Es la medida diplomática más drástica tomada por Egipto frente a las críticas en el extranjero contra la represión llevada a cabo por las nuevas autoridades establecidas por los militares.
A día de hoy, la represión contra los islamistas se ha saldado con más de mil muertos, en su mayoría manifestantes pro-Mursi, y miles de arrestos.
El primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, cercano a la cofradía de los Hermanos Musulmanes de la que procede Mursi, calificó su derrocamiento el 3 de julio por el ejército de "golpe de Estado", un calificativo que muchos países, con Estados Unidos a la cabeza, rechazan.
Desde que el 14 de agosto las fuerzas de seguridad dispersaron por la fuerza a los manifestantes pro-Mursi, en un baño de sangre, Erdogan multiplicó las condenas, calificándolo de "masacre muy grave" de manifestantes "pacíficos".
El jueves afirmó que no sentía "ningún respeto por aquellos que llevaron a Mursi ante la justicia", refiriéndose al juicio abierto el 4 de noviembre al único presidente elegido democráticamente en Egipto. Se le acusa de "incitación al asesinato" de manifestantes en los disturbios ocurridos frente al palacio presidencial a finales de 2012.
El Cairo considera estas declaraciones "una injerencia inaceptable en los asuntos internos de Egipto" y "una provocación", por lo que el ministerio de Relaciones Exteriores convocó este sábado al embajador turco, Huseyin Avni Botsali, para comunicarle que era "persona non grata" en el país.
Al mismo tiempo, el ministerio informó de que el embajador egipcio, llamado a consultas el 15 de agosto en El Cairo, no regresará a Ankara y el nivel de la representación diplomática en Turquía quedará reducido a un encargado de negocios.
Situación 'temporal'
Ankara reaccionó afirmando que tomará "medidas recíprocas", pero el presidente turco Abdullah Gül prefirió este sábado calmar los ánimos, estimando que la situación era "temporal y coyuntural". Añadió que esperaba que "las relaciones se reanuden".
Las relaciones diplomáticas entre los dos países se tensaron cuando el ejército egipcio derrocó al presidente islamista Mohamed Mursi el pasado 3 de julio. Días antes millones de egipcios se echaron a la calle para pedir su dimisión, acusándolo de querer islamizar la sociedad a marchas forzadas y acaparar el poder en beneficio de los Hermanos Musulmanes.
Al día siguiente de la muerte de más de 600 personas, según fuentes oficiales, en la dispersión de dos concentraciones pro-Mursi el 14 de agosto, Ankara y El Cairo anunciaron que llamaban a consultas a sus embajadores respectivos. El embajador turco volvió a El Cairo en septiembre pero su homólogo egipcio nunca regresó a Ankara.
También anularon las maniobras navales conjuntas previstas en octubre.
Turquía no es el único país contra el que Egipto tomó medidas por sus críticas a las nuevas autoridades establecidas de hecho por el ejército.
El Cairo llamó a consultas a su embajador en Túnez el 28 de septiembre, pero regresó en noviembre.
Las relaciones diplomáticas entre Washington y El Cairo también se vieron afectadas. Estados Unidos decidió congelar parcialmente su ayuda a Egipto de 1.500 millones de dólares, de los cuales 1.300 para las fuerzas armadas.
A día de hoy, la represión contra los islamistas se ha saldado con más de mil muertos, en su mayoría manifestantes pro-Mursi, y miles de arrestos.
El primer ministro turco Recep Tayyip Erdogan, cercano a la cofradía de los Hermanos Musulmanes de la que procede Mursi, calificó su derrocamiento el 3 de julio por el ejército de "golpe de Estado", un calificativo que muchos países, con Estados Unidos a la cabeza, rechazan.
Desde que el 14 de agosto las fuerzas de seguridad dispersaron por la fuerza a los manifestantes pro-Mursi, en un baño de sangre, Erdogan multiplicó las condenas, calificándolo de "masacre muy grave" de manifestantes "pacíficos".
El jueves afirmó que no sentía "ningún respeto por aquellos que llevaron a Mursi ante la justicia", refiriéndose al juicio abierto el 4 de noviembre al único presidente elegido democráticamente en Egipto. Se le acusa de "incitación al asesinato" de manifestantes en los disturbios ocurridos frente al palacio presidencial a finales de 2012.
El Cairo considera estas declaraciones "una injerencia inaceptable en los asuntos internos de Egipto" y "una provocación", por lo que el ministerio de Relaciones Exteriores convocó este sábado al embajador turco, Huseyin Avni Botsali, para comunicarle que era "persona non grata" en el país.
Al mismo tiempo, el ministerio informó de que el embajador egipcio, llamado a consultas el 15 de agosto en El Cairo, no regresará a Ankara y el nivel de la representación diplomática en Turquía quedará reducido a un encargado de negocios.
Situación 'temporal'
Ankara reaccionó afirmando que tomará "medidas recíprocas", pero el presidente turco Abdullah Gül prefirió este sábado calmar los ánimos, estimando que la situación era "temporal y coyuntural". Añadió que esperaba que "las relaciones se reanuden".
Las relaciones diplomáticas entre los dos países se tensaron cuando el ejército egipcio derrocó al presidente islamista Mohamed Mursi el pasado 3 de julio. Días antes millones de egipcios se echaron a la calle para pedir su dimisión, acusándolo de querer islamizar la sociedad a marchas forzadas y acaparar el poder en beneficio de los Hermanos Musulmanes.
Al día siguiente de la muerte de más de 600 personas, según fuentes oficiales, en la dispersión de dos concentraciones pro-Mursi el 14 de agosto, Ankara y El Cairo anunciaron que llamaban a consultas a sus embajadores respectivos. El embajador turco volvió a El Cairo en septiembre pero su homólogo egipcio nunca regresó a Ankara.
También anularon las maniobras navales conjuntas previstas en octubre.
Turquía no es el único país contra el que Egipto tomó medidas por sus críticas a las nuevas autoridades establecidas de hecho por el ejército.
El Cairo llamó a consultas a su embajador en Túnez el 28 de septiembre, pero regresó en noviembre.
Las relaciones diplomáticas entre Washington y El Cairo también se vieron afectadas. Estados Unidos decidió congelar parcialmente su ayuda a Egipto de 1.500 millones de dólares, de los cuales 1.300 para las fuerzas armadas.