Dubái. El nombre de esta ciudad de los Emiratos Arabes poblada por rascacielos hace soñar a los trabajadores asiáticos en busca de un empleo bien remunerado.
Hace algo más de cinco años, Zunera y Shaista se fueron de su Punyab natal, en el centro de Pakistán, para seguir a Ayesha, una vecina que les propuso trabajo como esteticistas en un salón de Dubái.
Pero nada más llegar, Ayesha anunció a las dos hermanas que serían prostitutas.
"Nos echamos a llorar, pero nos dijo: 'viajáis con documentos falsos, si contáis algo os entregaremos a la policía'", cuenta a la AFP Zunera, que entonces tenía 16 años.
Durante cuatro años, su vida en Dubái se convirtió en una pesadilla, víctimas de agresiones y crueldades, recuerdan las hermanas.
La primera vez que ejercieron de prostitutas, Ayesha se quedó en la habitación para asegurarse de que cumplían los gustos de los clientes. Luego pidió a los hombres que dejaran el teléfono móvil encendido para poder escuchar lo que ocurría.
"Cada vez que rechazábamos actos sexuales, nos torturaba... amenazaba con matarnos si contábamos algo sobre el burdel", afirma Zunera, carcomida por la rabia, al lado de su hermana, inconsolable.
Las dos hermanas no podían salir ni hablar libremente entre ellas y sólo podían llamar a su familia en Pakistán ocasionalmente y bajo vigilancia.
Según un informe reciente del departamento de Estado estadounidense, las autoridades de los Emiratos Árabes Unidos se han esforzado en los últimos años por poner fin al tráfico de seres humanos y a las redes de proxenetas en el territorio.
Pero cientos de jóvenes paquistaníes siguen cayendo cada año en estas redes, denuncian los activistas de derechos humanos locales.
Y son tales las amenazas que pocas consiguen escapar y todavía menos denunciarlo públicamente.
- El precio de la libertad -
En marzo de 2013, Zunera y Shaista aprovecharon un viaje a Pakistán para renovar sus carnés de identidad para huir. Contaron a su hermana mayor Qamar lo que les había ocurrido y ella negoció con Ayesha para que las dejara en libertad.
Una libertad que Zunera pagó en carne propia. Unos hombres relacionados con la banda de proxenetas irrumpieron en la casa familiar y le pegaron tres tiros en una pierna.
"Ayesha incluso envió al hospital policías para acosarme y me obligaban a caminar rápido a pesar de estar recién operada", denuncia Zunera, que desde entonces cojea.
Aterrorizada por la banda y marginada por los vecinos, la familia huyó del pueblo.
"Las bandas envían cada semana a decenas de paquistaníes para prostituirse en Dubái. Pero nadie hace nada contra ellos", lamenta Zulfiqar Ali Bhutta, uno de los abogados de Zunera. Asegura que estos grupos tienen contactos con los políticos y con los policías locales.
Su familia recurrió a los tribunales, que ordenó a la policía que detuviera a los responsables de la presunta red de Ayesha.
Hace unas semanas Ayesha se entregó voluntariamente a la justicia pero fue liberada bajo fianza.