Diego Cornejo Menacho, o la dosis saludable


QUITO. - Hace un mes llegó a Diario La Hora el último libro de Diego Cornejo Menacho, ‘Nux vómica’: una antología de su paso por el periodismo escrito (1987 -2007). Desde su arribo, se planteó entrevistar al autor. El coordinar este encuentro tardó más de lo debido faltando a uno de los principios del periodismo: entregar la información de manera inmediata, en nuestro caso, al lector.



Diego Cornejo Menacho.
Diego Cornejo Menacho.
Lo que sucede es que al leer la obra no pude hacerlo de un ‘tirón’, aunque hay que resaltar que sí se puede por la facilidad con que escribe Cornejo Menacho.

Pero a mí me tocó hacerlo pausadamente. Quería que la ‘Nux vómica’ de sus palabras penetraran y corrieran por todo mi interior. Quería dosificar su dosis de 20 años. Entenderla con calma.

Esto porque quería encontrarme con el Diego Cornejo periodista: honesto y transparente, muy contrario a la plataforma mediática que busca desacreditarlo, esas campañas que sí son de pura ficción. Buscaba a aquel que me impresionó con su novela ‘Miércoles y estiércoles’ y que, verdaderamente, logra ‘ficcionar’ la realidad, donde escribe sobre el Caso Restrepo.

Conversamos sobre su nuevo libro, que hace referencia en su título a la nux vómica (que está en el tocte), que tiene capacidades curativas, así como que puede matar si se consume en exceso por la estricnina.

¿Dónde radica la necesidad de publicar este libro?

Radica en una necesidad subjetiva de dar cuenta de mi paso por el periodismo escrito. Pienso que tiene una dimensión social por cuanto el trabajo de los periodistas es visto como algo fútil, que termina en un solo día y nada más. Esta es una antología muy personal que contribuye a valorar el periodismo. Aquí confieso que he cometido periodismo. Aquí está la décima parte de mis escritos, que contienen una pintura de este país.

¿Cómo evalúa su paso por el periodismo escrito?

No podría entender mi vida sin el paso por el periodismo. Creo que contribuí a la comprensión de algunos fenómenos que se dieron en el lapso en que ejercí esta profesión. En 2007 decidí morir como periodista, y así lo anuncié. Terminé mi tercera vida y empecé con la cuarta, que está ligada a la literatura. Mis anteriores fueron como activista sindical y como editor de libros en El Conejo. Esta tercera vida fueron 20 años de reportero, editor y cronista a tiempo completo. Me gustó hacer periodismo escrito porque tiene menos glamour, pero más contenido.

¿Y cómo le va en esta ‘cuarta vida’?

Decidí optar por la literatura y la pintura, aunque vengo pintando y escribiendo desde hace tiempo. También estoy como funcionario de la Asociación Ecuatoriana de Editores de Periódicos (Aedep), responsabilidad que acepté por la situación que vive el país. Esto porque considero que en el periodismo hay valores y principios que no pueden ser devaluados.

Centrándonos en el libro, lo titula ‘Nux vómica’ y hace referencia a esta medicina natural. ¿Cómo y cuánto dosificó?

El periodismo es una dosificación diaria. En el caso del libro, la figura que se usa es que el periodismo es un veneno positivo como es el caso de la nux vómica, utilizada en la homeopatía y que sana al organismo. Creo que el periodismo dosificado y hecho con veracidad contribuye a la salubridad social y de la democracia. El título hace referencia a la estricnina que se obtiene del tocte y que, dosificada, es una de las medicinas más recurridas.

Al inicio indica que esta medicina combatió contra la peste en la Edad Media, ¿su libro contra qué combate?

Sirve para curar las pestes de intolerancia, de mordaza y de silencio. Pienso que la ‘nux vómica periodística’ puede combatir con estas pestes. Pese a lo que se diga y a las reflexiones que se hagan, los medios privados son los que trabajan de forma independiente. Por lo pronto, los medios privados son parte de la cura.

En 1998 aparece su artículo ‘Teoría del alcornoque’, donde señala que Ecuador es un corcho que no se hunde pero no tiene destino. Años más tarde, ¿piensa igual?

Recordemos que en el 98 se decía que todo se hunde, que el país se va a la profundidad. Soy de los que piensa que el país siempre sale a flote y que no te hundes, pero no hay norte y estamos a la deriva. Mucha gente cree que, actualmente, tenemos una estrella en el firmamento que nos guía. Ojalá sea cierto por el bien de todos.

En otro artículo titulado ‘Debe y Haber’, que trata sobre los 20 años de ‘retorno a la democracia’ (1979 -1999), indica que el Ecuador tiene cuatro ‘taras’: canibalismo político, corrupción, regionalismo y populismo. Ya superamos las tres décadas, ¿se mantienen esas taras, aumentan, quita alguna?

No quito, ni aumento nada. Esas taras se mantienen.

Varios personajes aparecen en sus artículos, pero hay uno que es muy recurrente: Alfredo Pareja Diezcanseco. ¿Cómo se desarrolló esa amistad entre ustedes?

Alfredo está muy presente en mis escritos, al igual que muchos otros personajes. Los últimos años de su vida estrechamos una gran amistad. En mi segunda vida, cuando fui editor de libros, edité su Historia del Ecuador en fascículos. Esto nos llevó a un diálogo constante que permitió establecer una amistad sincera. Mi primer encuentro con Alfredo Pareja Diezcanseco fue con su libro ‘El muelle’ y desde allí me encontré con una persona llena de cualidades, aun sin todavía conocerlo. En ‘Nux vómica’ hay algunos textos relacionados con él. Hay uno muy íntimo que se refiere a cuando estuve frente al cadáver de Alfredo Pareja. También está un perfil que siempre me conmueve mucho: el de Meche Cucalón de Pareja, quien fue su esposa.

Usted señala que uno de sus placeres es escribir con adjetivos, ¿qué otra cosa le causa placer?

Hay varias cosas pero diré las confesables. Me realizo mucho con los procesos creativos, concentrándome en la literatura y en la pintura. Trabajar con acuarelas y acrílicos me da placer. La relación con mis hijas y mis nietos también es un placer inigualable. Me gusta mucho mirar, lo cual me produce placer y reflexión.

Ya que menciona a las acuarelas, ¿por qué escogió este material que muchos menosprecian para pintar?

Me gustan mucho por su transparencia. Desde muchacho las hacía malas, pero pintaba junto a un tío acuarelista. Después, junto a Oswaldo Muñoz Mariño y Carlos Veloz, siento que he crecido. Y mira una coincidencia: la acuarela está relacionada con el periodismo, por su transparencia; además del placer estético que produce.

¿Y los acrílicos?

Trabajar con acrílico es otra cosa y, quizás, es menos complicado. Las acuarelas son más apropiadas para el paisaje, aunque estos paisajes son la sensación de un momento. Los acrílicos me permiten trabajar con la figura humana.

¿Cómo dibujaría y pintaría al Ecuador actual?

Preferiría no hacerlo.

¿Por qué?

No creo en la inspiración, pero pienso que debe existir una armonía cuando vas a pintar algo.

Yendo a otro placer, ¿cómo va el tema literario?

Estoy trabajando en una nueva novela.

¿Y sobre qué trata?

Es una novela política que sigue en proceso. Está avanzada en un 25% pero no quiero dar mayor detalle.

Entonces, tomando el tema político, en un artículo suyo reflexiona sobre la decisión de Alberto Acosta de incursionar en este espacio. Allí menciona que la política no es parte del club de los desencantados. ¿Por qué nunca se dejó ‘encantar’?

Nunca me he inclinado por una política partidista. Pero hay que recordar que el periodismo es una forma de hacer política, como todos los actos de la vida que tienen una proyección colectiva. Como periodista, como editor de libros y como activista sindical siempre he tenido una posición.

¿A qué periodista admira y por qué?

Al colombiano Omar Rincón y al español Miguel Ángel Bastenier por la singularidad con que realizan periodismo. Me encanta el periodista García Márquez por sus crónicas y reportajes que develan un trabajo excepcional. Admiro el humor del ‘Pájaro’ Febres Cordero y admiro mucho el trabajo de periodismo investigativo de Juan Carlos Calderón. En televisión me gusta lo que hace Janeth Hinostroza. En fin, me estoy olvidando de mucha gente, pero puedo afirmar que en Ecuador existen y han existido periodistas valiosos.

¿Qué pintor lo ha marcado?

Mi maestro en la acuarela es Edgar Whitney, uno de los más grandes acuarelistas para mí. Admiro mucho a Pablo Picasso. Pero, bueno, debo decir que los artistas me han marcado en cómo pensar, más que en cómo pintar.

¿Y en la literatura? ¿Qué libros y qué autores le han dejado su huella?

Cuando leí ‘El cuarteto de Alejandría’, de Lawrence Durrell, entendí muchas cosas; al igual que cuando leí a Henry Miller, o a personas como Alfredo Pareja Diezcanseco. No puedo dejar de mencionar a Cervantes. Ahora me considero un ‘kunderista’ ya que Milan Kundera considera a la novela no como un género sino como un arte. Recientemente me impresionó el cubano Leonardo Padura con ‘El hombre que amaba a los perros’. En fin, hay muchos que influyen...

Con su última respuesta queda intranquilo. Me lleva a su librero y me enseña lo que tiene. “Lo que pasa es que hay tantas cosas que uno lee y en diferentes etapas... bueno, pero esto podría responder a tu pregunta”. Hallo a Fernando Vallejo, Günter Grass, César Vallejo, Miguel de Cervantes y tantos otros grandes. Dando brincos con los dedos entre sus libros está también la ‘Rayuela’, de Julio Cortázar.

Me “saca pica” con un libro de Gabriel García Márquez (de los tantos que tiene del colombiano) y me enseña la firma de ‘Gabo’ acompañada de un “Para mi amigo”.

Al despedirnos, le pido que firme su libro para ver si le saco también “la pica” a alguien (reímos). Escribe que ‘Nux vómica’ es la “huella de mis ‘delitos’ en el periodismo escrito”. Solo pienso que quisiera ser igual de ‘delincuente’.
Domingo, 1 de Enero 2012
La Hora, Ecuador
           


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