La colina de Jabal e Noor (Montaña de la Luz) recibió la visita de cientos de miles de personas desde que dos hermanos la transformaron en santuario para decrépitos ejemplares del libro santo del islam.
"Hemos enterrado al menos cinco millones de sacos de coranes viejos", afirma Haji Muzaffar Ali, el administrador del lugar, que está saturado.
Deshacerse de un Corán usado es una tarea complicada en Pakistán, donde una falta de respeto por este libro se castiga con la pena de muerte en virtud de una polémica ley sobre la blasfemia.
Simples sospechas han degenerado en linchamientos. Más de 50 personas, casi siempre pobres o miembros de minorías, murieron en los últimos 25 años en circunstancias de este tipo, según la oenegé Human Rights Watch.
Para los musulmanes, el Corán contiene la palabra de Dios revelada por el profeta Mahoma a la humanidad. Las palabras del libro se consideran sagradas, lo que obliga a los fieles a deshacerse de ellos con consideración.
El clero musulmán ha identificado dos maneras posibles: envolver el libro en una tela y enterrarlo, como se hace en Jabal-e-Noor, o dejar que el agua despinte progresivamente las páginas.
En Jabal-e-Noor la situación se vuelve crítica. Sacos de coranes se amontonan en los flancos de la colina a la espera de un hueco en el santuario.
El creador del lugar, un hombre de negocios de 77 años llamado Abdul Samad Lehri, tiene una idea: reciclarlos. Una propuesta revolucionaria pero arriesgada.
En el vecino Afganistán, mil manifestantes enfurecidos destruyeron parcialmente en 2011 un aparato para reciclar coranes en papel higiénico.
En noviembre de 2015, una muchedumbre prendió fuego a una fábrica paquistaní de la provincia del Punyab. Creían que uno de sus empleados había quemado páginas del Corán en la caldera.
Algunos religiosos paquistaníes aprueban la idea del hombre de negocios.
"No hay nada malo en que una fábrica de reciclado reutilice las páginas del Corán", estima Tahir Mehmood Ashrafi, presidente del consejo de los ulemas de Pakistán.
Pero paso por paso. Primero se borrarían las palabras con un líquido obtenido según las enseñanzas islámicas, afirma el muftí Muneeb-ur-Rehman, un teólogo influyente. "Luego se pueden usar las páginas para la reimpresión o para hacer cartón", afirma.
Las fábricas de reciclado existentes en Pakistán no tratan coranes debido a las restricciones que conlleva, por ejemplo emplear exclusivamente a musulmanes para esta tarea, explica a la AFP Irfan Qadir, secretario de la Oficina del Corán en el Punyab, un organismo que vigila la recogida y reciclado de las páginas sagradas.
"Sin embargo hemos autorizado a una fundación privada reciclar las páginas arrancadas del Corán a escala muy reducida", recalca.
Esta fundación coloca las páginas en un barril con agua hasta que las palabras se borran. Luego se vierte el agua en un pozo subterráneo y la pasta de celulosa se transforma en "una variedad de cartón muy maleable".
El organismo propuso la creación de una fábrica de reciclado de coranes, pero el gobierno no ha respondido.
En Jabal-e-Noor (en referencia a una montaña de Arabia Saudita donde Dios habría revelado a Mahoma los primeros versículos del Corán), la idea también es vaga.
"Queremos crear esta fábrica y cavar más túneles, pero no tenemos recursos", afirma Abdul Sammad Lehri, que invita a los visitantes a hacer donativos.
La vocación de Lehri de protector de coranes surgió en 1956 cuando vio en un periódico una fotografía de la Kaaba, el edificio cúbico de La Meca, contó a la AFP. Recortó la imagen e hizo la promesa de salvar las imágenes y las palabras piadosas.
En 1992 se le ocurrió utilizar un lugar situado cerca de Quetta para "enterrar (las páginas) en el interior de la montaña".
Miles de peregrinos lo visitan y algunos hasta escriben mensajes en los muros de los túneles. "¡Oh Dios, que me pueda casar según mi voluntad", se lee en uno de ellos. "Dios mío, rompe el noviazgo de Amina y líbrala de Hamza", suplica otro.
"Hemos enterrado al menos cinco millones de sacos de coranes viejos", afirma Haji Muzaffar Ali, el administrador del lugar, que está saturado.
Deshacerse de un Corán usado es una tarea complicada en Pakistán, donde una falta de respeto por este libro se castiga con la pena de muerte en virtud de una polémica ley sobre la blasfemia.
Simples sospechas han degenerado en linchamientos. Más de 50 personas, casi siempre pobres o miembros de minorías, murieron en los últimos 25 años en circunstancias de este tipo, según la oenegé Human Rights Watch.
Para los musulmanes, el Corán contiene la palabra de Dios revelada por el profeta Mahoma a la humanidad. Las palabras del libro se consideran sagradas, lo que obliga a los fieles a deshacerse de ellos con consideración.
El clero musulmán ha identificado dos maneras posibles: envolver el libro en una tela y enterrarlo, como se hace en Jabal-e-Noor, o dejar que el agua despinte progresivamente las páginas.
En Jabal-e-Noor la situación se vuelve crítica. Sacos de coranes se amontonan en los flancos de la colina a la espera de un hueco en el santuario.
- Reciclado -
El creador del lugar, un hombre de negocios de 77 años llamado Abdul Samad Lehri, tiene una idea: reciclarlos. Una propuesta revolucionaria pero arriesgada.
En el vecino Afganistán, mil manifestantes enfurecidos destruyeron parcialmente en 2011 un aparato para reciclar coranes en papel higiénico.
En noviembre de 2015, una muchedumbre prendió fuego a una fábrica paquistaní de la provincia del Punyab. Creían que uno de sus empleados había quemado páginas del Corán en la caldera.
Algunos religiosos paquistaníes aprueban la idea del hombre de negocios.
"No hay nada malo en que una fábrica de reciclado reutilice las páginas del Corán", estima Tahir Mehmood Ashrafi, presidente del consejo de los ulemas de Pakistán.
Pero paso por paso. Primero se borrarían las palabras con un líquido obtenido según las enseñanzas islámicas, afirma el muftí Muneeb-ur-Rehman, un teólogo influyente. "Luego se pueden usar las páginas para la reimpresión o para hacer cartón", afirma.
Las fábricas de reciclado existentes en Pakistán no tratan coranes debido a las restricciones que conlleva, por ejemplo emplear exclusivamente a musulmanes para esta tarea, explica a la AFP Irfan Qadir, secretario de la Oficina del Corán en el Punyab, un organismo que vigila la recogida y reciclado de las páginas sagradas.
"Sin embargo hemos autorizado a una fundación privada reciclar las páginas arrancadas del Corán a escala muy reducida", recalca.
Esta fundación coloca las páginas en un barril con agua hasta que las palabras se borran. Luego se vierte el agua en un pozo subterráneo y la pasta de celulosa se transforma en "una variedad de cartón muy maleable".
El organismo propuso la creación de una fábrica de reciclado de coranes, pero el gobierno no ha respondido.
- Salvar las palabras -
En Jabal-e-Noor (en referencia a una montaña de Arabia Saudita donde Dios habría revelado a Mahoma los primeros versículos del Corán), la idea también es vaga.
"Queremos crear esta fábrica y cavar más túneles, pero no tenemos recursos", afirma Abdul Sammad Lehri, que invita a los visitantes a hacer donativos.
La vocación de Lehri de protector de coranes surgió en 1956 cuando vio en un periódico una fotografía de la Kaaba, el edificio cúbico de La Meca, contó a la AFP. Recortó la imagen e hizo la promesa de salvar las imágenes y las palabras piadosas.
En 1992 se le ocurrió utilizar un lugar situado cerca de Quetta para "enterrar (las páginas) en el interior de la montaña".
Miles de peregrinos lo visitan y algunos hasta escriben mensajes en los muros de los túneles. "¡Oh Dios, que me pueda casar según mi voluntad", se lee en uno de ellos. "Dios mío, rompe el noviazgo de Amina y líbrala de Hamza", suplica otro.