Un dólar estadounidense
El Fondo Monetario Internacional (FMI) anunció este viernes esta reunión tras la invitación del Banco Central de China, en el marco de los esfuerzos dirigidos a estabilizar el sistema monetario mundial.
Poco antes, el presidente de la Reserva Federal (FED), Ben Bernake, reconoció que el riesgo de deflación era "superior al deseable", alimentando las conjeturas sobre nuevas medidas de apoyo a la renqueante economía norteamericana, lo que contribuyó a la caída del billete verde.
Así, el euro llegó a cotizar a 1,4159 dólares a las 12H15 GMT, su nivel más alto desde el 26 de enero, aunque posteriormente retrocedió (a las 16H00 GMT) a 1,4019 dólares, contra 1,4083 USD el jueves por la noche.
El dólar tuvo que hacer frente a ataques por todos los lados, llegando incluso a cotizar a la par con el dólar australiano por primera vez desde finales de 1983 o cotizar en su nivel más bajo en los últimos 15 años con respecto a la divisa japonesa (un dólar a 80,00 yenes a las 12H20 GMT).
La jornada ya había comenzado tensa después de que Japón expresara su inquietud por la fortaleza del yen y de que China pidiera a Washington dejar de usar al yuan como "chivo expiatorio".
A una semana de la reunión de los ministros de Finanzas del G20 en la ciudad surcoreana de Gyenongju y antes de una cumbre del grupo prevista los 11 y 12 de noviembre en Seúl, aumenta la preocupación sobre las consecuencias de una guerra de divisas en la que cada país haría todo por devaluar su divisa para dinamizar su economía en detrimento de las demás.
El primer ministro japonés, Naoto Kan, se declaró este viernes "muy preocupado" por la fortaleza del yen, que marca máximos frente al dólar en 15 años, lo que perjudica a las exportaciones niponas.
El gobierno chino advirtió por su parte que la tasa de cambio del yuan no debía ser el "chivo expiatorio de los problemas internos estadounidenses" horas antes de la publicación de un informe semestral del departamento del Tesoro estadounidense que podría acusar a Pekín de manipular su moneda.
El mes pasado, el secretario estadounidense del Tesoro, Timothy Geithner, acusó a las autoridades chinas de intervenir "de forma masiva para limitar la presión al alza, sobre su moneda, de las fuerzas del mercado". Luego, sin embargo, expresó su confianza de que los chinos dejen que el yuan se revalúe gradualmente.
El viernes, el banco central fijó la cotización de la moneda china a su máximo desde junio: 6,6497 yuanes por un dólar. Pero China ha descartado cualquier apreciación brutal de su moneda.
La presión estadounidense sobre Pekín no está, sin embargo, cerca de ceder puesto que el déficit comercial de Estados Unidos con China alcanzó en agosto la suma sin precedentes de 28.000 millones de dólares, de un déficit total de 46.300 millones de dólares.
Las economías de los países emergentes, muchos de ellos asiáticos, están viendo una llegada masiva de flujo de capitales buscando mayores rendimientos que los que se pueden encontrar en Europa o Estados Unidos, donde el crecimiento sigue siendo moderado. Esos flujos de capital empujan las divisas hacia lo alto.
Poco antes, el presidente de la Reserva Federal (FED), Ben Bernake, reconoció que el riesgo de deflación era "superior al deseable", alimentando las conjeturas sobre nuevas medidas de apoyo a la renqueante economía norteamericana, lo que contribuyó a la caída del billete verde.
Así, el euro llegó a cotizar a 1,4159 dólares a las 12H15 GMT, su nivel más alto desde el 26 de enero, aunque posteriormente retrocedió (a las 16H00 GMT) a 1,4019 dólares, contra 1,4083 USD el jueves por la noche.
El dólar tuvo que hacer frente a ataques por todos los lados, llegando incluso a cotizar a la par con el dólar australiano por primera vez desde finales de 1983 o cotizar en su nivel más bajo en los últimos 15 años con respecto a la divisa japonesa (un dólar a 80,00 yenes a las 12H20 GMT).
La jornada ya había comenzado tensa después de que Japón expresara su inquietud por la fortaleza del yen y de que China pidiera a Washington dejar de usar al yuan como "chivo expiatorio".
A una semana de la reunión de los ministros de Finanzas del G20 en la ciudad surcoreana de Gyenongju y antes de una cumbre del grupo prevista los 11 y 12 de noviembre en Seúl, aumenta la preocupación sobre las consecuencias de una guerra de divisas en la que cada país haría todo por devaluar su divisa para dinamizar su economía en detrimento de las demás.
El primer ministro japonés, Naoto Kan, se declaró este viernes "muy preocupado" por la fortaleza del yen, que marca máximos frente al dólar en 15 años, lo que perjudica a las exportaciones niponas.
El gobierno chino advirtió por su parte que la tasa de cambio del yuan no debía ser el "chivo expiatorio de los problemas internos estadounidenses" horas antes de la publicación de un informe semestral del departamento del Tesoro estadounidense que podría acusar a Pekín de manipular su moneda.
El mes pasado, el secretario estadounidense del Tesoro, Timothy Geithner, acusó a las autoridades chinas de intervenir "de forma masiva para limitar la presión al alza, sobre su moneda, de las fuerzas del mercado". Luego, sin embargo, expresó su confianza de que los chinos dejen que el yuan se revalúe gradualmente.
El viernes, el banco central fijó la cotización de la moneda china a su máximo desde junio: 6,6497 yuanes por un dólar. Pero China ha descartado cualquier apreciación brutal de su moneda.
La presión estadounidense sobre Pekín no está, sin embargo, cerca de ceder puesto que el déficit comercial de Estados Unidos con China alcanzó en agosto la suma sin precedentes de 28.000 millones de dólares, de un déficit total de 46.300 millones de dólares.
Las economías de los países emergentes, muchos de ellos asiáticos, están viendo una llegada masiva de flujo de capitales buscando mayores rendimientos que los que se pueden encontrar en Europa o Estados Unidos, donde el crecimiento sigue siendo moderado. Esos flujos de capital empujan las divisas hacia lo alto.