John Fitzgerald Kennedy ( JFK ) fue una figura controvertida para el stablishment (clase dirigente) norteamericano por sus posiciones sobre el estado y las relaciones internacionales. Muchos factores políticos tenían los medios, el poder y las razones para asesinarlo. A pesar de los informes y las teorías sobre este caso, lo cierto es que, cuarenta y cinco años después, todo lo que rodeó la figura de JFK, sigue generando polémica, y su muerte fue recordada por muchos el 22 de noviembre.
John Fitzgerald Kennedy fue el trigésimo quinto presidente de los Estados Unidos y con 42 años, logró romper paradigmas por sus puntos de vista sobre política interna y externa.
La pregunta de quién orquestó el asesinato del Presidente Kennedy tiene muchas aristas y hace necesario un análisis más profundo. La interrogante es: ¿Quién tenía el motivo, los medios y la oportunidad para asesinar a John F. Kennedy?
Para entender el problema es importante tomar en cuenta el vértice cubano de la historia.
"La CIA y sus auspiciadores estaban acostumbrados a matar para hacer cumplir sus planes; así también la mafia, e igual los batistianos. ¿Por qué no colaborar en una nueva empresa de riesgo compartido? Eliminar a Kennedy serviría no sólo de castigo ejemplar, sino también para permitir una acción más agresiva contra Cuba y en Latinoamérica". |
Rumbaut recordó que básicamente tres sectores deseaban a toda costa acabar con la revolución cubana: Primero, los batistianos exiliados que se fugaron en enero de 1959, formando prontas relaciones con la CIA, el Departamento de Estado, y la Casa Blanca.
Segundo, la mafia estadounidense, deseosa de retomar su posición privilegiada en Cuba, donde mantenía una provechosa base de operaciones para los negocios con la droga, la prostitución y el juego, fuera del alcance directodel FBI, pero sin duda con la anuencia del organismo estadounidense.
Tercero, el gobierno de Estados Unidos como representante de las corporaciones que controlaban en Cuba las mejores tierras, los ferrocarriles, las compañías de electricidad, de teléfonos y fruta, los mejores hoteles y casinos (este último terreno compartido con la mafia) y más.
"Eran tiempos de la Guerra Fría y del final del colonialismo. La CIA había derrocado los gobiernos elegidos de Irán en 1953 y Guatemala en 1954, y tenía la luz verde para acabar con la Revolución Cubana".
Poco después de que Kennedy ganara unas sorpresivas elecciones y ocupara la presidencia en enero de 1961, recibiría los planes de la CIA para la invasión de Cuba por Playa Girón para su visto bueno. "Habiendo hecho campaña acusando a Nixon de ser flojo ante la amenaza comunista, no podía dejar de actuar. Aprobó la invasión, pero con la condición de que no quedara marcada por la huella de Estados Unidos. Todo tenía que ser visto como la acción de los exiliados, organizados y operando por sí solos".
Rumbaut opina que en su prisa y arrogancia, el gobierno de EE.UU. no planificó lo suficiente. Muchos de los asaltantes de la operación en Playa Girón pasaron sólo días de entrenamiento antes de ser enviados. Pero Kennedy, insistiendo en enmascarar las fuerzas estadounidenses, había ordenado el cambio del lugar previsto originalmente para el desembarco: Trinidad, ciudad portuaria, cercana a las grupos armados contrarrevolucionarios financiados por Washington, que operaban en las montañas del Escambray.
Los invasores dependían del control militar aéreo para la cubierta necesaria del avance. Una vez establecidos declararían un gobierno en armas y pedirían la ayuda de Estados Unidos. Pero cometieron otro gran fallo: descuidaron el silencio que se esperaba para una operación de tales características. Miami entera estaba enterada de los planes y de su avance, incluyendo los revolucionarios allí residentes. La propia prensa estadounidense ya investigaba los rumores.
Cuba se movilizó para repeler la agresión, su ejército y las recién creadas milicias nacionales revolucionarias recibieron a la aviación enemiga con fuego antiaéreo. Cañonearon los barcos de transporte, cercanos a la costa, y contraatacaron con el puñado de aviones que tenían. Después de dos días se avizoraba la derrota. Sólo la aviación estadounidense, actuando abiertamente como tal, podía salvar la operación.
"¿Qué decía el comandante en jefe? Kennedy esperaba todavía poder encubrir la génesis estadounidense de la invasión, pero Khrushchev le había enviado una nota declarando que conocía el papel de Estados Unidos y asegurando todo el apoyo soviético necesario a los cubanos. Ante escándalos armados en Naciones Unidas, la opinión mundial ya era desfavorable. Kennedy dijo que no. La suerte de los invasores estaba sellada".
Kennedy, unipersonalmente, cargó con toda la culpa. Mientras tanto Cuba proclamaba el carácter socialista de su revolución. Revolución que quedaba consolidada con la que sería conocida en adelante como la primera gran victoria contra el imperialismo en América.
Rumbaut lo afirmó así: Kennedy, débil, tonto útil, abría las puertas a los misiles soviéticos que pronto llegarían para defender a la revolución, y pactaría MÁS TARDE un acuerdo con Khruschev, retirando de Turquía los misiles "Made in USA" y comprometiéndose a no repetir la invasión.
"Con ello, amenazaba la seguridad nacional. ¿y qué si otros países latinoamericanos se entusiasmaban con el ejemplo cubano? amén de los negocios de la mafia, y condenaba a los batistianos a un exilio de duración indefinida. Era un traidor. Había sellado su propia suerte".
La CIA y sus aupiciadores estaban acostumbrados a matar para hacer cumplir sus planes; así también la mafia, e igual los batistianos. ¿Por qué no colaborar en una nueva empresa de riesgo compartido? Eliminar a Kennedy serviría no sólo de castigo ejemplar, sino también para permitir una acción más agresiva contra Cuba y en Latinoamérica.
Otra versión
El General Fabián Escalante, ex jefe del contraespionaje cubano, autor de "La Guerra Secreta: Operaciones Encubiertas de la CIA Contra Cuba, 1959-1962", y "El Complot", habló con el periodista Jean-Guy Allard quien hizo unas revelaciones hasta ahora desconocidas sobre el asesinato de Kennedy.
Escalante contó en ese momento, que los interesados en el crimen eran "agentes de la CIA de la Operación 40 quienes estaban vehementemente contra Kennedy. Y entre ellos estaban Orlando Bosch, Luis Posada Carriles, Antonio Veciana y Félix Rodríguez Mendigutia".
El testimonio de Chauncey Holt, un agente que confesó pertenecer a la CIA y socio del crimen organizado coincide con esto. Holt identificó a Posada Carriles como uno de los cubanos exiliados que se encontraba en la Plaza Dealey en el momento del asesinato de Kennedy.
En su entrevista con Allard, Escalante detalló las muchas operaciones de la CIA en Latinoamérica en las que participaron cubanos de ese mismo grupo, originalmente entrenado por la CIA para la invasión de Playa Girón, como el golpe de Estado contra el gobierno del Presidente Salvador Allende en Chile.
Posada es acusado como uno de los autores intelectuales y materiales de volar un avión de Cubana de Aviación en el año 1976 que dejó como saldo 73 personas fallecidas, así como de estar vinculado con la CIA desde 1961.
Más cerca de Latinoamérica
En agosto de 1961, se celebró en Punta del Este (Uruguay) una reunión del Consejo Interamericano Económico y Social (CIES) con delegados de todos los países miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA), incluida Cuba (representada por Ernesto Che Guevara), y paralelamente Estados Unidos lanza la llamada Alianza para el Progreso, con la que pretendía frenar la creciente influencia de la revolución cubana en la región.
Para garantizar los objetivos de la alianza, Estados Unidos se comprometía a "cooperar" en aspectos técnicos y financieros. EL programa fracasó debido a que, tras el asesinato de Kennedy, sus sucesores limitaron la ayuda financiera estadounidense en América Latina, prefiriendo acuerdos bilaterales en los que primaba la cooperación militar.
Rumbaut refiere que "la llamada Alianza para el Progreso fue también la respuesta de Washington a las inquietudes que se manifestaban en Latinoamérica: por ejemplo, en Venezuela.
En mayo de 1958, Nixon visita a Caracas, y se encuentra con un pueblo que lo abuchea y le lanza huevos a su Cadillac, prácticamente deteniéndolo dentro de la multitud. Sólo meses después, en enero de 1959, Fidel, recién llegado a La Habana desde la Sierra Maestra, viaja a Caracas y recibe una cálida y tumultuosa bienvenida popular. Cuando John Kennedy tercia en diciembre de 1961, para firmar la Alianza con Rómulo Betancourt, su recibimiento es mucho más abierto y amistoso que el que le tocó a Nixon.
Venezuela no era el único punto álgido hacia el sur. En 1961, era ajusticiado Rafael Trujillo en la República Dominicana, abriendo paso a la elección del nacionalista Juan Bosch. Kennedy, siguiendo el camino marcado por Eisenhower, había firmado la orden de asesinar a Trujillo, pero se adelantaron los propios dominicanos.
El especialista opinó que la Alianza no podía exceder los límites del sistema que la había diseñado. "Fue un ensayo temprano del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), dirigido a amarrar los países del sur a Estados Unidos, económica y políticamente, a través de una pretendida asistencia desinteresada del proponente. Con todo, significaba un abordaje mucho más realista y pacífico que el trazado previamente en Guatemala y Cuba".
Hacia el exterior
Las estrategias de política exterior del sucesor de Kennedy, Lyndon Johnson, no pueden en justicia ser vistas sin considerar los sucesos anteriores de Playa Girón y la crisis de los misiles, ya en la década de la descolonización, pero igualmente reflejan el propósito inevitable de Estados Unidos respecto a Latinoamérica y los países neocolonizados a la vez que realzan sus diferencias con la política exterior de Kennedy.
"En 1964 Johnson ordenó a las fuerzas armadas a "tomar todo paso" necesario para apoyar el golpe militar en Brasil. En 1965 invadía a la República Dominicana para asegurar el retorno al poder del trujillismo. Intervenía también en Indonesia y Vietnam".
Kennedy difícilmente hubiera escapado de las dinámicas de los tiempos en que le tocó presidir, pero es posible que de no haber sido asesinado, hubiera ensayado una política exterior más enfocada en la distensión y la negociación, que en el enfrentamiento militar.
"Aún así: si murió como consecuencia de su desacuerdo con las acciones bélicas de EE.UU. en el contexto de su época, ¿qué espacio hubiera tenido para presidir de forma diferente a los demás? De forma contraria: si hubiese vencido en Playa Girón, ¿no hubiera quedado atado a la entonces exitosa política de intervención armada?".
El asesinato
Kennedy había llegado a la Casa Blanca en 1960, después de unas elecciones que ganó con un estrecho margen de votos y que fue para muchos sorpresivo. Su juventud y su estilo abierto imprimieron una nueva imagen en un momento muy adecuado para asumir el liderazgo de una nación en plena mutación social.
En lo político, los resultados no siempre fueron lo que se esperaba y en aquel otoño de 1963, las repercusiones de la desastrosa crisis de los misiles de Cuba, sumadas a los primeros rumores sobre los delitos cometidos en Vietnam y a la polémica sobre los derechos civiles no constituían buenas noticias para su reelección, por lo que se aventuró a una intensa campaña política ese año.
El matrimonio Kennedy, acompañado por el vicepresidente Lyndon Johnson y su esposa, partieron el 20 de noviembre de 1963 con destino a Texas, en una visita que tocaría San Antonio, Houston, Fort Worth y, finalmente, Dallas.
A las 12,30 (hora local) de aquel viernes 22 de noviembre de 1963, tres balas (más de tres, según versiones no oficiales) fueron disparadas en la plaza Dealey de Dallas, al paso del descapotable automóvil presidencial. Minutos después, Estados Unidos y el mundo recibían una noticia que sembró la conmoción y el desconcierto: John F. Kennedy, el trigésimo quinto presidente de EE.UU., había sido asesinado.
Francy Figueroa