Edith Piaf
Revancha de una pequeña mujer de 1m47, aterrorizada por la soledad y que no se gustaba físicamente.
La "môme Piaf" (en "argot" francés significa niña y pájaro, respectivamente), cuyo verdadero nombre era Edith Gassion (1915-1963), hizo del amor su leitmotiv.
En sus canciones primero: "Himno al Amor", "Mi legionario", "Te tengo en la piel", "Los amantes de un día", "La vie en rose"... "Sin amor, uno no es nada", cantaba.
Esos versos seguían en su correspondencia con el amor de su vida, Marcel Cerdan. "Te amo irracionalmente, anormalmente, locamente, y no hay nada que pueda hacer".
"Te amaría de cualquier manera, aunque fueses un asesino", le dijo en sus misivas que cruzaban el Atlántico.
Las cartas incendiarias no sólo estaban destinadas a su querido boxeador. Porque aunque pasara horas rezando en su pieza, Piaf era una devoradora de hombres.
De Yves Montand a Georges Moustaki, pasando por Eddie Constantine, Jacques Pills, Paul Meurisse... sin olvidar su último amor, Theo Sarapo (ella misma le puso ese nombre de artista, que en griego significa "te amo"): Piaf convirtió a muchos hombres en sus "esclavos consentidos", según la expresión de uno de ellos.
"Tenía un poder de atracción increíble, era uno atrás de otro...", confirmó a la AFP su fotógrafo Hugues Vassal, enviado a su casa en 1957 tras una llamada de la estrella al diario France Dimanche: "cambié de amante, mándenme un fotógrafo!"
Para el reportero gráfico que la seguía casi a diario, Piaf, "tan pequeña, quería ser como su amiga Marlene Dietrich, tan alta y tan bella, que había seducido a Jean Gabin: multiplicar las conquistas para sentirse menos insegura, para demostrarse algo a sí misma".
Sobre todo, cuenta a la AFP Christie Laume, hermana de Théo Sarapo, "necesitaba estar enamorada para poder cantar".
Una mujer Pigmalión con los hombres
Al final de su vida, sus amores comienzan a volverse platónicos, asegura Charles Dumont, mencionado por muchos en la larga lista de sus amantes.
Porque más que amante, Piaf era una suerte de Pigmalión. A Montand, Moustaki o Sarapo, Piaf los formaba, los transformaba.
"Admitan que tengo suerte de tener tantos amantes. ¡Qué mujer no me los envidiaría! Son todos jóvenes, bellos, seductores, y después que me conocen, comienzan incluso a hallarles talento", dijo un día, con picardía.
"Cuando Piaf elegía a un hombre, nunca era por casualidad, tenía olfato, sabía descubrir el talento", asegura Hugues Vassal.
Con las mujeres era otra historia. Solía ser cruel cuando se sentía en competencia. "No le gustaba demasiado" la cercanía de ellas, según Christie Laume.
"Con las mujeres podía ser abominable", agrega Hugues Vassal.
La actriz y cantante francesa Line Renaud lo sabe en carne propia. Y evoca incluso un "complot" orquestado en 1954 por Piaf en el medio artístico, lo cual obligó a Renaud a refugiarse durante un tiempo en Las Vegas.
Según ella, "Piaf no era buena, era diabólica, sobre todo con las mujeres más jóvenes y bellas que ella".
Lo cual no impide que la "môme", señala Charles Dumont, haya protegido a otras mujeres que apreciaba, como Suzanne Flon y Annie Girardot. "Y nadie podía meterse con ellas!"
Algunos de sus colaboradores padecieron también a causa de su carácter voluble. Hugues Vassal recuerda que una mañana, Piaf dijo abruptamente a su acordeonista: "Lo he pensado mejor, tienes cara fea, a partir de ahora, vas a tocar atrás de la cortina".
Fue ella quien empujó a Charles Aznavour --otro "hombre de Piaf", sin haber sido su amante-- a hacerse cirujía estética en la nariz.
"Hay que perdonarla", dice Hugues Vassal, "vivía obsesionada con sus fantasmas: la madre que la abandonó, su hija Marcelle fallecida a los dos años, Cerdan...".
La "môme Piaf" (en "argot" francés significa niña y pájaro, respectivamente), cuyo verdadero nombre era Edith Gassion (1915-1963), hizo del amor su leitmotiv.
En sus canciones primero: "Himno al Amor", "Mi legionario", "Te tengo en la piel", "Los amantes de un día", "La vie en rose"... "Sin amor, uno no es nada", cantaba.
Esos versos seguían en su correspondencia con el amor de su vida, Marcel Cerdan. "Te amo irracionalmente, anormalmente, locamente, y no hay nada que pueda hacer".
"Te amaría de cualquier manera, aunque fueses un asesino", le dijo en sus misivas que cruzaban el Atlántico.
Las cartas incendiarias no sólo estaban destinadas a su querido boxeador. Porque aunque pasara horas rezando en su pieza, Piaf era una devoradora de hombres.
De Yves Montand a Georges Moustaki, pasando por Eddie Constantine, Jacques Pills, Paul Meurisse... sin olvidar su último amor, Theo Sarapo (ella misma le puso ese nombre de artista, que en griego significa "te amo"): Piaf convirtió a muchos hombres en sus "esclavos consentidos", según la expresión de uno de ellos.
"Tenía un poder de atracción increíble, era uno atrás de otro...", confirmó a la AFP su fotógrafo Hugues Vassal, enviado a su casa en 1957 tras una llamada de la estrella al diario France Dimanche: "cambié de amante, mándenme un fotógrafo!"
Para el reportero gráfico que la seguía casi a diario, Piaf, "tan pequeña, quería ser como su amiga Marlene Dietrich, tan alta y tan bella, que había seducido a Jean Gabin: multiplicar las conquistas para sentirse menos insegura, para demostrarse algo a sí misma".
Sobre todo, cuenta a la AFP Christie Laume, hermana de Théo Sarapo, "necesitaba estar enamorada para poder cantar".
Una mujer Pigmalión con los hombres
Al final de su vida, sus amores comienzan a volverse platónicos, asegura Charles Dumont, mencionado por muchos en la larga lista de sus amantes.
Porque más que amante, Piaf era una suerte de Pigmalión. A Montand, Moustaki o Sarapo, Piaf los formaba, los transformaba.
"Admitan que tengo suerte de tener tantos amantes. ¡Qué mujer no me los envidiaría! Son todos jóvenes, bellos, seductores, y después que me conocen, comienzan incluso a hallarles talento", dijo un día, con picardía.
"Cuando Piaf elegía a un hombre, nunca era por casualidad, tenía olfato, sabía descubrir el talento", asegura Hugues Vassal.
Con las mujeres era otra historia. Solía ser cruel cuando se sentía en competencia. "No le gustaba demasiado" la cercanía de ellas, según Christie Laume.
"Con las mujeres podía ser abominable", agrega Hugues Vassal.
La actriz y cantante francesa Line Renaud lo sabe en carne propia. Y evoca incluso un "complot" orquestado en 1954 por Piaf en el medio artístico, lo cual obligó a Renaud a refugiarse durante un tiempo en Las Vegas.
Según ella, "Piaf no era buena, era diabólica, sobre todo con las mujeres más jóvenes y bellas que ella".
Lo cual no impide que la "môme", señala Charles Dumont, haya protegido a otras mujeres que apreciaba, como Suzanne Flon y Annie Girardot. "Y nadie podía meterse con ellas!"
Algunos de sus colaboradores padecieron también a causa de su carácter voluble. Hugues Vassal recuerda que una mañana, Piaf dijo abruptamente a su acordeonista: "Lo he pensado mejor, tienes cara fea, a partir de ahora, vas a tocar atrás de la cortina".
Fue ella quien empujó a Charles Aznavour --otro "hombre de Piaf", sin haber sido su amante-- a hacerse cirujía estética en la nariz.
"Hay que perdonarla", dice Hugues Vassal, "vivía obsesionada con sus fantasmas: la madre que la abandonó, su hija Marcelle fallecida a los dos años, Cerdan...".