
La tumba "debe estar bajo soberanía israelí", alega el ministro de la Diplomacia Pública y de la Diáspora Yuli Edelstein.
Para el ministro palestino de Asuntos religiosos, Mahmud Habach, esta absolutamente excluido "ceder la menor parcela de la tierra de Palestina".
No está probado que la tumba sea un monumento judío, e incluso si los palestinos lo reconocieran como tal, "no aceptaremos jamás el menor control israelí sobre nuestra tierra", insistió en declaraciones a la AFP.
Una vez por mes, unos veinte buses con 50 pasajeros llegan bajo escolta de blindados hasta la lápida, renovada hace un año por el ejército israelí. Unos 600 soldados son movilizados cada vez, en colaboración con las fuerzas de seguridad palestinas.
Hay que esperar "cinco a seis meses" para obtener un lugar en uno de los buses que hace el trayecto entre una base militar en territorio ocupado palestino en la periferia de Nablus y la presunta tumba, se lamentó el rabino Nissim Attyas, que vive en la colonia vecina de Elon Moreh.
El lugar es desde hace tiempo un centro de peregrinación judío. El local fue restaurado cuando Israel comenzó a ocupar Cisjordania en 1967 y su acceso siguió abierto a los judíos después de los acuerdos de Oslo y la retirada israelí de Nablus en 1995.
Pero en octubre de 2000, al comenzar la segunda Intifada, el sitio fue parcialmente destruido y abandonado por Israel.
Desde 2007, el ejército israelí autoriza una peregrinación mensual durante la noche para evitar todo contacto con la población palestina.
Yuli Edelstein, un allegado al primer ministro Benjamin Netanyahu, exige "el acceso libre" al lugar esperando un "gesto de buena voluntad" de la Autoridad Palestina que administra el sector desde los acuerdos de Oslo II (1995).
"Esta excluido tomar la tumba por la fuerza", asegura este ministro del Likud (derecha nacionalista) que fue a orar al lugar.
Junto a él, un coro de jefes religiosos y políticos del Shomron (la Samaria bíblica), reclama la tumba de José, el "primer sionista", que siguió siendo judío frente a los no judíos", según Gershom Messika, presidente del consejo regional.
Hijo del patriarca Jacob, José, vendido por sus hermanos y que llegó a ser virrey de Egipto, está enterrado allí según el Antiguo Testamento.
"José es el símbolo del renacimiento del pueblo judío en sus tierras. Es la razón por la que los árabes no quieren que lleguemos a este símbolo", explica Benny Katzover, figura de la colonización y activista del "Goush Emounim" o "Bloque de la fe".
Colonos y ortodoxos, soldados, hombres y mujeres llegan al lugar para venerar, bailar y cantar. Besan la lápida se acuestan encima, se balancean, balbucean y oran recitando el nombre de "Yosef".
En los alrededores, la ciudad palestina de Nablus, que marcó el ritmo de la segunda Intifada, duerme tranquila e indiferente.
Para el ministro palestino de Asuntos religiosos, Mahmud Habach, esta absolutamente excluido "ceder la menor parcela de la tierra de Palestina".
No está probado que la tumba sea un monumento judío, e incluso si los palestinos lo reconocieran como tal, "no aceptaremos jamás el menor control israelí sobre nuestra tierra", insistió en declaraciones a la AFP.
Una vez por mes, unos veinte buses con 50 pasajeros llegan bajo escolta de blindados hasta la lápida, renovada hace un año por el ejército israelí. Unos 600 soldados son movilizados cada vez, en colaboración con las fuerzas de seguridad palestinas.
Hay que esperar "cinco a seis meses" para obtener un lugar en uno de los buses que hace el trayecto entre una base militar en territorio ocupado palestino en la periferia de Nablus y la presunta tumba, se lamentó el rabino Nissim Attyas, que vive en la colonia vecina de Elon Moreh.
El lugar es desde hace tiempo un centro de peregrinación judío. El local fue restaurado cuando Israel comenzó a ocupar Cisjordania en 1967 y su acceso siguió abierto a los judíos después de los acuerdos de Oslo y la retirada israelí de Nablus en 1995.
Pero en octubre de 2000, al comenzar la segunda Intifada, el sitio fue parcialmente destruido y abandonado por Israel.
Desde 2007, el ejército israelí autoriza una peregrinación mensual durante la noche para evitar todo contacto con la población palestina.
Yuli Edelstein, un allegado al primer ministro Benjamin Netanyahu, exige "el acceso libre" al lugar esperando un "gesto de buena voluntad" de la Autoridad Palestina que administra el sector desde los acuerdos de Oslo II (1995).
"Esta excluido tomar la tumba por la fuerza", asegura este ministro del Likud (derecha nacionalista) que fue a orar al lugar.
Junto a él, un coro de jefes religiosos y políticos del Shomron (la Samaria bíblica), reclama la tumba de José, el "primer sionista", que siguió siendo judío frente a los no judíos", según Gershom Messika, presidente del consejo regional.
Hijo del patriarca Jacob, José, vendido por sus hermanos y que llegó a ser virrey de Egipto, está enterrado allí según el Antiguo Testamento.
"José es el símbolo del renacimiento del pueblo judío en sus tierras. Es la razón por la que los árabes no quieren que lleguemos a este símbolo", explica Benny Katzover, figura de la colonización y activista del "Goush Emounim" o "Bloque de la fe".
Colonos y ortodoxos, soldados, hombres y mujeres llegan al lugar para venerar, bailar y cantar. Besan la lápida se acuestan encima, se balancean, balbucean y oran recitando el nombre de "Yosef".
En los alrededores, la ciudad palestina de Nablus, que marcó el ritmo de la segunda Intifada, duerme tranquila e indiferente.