Curanderos indígenas trabajan junto a médicos en hospital de Bolivia


LA PAZ. - Hojas de coca vuelan por el aire y caen sobre una mesa donde una curandera indígena las observa y recomienda la terapia a seguir a pacientes que llegan a un hospital de Bolivia, donde manosantas, vestidos con trajes típicos multicolores, trabajan junto a médicos profesionales.



Los amautas
Los amautas

El hospital de El Alto, ciudad vecina de La Paz y habitada principalmente por indígenas pobres, ha comenzado a ofrecer desde hace unos cuatro meses este servicio a los enfermos.

Dependiendo de los casos, los indígenas preparan infusiones de variadas hierbas para sanar problemas físicos, malestares de estómago, calambres, insomnios y hasta "los dolores del alma" con mejunjes o brebajes cuya elaboración mantienen en secreto.

La intervención de estos sanadores de medicina no tradicional "cumple el espíritu de la nueva Constitución boliviana", que reivindica los conocimientos de los pueblos originarios, dijo Jaime Agramont, médico director del Hospital Agramont, que lleva el apellido de su familia.

Por ello, el nosocomio ha hecho un acuerdo con ocho sabios indígenas quechuas y aymaras, que tratan enfermedades de todo tipo y también espirituales.

El primer paso del paciente al ingresar al hospital es conocer la opinión del sabio aymara o quechua, quien determina si la enfermedad que padece puede ser tratada bajo terapia indígena o académica.

"Cuando vienen los pacientes, leemos primero las hojas de coca para ver la gravedad del caso y determinar si requiere un médico profesional", comentó a la AFP la "médica amauta" Julia Cachaca.

 

Una práctica ancestral

 

La lectura de las hojas de coca es una práctica ancestral en Bolivia, con lenguajes y simbolismos que se transmiten de padres a hijos.

Julia Cachaca está vestida con un traje típico en el que predomina la lana de llama, un sombrero y una vistosa manta multicolor, un atuendo que se destaca frente al blanco uniforme de los médicos.

Sobre una mesa de madera, cubierta con un lienzo, la mujer lanza puñados de hojas de coca al aire e interpreta qué hacer según cómo se posen sobre el mueble.

Las hojas son verdes a un lado y más amarillas al otro. Si sobre la mesa las hojas visibles son menos oscuras, entonces los mensajes de los dioses indígenas son benignos y puede intervenir un curandero. Si predomina el oscuro sobre la mesa, la terapia queda en manos de un médico profesional.

Los indígenas creen que cuando alguien ha sufrido un accidente, su espíritu o alma ('ajayu' en aymara) se asusta y se aleja del cuerpo, impidiendo una rápida sanación.

Para que ese espíritu retorne al cuerpo del enfermo los curanderos se desplazan primero al lugar donde se produjo el accidente, recogen tierra del lugar y además llevan prendas de vestir, para que el espíritu luego tenga un "vehículo" para ser "transportado" al hospital.

Los espíritus "se asustan, por eso hay que llamarlos", afirmó Filomena Huaqui, otra amauta. "Lo mismo pasa con el endemoniado, que también se trata e inmediatamente se recupera", agrega.

Para convocarlos arman lo que denominan 'mesas', con ofrendas para la Pachamama, la madre-tierra, donde ofrecen dulces, hierbas, semillas y raíces de plantas variadas que se queman, principalmente en las casas, en piras armadas como si fueran torres.

 

Ronda de visita a pacientes

 

Julia Cachaca participa en la ronda de visitas que todos los días y muy temprano realizan los médicos para evaluar la salud de los pacientes.

En la cama de una sala está postrado Florentino Mamani, de 56 años, tras sufrir hace más de una semana una fuerte caída que le provocó "un hematoma subdural" en la cabeza, explicó el doctor Agramont.

Mamani recibió una terapia tradicional y otra indígena: fue operado para limpiar los coágulos de sangre y su espíritu fue invocado para que "vuelva al cuerpo".

"Hemos hecho llamar a su espíritu (con una de las curanderas) y ya está bien, está mejorando", contó su esposa, Teodora Canaviri, a la AFP.

En una de sus muñecas Mamani lleva una pulsera multicolor de lana, para "ayudar a su 'ajayu' en la mejoría".

El doctor Agramont señaló sin embargo que las terapias que ofrece el hospital con manosantas indígenas están aún en proceso de evaluación y verificación de resultados.

El nosocomio privado, con seis pisos y capacidad para 85 camas, tiene 18 años de existencia y la incursión de los médicos amautas sólo data de hace cuatro meses.

En toda Bolivia hay unos 2.500 amautas, también llamados 'yatiris', 'kallawayas' o 'jampiris', quienes están agrupados en una asociación reconocida por el gobierno.

Sábado, 21 de Diciembre 2013
AFP (Agencia France-Presse)
           


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