europa residen millones de ciudadanos procedentes de otros países. La comunidad extranjera más importante es la turca, integrada por más de tres millones de personas. Özil, tercera generación de una familia turca, es uno de los muchos alemanes a los que los medios y la sociedad designan con frecuencia como "alemán de origen migratorio".
"¿No soy alemán? ¿No me ajusto a los criterios para ser un pleno alemán?", se preguntaba el mediocampista en un comunicado en inglés emitido este domingo en el que anunciaba que abandonaba la selección por sentirse atacado por sus raíces como consecuencia del escándalo que desató una foto que se tomó en Londres con el cuestionado presidente turco Recep Tayyip Erdogan.
"Nunca se refieren a mi amigo Lukas Podolski y a Miroslav Klose como germano-polacos, entonces ¿por qué yo soy germano-turco? ¿Es porque se trata de Turquía? ¿Es porque soy musulmán? Creo que esto tiene gran importancia. Yo he nacido y he sido educado en Alemania, entonces ¿por qué la gente no acepta que soy alemán?", continúa.
Las críticas y abucheos en el campo de juego tras la publicación de la foto con Erdogan han hecho explotar finalmente tras el Mundial de Rusia al futbolista del Arsenal, que había guardado silencio hasta ahora.
"Yo soy alemán cuando ganamos pero soy un inmigrante cuando perdemos. Aunque pague mis impuestos en Alemania, aunque haga donaciones a escuelas alemanas y a pesar de que gané la Copa del Mundo en 2014 con Alemania, todavía no soy aceptado en la sociedad", criticó.
Las acusaciones del futbolista han hecho sonar de nuevo las alarmas en un país con una sociedad cada vez más polarizada desde que en 2015 acogiera a cerca de 900.000 solicitantes de asilo y el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) capitalizara el descontento popular a través de un mensaje islamófobo y antiinmigración para alzarse como tercera fuerza política en el Parlamento alemán en las elecciones de septiembre de 2017.
"Es una señal alarmante cuando un gran futbolista alemán como Mesut Özil ya no se siente querido en su país por el racismo y no se siente representado por la DFB (Federación Alemana de Fútbol)", escribió la ministra de Justicia alemana, Katarina Barley, en la red social Twitter.
La presidenta del Partido Socialdemócrata (SPD), Andrea Nahles, comentó que si bien Özil cometió un error al fotografiarse con Erdogan, existe un riesgo entre los inmigrantes de la sociedad de sentirse excluidos "especialmente cuando las cosas van mal y se buscan chivos expiatorios rápidamente".
"(El presidente de la DFB, Reinhard) Grindel hace trizas nuestra historia de integración. ¿Quieren que los jóvenes turcos alemanes jueguen pronto para Erdogan?", criticó por su parte el diputado de los Verdes Cem Özdemir, de origen turco.
Para la ultraderecha alemana, que ha alentado a cierta parte de la sociedad con su dialéctica xenófoba, islamófoba y ultranacionalista, Özil es una prueba de los problemas de integración que existen en el país europeo.
"Es un ejemplo típico de la integración fallida de demasiados inmigrantes de la esfera cultural turco-musulmana", declaró la presidenta de la fracción parlamentaria de AfD, Alice Weidel.
No es la primera vez que el combinado nacional es objeto de las críticas de la ultraderecha. "La gente lo considera un buen futbolista, pero no quiere tener a (Jérôme) Boateng como su vecino", afirmó en 2016 el ahora copresidente de AfD Alexander Gauland sobre el defensa de padre ghanés y madre alemana.
Beatrice von Storch, eurodiputada de la formación ultraderechista y uno de sus rostros más mediáticos, fue más allá y no dudó en escribir en Twitter, durante las semifinales de la Eurocopa de 2016, que "quizá la próxima vez debería jugar de nuevo la SELECCIÓN ALEMANA".
La denuncia de Özil ha sacado ahora de nuevo los colores a un país que lucha desde hace tiempo por sofocar los mensajes incendiarios racistas y ondear de nuevo la bandera de la tolerancia a pesar de que ya hace ocho años la canciller alemana, Angela Merkel, afirmara que el concepto de "sociedad multicultural alemana" había fracasado.
"¿No soy alemán? ¿No me ajusto a los criterios para ser un pleno alemán?", se preguntaba el mediocampista en un comunicado en inglés emitido este domingo en el que anunciaba que abandonaba la selección por sentirse atacado por sus raíces como consecuencia del escándalo que desató una foto que se tomó en Londres con el cuestionado presidente turco Recep Tayyip Erdogan.
"Nunca se refieren a mi amigo Lukas Podolski y a Miroslav Klose como germano-polacos, entonces ¿por qué yo soy germano-turco? ¿Es porque se trata de Turquía? ¿Es porque soy musulmán? Creo que esto tiene gran importancia. Yo he nacido y he sido educado en Alemania, entonces ¿por qué la gente no acepta que soy alemán?", continúa.
Las críticas y abucheos en el campo de juego tras la publicación de la foto con Erdogan han hecho explotar finalmente tras el Mundial de Rusia al futbolista del Arsenal, que había guardado silencio hasta ahora.
"Yo soy alemán cuando ganamos pero soy un inmigrante cuando perdemos. Aunque pague mis impuestos en Alemania, aunque haga donaciones a escuelas alemanas y a pesar de que gané la Copa del Mundo en 2014 con Alemania, todavía no soy aceptado en la sociedad", criticó.
Las acusaciones del futbolista han hecho sonar de nuevo las alarmas en un país con una sociedad cada vez más polarizada desde que en 2015 acogiera a cerca de 900.000 solicitantes de asilo y el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) capitalizara el descontento popular a través de un mensaje islamófobo y antiinmigración para alzarse como tercera fuerza política en el Parlamento alemán en las elecciones de septiembre de 2017.
"Es una señal alarmante cuando un gran futbolista alemán como Mesut Özil ya no se siente querido en su país por el racismo y no se siente representado por la DFB (Federación Alemana de Fútbol)", escribió la ministra de Justicia alemana, Katarina Barley, en la red social Twitter.
La presidenta del Partido Socialdemócrata (SPD), Andrea Nahles, comentó que si bien Özil cometió un error al fotografiarse con Erdogan, existe un riesgo entre los inmigrantes de la sociedad de sentirse excluidos "especialmente cuando las cosas van mal y se buscan chivos expiatorios rápidamente".
"(El presidente de la DFB, Reinhard) Grindel hace trizas nuestra historia de integración. ¿Quieren que los jóvenes turcos alemanes jueguen pronto para Erdogan?", criticó por su parte el diputado de los Verdes Cem Özdemir, de origen turco.
Para la ultraderecha alemana, que ha alentado a cierta parte de la sociedad con su dialéctica xenófoba, islamófoba y ultranacionalista, Özil es una prueba de los problemas de integración que existen en el país europeo.
"Es un ejemplo típico de la integración fallida de demasiados inmigrantes de la esfera cultural turco-musulmana", declaró la presidenta de la fracción parlamentaria de AfD, Alice Weidel.
No es la primera vez que el combinado nacional es objeto de las críticas de la ultraderecha. "La gente lo considera un buen futbolista, pero no quiere tener a (Jérôme) Boateng como su vecino", afirmó en 2016 el ahora copresidente de AfD Alexander Gauland sobre el defensa de padre ghanés y madre alemana.
Beatrice von Storch, eurodiputada de la formación ultraderechista y uno de sus rostros más mediáticos, fue más allá y no dudó en escribir en Twitter, durante las semifinales de la Eurocopa de 2016, que "quizá la próxima vez debería jugar de nuevo la SELECCIÓN ALEMANA".
La denuncia de Özil ha sacado ahora de nuevo los colores a un país que lucha desde hace tiempo por sofocar los mensajes incendiarios racistas y ondear de nuevo la bandera de la tolerancia a pesar de que ya hace ocho años la canciller alemana, Angela Merkel, afirmara que el concepto de "sociedad multicultural alemana" había fracasado.