La elección de 508 diputados a la Asamblea del pueblo, la más importante de las dos cámaras del Parlamento, se efectúa a dos vueltas, la primera el 28 de noviembre y la segunda el 5 de diciembre.
Diez escaños suplementarios son designados directamente por Mubarak.
Oposición y organizaciones de defensa de los derechos cívicos han multiplicado las críticas contra la elección decidida de antemano en beneficio del Partido nacional demócrata (PND) en el poder, muy lejos de los requisitos necesarios para ser considerada libre y democrática.
Nadie prevé que haya un cambio de mayoría, la cuestión pendiente es el voto de los Hermanos Musulmanes, que temen perder muchos de los diputados obtenidos en el auge del movimiento, cuando en 2005 lograron un escaño de cada cinco.
A un año de la elección presidencial, este voto se anuncia también como un examen de la capacidad del poder para mantener una imagen de estabilidad, a pesar de las incertidumbres sobre la salud y la sucesión de Mubarak, de 82 años de edad y en el poder desde hace 29 años.
Operado de la vesícula biliar y de un pólipo al duodeno, Mubarak renició sus actividades, pero aún no ha dicho si volverá a postularse, aunque su entorno afirma que está dispuesto para un nuevo mandato.
Su hijo Gamal, del que dicen a menudo está apuntando a la presidencia, afirmó no tener "ambiciones personales".
La campaña legislativa estuvo marcada por numerosos enfrentamientos entre las fuerzas del orden y militantes de los Hermanos Musulmanes.
Primera fuerza de oposición en el país, la cofradía islamista denunció la detención de más de mil de sus simpatizantes en todo el país y la invalidación de algunas candidaturas.
Algunos altos responsables gubernamentales han manifestado públicamente sus voluntad de reducir al mínimo la presencia de los islamistas en el Parlamento.
"El PND y los Hermanos musulmanes son los únicos actores de la escena política. El resto de la oposición se limita a servir de decorado", estimó un editorialista del cotidiano independiente Al Masri al Yum, Hassan Nafaa, para el que "los egipcios no ganarán nada con estas elecciones".
Numerosas ONG egipcias y extranjeras también han criticado la organización y el ambiente de esta elección.
"La represión por el gobierno hace que elecciones libres y justas son extremadamente improbables este fin de semana", afirmó la organización Human Rights Watch.
Por el contrario, el presidente Mubarak y su primer ministro Ahmed Nazif prometieron públicamente elecciones "libres y regulares".
Pero al mismo tiempo, el poder rechazó como una "injerencia inaceptable" los llamados a la presencia de observadores internacionales, incluso al precio de fricciones con Estados Unidos, su gran aliado en la escena internacional.
La oposición laica, atomizada en unos veinte partido, no tiene estrategia común pero espera aprovechar de un reflujo de los islamistas para aumentar un poco su escasa presencia parlamentaria.
Mohamed ElBaradei, ex jefe de la Agencia internacional de la energía atómica (AIEA), no consiguió convencer a la oposición de boicotear pura y simplemente esta elección.
Diez escaños suplementarios son designados directamente por Mubarak.
Oposición y organizaciones de defensa de los derechos cívicos han multiplicado las críticas contra la elección decidida de antemano en beneficio del Partido nacional demócrata (PND) en el poder, muy lejos de los requisitos necesarios para ser considerada libre y democrática.
Nadie prevé que haya un cambio de mayoría, la cuestión pendiente es el voto de los Hermanos Musulmanes, que temen perder muchos de los diputados obtenidos en el auge del movimiento, cuando en 2005 lograron un escaño de cada cinco.
A un año de la elección presidencial, este voto se anuncia también como un examen de la capacidad del poder para mantener una imagen de estabilidad, a pesar de las incertidumbres sobre la salud y la sucesión de Mubarak, de 82 años de edad y en el poder desde hace 29 años.
Operado de la vesícula biliar y de un pólipo al duodeno, Mubarak renició sus actividades, pero aún no ha dicho si volverá a postularse, aunque su entorno afirma que está dispuesto para un nuevo mandato.
Su hijo Gamal, del que dicen a menudo está apuntando a la presidencia, afirmó no tener "ambiciones personales".
La campaña legislativa estuvo marcada por numerosos enfrentamientos entre las fuerzas del orden y militantes de los Hermanos Musulmanes.
Primera fuerza de oposición en el país, la cofradía islamista denunció la detención de más de mil de sus simpatizantes en todo el país y la invalidación de algunas candidaturas.
Algunos altos responsables gubernamentales han manifestado públicamente sus voluntad de reducir al mínimo la presencia de los islamistas en el Parlamento.
"El PND y los Hermanos musulmanes son los únicos actores de la escena política. El resto de la oposición se limita a servir de decorado", estimó un editorialista del cotidiano independiente Al Masri al Yum, Hassan Nafaa, para el que "los egipcios no ganarán nada con estas elecciones".
Numerosas ONG egipcias y extranjeras también han criticado la organización y el ambiente de esta elección.
"La represión por el gobierno hace que elecciones libres y justas son extremadamente improbables este fin de semana", afirmó la organización Human Rights Watch.
Por el contrario, el presidente Mubarak y su primer ministro Ahmed Nazif prometieron públicamente elecciones "libres y regulares".
Pero al mismo tiempo, el poder rechazó como una "injerencia inaceptable" los llamados a la presencia de observadores internacionales, incluso al precio de fricciones con Estados Unidos, su gran aliado en la escena internacional.
La oposición laica, atomizada en unos veinte partido, no tiene estrategia común pero espera aprovechar de un reflujo de los islamistas para aumentar un poco su escasa presencia parlamentaria.
Mohamed ElBaradei, ex jefe de la Agencia internacional de la energía atómica (AIEA), no consiguió convencer a la oposición de boicotear pura y simplemente esta elección.