Marruecos acogerá el jueves una reunión entre los dos parlamentos rivales libios, y la próxima semana está previsto un encuentro en Argelia entre las distintas partes del conflicto, según la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Libia (MANUL).
Los vecinos de Libia son conscientes de la gravedad de la crisis, que se ha internacionalizado con la intervención de los yihadistas del EI, un grupo que ya lucha en Siria y en Irak.
"La proximidad geográfica aumenta evidentemente los riesgos" para Túnez, Argelia y Marruecos, destaca Jamil Sayah, presidente del Observatorio tunecino de seguridad global.
Por lo tanto hace falta que estos países elaboren "una estrategia conjunta para asfixiar al EI en las fronteras libias", añade.
Argelia, que no suele pronunciarse sobre estos temas, parece "mejor armada" para afrontar el problema, al haber vivido "una guerra de este tipo" contra los grupos yihadistas en los años 1990, precisa el experto.
Hasta ahora sus vecinos parecían concentrados en cortar la afluencia de combatientes a Siria, Irak y Libia. Entre 2.000 y 3.000 tunecinos y 1.500 marroquíes habrían partido, según Túnez y Rabat.
En el verano de 2014, Marruecos reforzó el control de viajeros sospechosos de querer engrosar las filas del EI y es consciente del peligro. El EI "no deja de proclamar su intención de extenderse a otros países del Magreb árabe a partir de Libia", recordó el ministerio del Interior marroquí.
- Confusión -
Túnez asegura haber impedido a miles de personas salir del país para unirse al grupo y vigila a los 500 que regresaron.
Pero la porosidad de su frontera con Libia dificulta la lucha. Según el EI, un tunecino participó en el asalto de enero al hotel Corinthia de Trípoli en el que murieron nueve personas y otro cometió un atentado suicida en Bengasi.
En los últimos meses varios tunecinos que forman parte del EI han amenazado al país.
La situación es muy compleja y también por motivos socio-económicos. El sur de Túnez lleva décadas viviendo de distintos tráficos con Libia. El país se expone a una explosión social si cierra la frontera o si los controles fueran demasiado minuciosos.
Las autoridades no parecen seguir una línea clara.
"El terrorismo se alimenta del contrabando y el contrabando coexiste con el terrorismo", insistió esta semana el ministro del Interior, Najem Gharsalli. "Esto tiene que acabarse", advirtió.
Días antes, el ministerio de Defensa afirmaba sin embargo que "no vale la pena preocuparse" porque "las distintas partes (libias) combaten las unas contra las otras. Túnez para ellos no es una prioridad".
Con la apertura de dos consulados, Túnez parece orientarse al restablecimiento de vínculos directos con el gabinete creado por las milicias de Fajr Libya en Trípoli. También mantiene relaciones con el gobierno reconocido por la comunidad internacional e instalado en el este de Libia.
"No tenemos la impresión de que haya una estrategia clara, sino que van a tientas", resume Sayah.
La política de seguridad de los países del Magreb no puede aportar una solución definitiva porque "los factores que producen este fenómeno siguen presentes", afirma Mohamed Masbah, investigador del centro Carnegie, que cita "la vulnerabilidad económica, social y emocional de los jóvenes".
"El Estado debe reformular el desarrollo regional, concentrarse en las regiones que sufren", aboga este experto en movimientos islamistas.
Otro de los problemas es la integración de los que regresan al país. Argelia ha propuesto acoger un taller sobre este tema, aprovechando su experiencia en la materia.