Por su parte, la Cámara de Representantes estadounidense aprobó por un estrecho margen una iniciativa de ley sobre clima, la Ley de Energía Limpia y Seguridad Estadounidense (ley ACES), con una votación de 219-212 después de horas de acalorado debate. La ley demanda que las compañías estadounidenses reduzcan para 2020 en un 17 por ciento y para 2050 en un 83 por ciento las emisiones de dióxido de carbono y de otros gases productores del efecto invernadero con respecto a los niveles de 2005.
La nueva acción constituye un paso importante para que el gobierno estadounidense limite y reduzca las emisiones de gases productores del efecto invernadero, sin embargo, Estados Unidos no asumió su debida responsabilidad como un país desarrollado y mucho menos su autoproclamado "papel de liderazgo" para enfrentar el cambio climático.
Estados Unidos ha sido muy criticado desde que la administración Bush se retiró del Protocolo de Kyoto, que está destinado a frenar las emisiones de gas productor del efecto invernadero. La iniciativa de Obama de reajustar la política estadounidense sobre ahorro de energía y reducción de emisiones de gases productores del efecto invernadero ha servido para mejorar la imagen estadounidense sobre la cuestión. Pero sobre el asunto clave del compromiso de la reducción de emisiones, Washington no dio una respuesta satisfactoria a la comunidad internacional.
La nueva ley, aunque contiene algunas cláusulas sobre reducción del uso de combustible fósil, no menciona la responsabilidad del país ante el mundo sobre la cuestión.
Además, al usar al 2005 como parámetro, Estados Unidos sólo necesita reducir las emisiones en un 4 por ciento con respecto a los niveles de 1990, una base reconocida internacionalmente.
En comparación con el compromiso de la Unión Europea de una reducción del 20 por ciento en 2020 con respecto a los niveles de 1990, lo que Estados Unidos está haciendo en realidad es sólo un juego de números.
Algunos legisladores estadounidenses llegaron al extremo de proponer que se establezcan impuestos a la emisión de CO2 a los productos extranjeros que lleguen a Estados Unidos. Los expertos consideraron que los consumidores de esos productos, en lugar de sus fabricantes, serían los que pagarían el impuesto al CO2. Ese intento de los legisladores estadounidenses no tiene nada que ver con el "papel de liderazgo", sino que sólo esquiva la responsabilidad estadounidense en la reducción de emisiones.
Como la mayor economía del mundo con las mayores emisiones per cápita de dióxido de carbono, Estados Unidos tiene una responsabilidad directa en los esfuerzos mundiales para reducir las emisiones de gases productores del efecto invernadero.
Por lo tanto, cualquier progreso sustancial en las conversaciones de cambio climático de Copenhague previstas para diciembre de este año dependerá en gran parte de si Washington acepta establecer metas obligatorias de emisiones.
Aún queda por ver si la ley puede sobrevivir la votación en el Senado a fines de este año.
La suerte de la ley bien podría poner a prueba la determinación de Estados Unidos para desempeñar un papel de liderazgo en el mundo para combatir el cambio climático.
La nueva acción constituye un paso importante para que el gobierno estadounidense limite y reduzca las emisiones de gases productores del efecto invernadero, sin embargo, Estados Unidos no asumió su debida responsabilidad como un país desarrollado y mucho menos su autoproclamado "papel de liderazgo" para enfrentar el cambio climático.
Estados Unidos ha sido muy criticado desde que la administración Bush se retiró del Protocolo de Kyoto, que está destinado a frenar las emisiones de gas productor del efecto invernadero. La iniciativa de Obama de reajustar la política estadounidense sobre ahorro de energía y reducción de emisiones de gases productores del efecto invernadero ha servido para mejorar la imagen estadounidense sobre la cuestión. Pero sobre el asunto clave del compromiso de la reducción de emisiones, Washington no dio una respuesta satisfactoria a la comunidad internacional.
La nueva ley, aunque contiene algunas cláusulas sobre reducción del uso de combustible fósil, no menciona la responsabilidad del país ante el mundo sobre la cuestión.
Además, al usar al 2005 como parámetro, Estados Unidos sólo necesita reducir las emisiones en un 4 por ciento con respecto a los niveles de 1990, una base reconocida internacionalmente.
En comparación con el compromiso de la Unión Europea de una reducción del 20 por ciento en 2020 con respecto a los niveles de 1990, lo que Estados Unidos está haciendo en realidad es sólo un juego de números.
Algunos legisladores estadounidenses llegaron al extremo de proponer que se establezcan impuestos a la emisión de CO2 a los productos extranjeros que lleguen a Estados Unidos. Los expertos consideraron que los consumidores de esos productos, en lugar de sus fabricantes, serían los que pagarían el impuesto al CO2. Ese intento de los legisladores estadounidenses no tiene nada que ver con el "papel de liderazgo", sino que sólo esquiva la responsabilidad estadounidense en la reducción de emisiones.
Como la mayor economía del mundo con las mayores emisiones per cápita de dióxido de carbono, Estados Unidos tiene una responsabilidad directa en los esfuerzos mundiales para reducir las emisiones de gases productores del efecto invernadero.
Por lo tanto, cualquier progreso sustancial en las conversaciones de cambio climático de Copenhague previstas para diciembre de este año dependerá en gran parte de si Washington acepta establecer metas obligatorias de emisiones.
Aún queda por ver si la ley puede sobrevivir la votación en el Senado a fines de este año.
La suerte de la ley bien podría poner a prueba la determinación de Estados Unidos para desempeñar un papel de liderazgo en el mundo para combatir el cambio climático.