"Los inversores institucionales chinos disponen actualmente de ingentes reservas de cambio en dólares y efectúan inversiones en activos en Europa pese a una perspectiva de bajo rendimiento", explica a la AFP Arie Flack, de la Compagnie Financière du Lion, especializada en el sector de la energía.
Para este especialista, los chinos "buscan acceder a activos con menos riesgos", tras haber privilegiado durante muchos años las inversiones en países emergentes, que actualmente cuentan con un frágil crecimiento. Este movimiento, a su juicio, suscita recelos.
"¡No estoy dispuesto a sacrificar empleos y empresas en aras de la apertura de los mercados europeos!", subrayó recientemente el vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, quien no ve con buenos ojos la compra del fabricante alemán de robots Kuka por el grupo chino Midea.
En Francia, el presidente François Hollande también intervino públicamente para defender al grupo hotelero AccorHotels frente al grupo Jian Jiang, peso pesado mundial del sector de la hostelería, que podría aumentar su capital en la empresa gala hasta el 29%. "Estaré muy atento a que el capital de este gran grupo de talla mundial siga diversificado", aseguró.
Cada inversión del gigante asiático en Europa suscita desconfianza, como la compra esta semana del club Inter de Milán por parte del gigante Suning, o la adquisición en Grecia del 67% del puerto de El Pireo a manos del conglomerado Cosco.
El hombre más rico de Asia, Wang Jianlin, dio el pistoletazo de salida al desembarco del dinero chino en el fútbol europeo, cuando en enero de 2015 compró el 20% del capital del Atlético de Madrid.
Pese a estas adquisiciones, el apetito del gigante chino parece no tener fin.
"Hoy en día, sólo China está en condiciones de invertir suficientemente", asegura Christopher Dembik, economista del banco danés Saxo Bank. "En caso de un accionariado minoritario, un inversor chino no presenta problemas", subraya.
"La reciente oleada de inversiones no es en sí misma negativa", si bien genera una serie de interrogantes, explica por su parte Sebastian Heilmann, director del instituto Mercator de estudios sobre China en Berlín.
"¿Cómo actuar ante ofertas de empresas públicas chinas, que se encuentran en una situación financiera difícil, no cuentan con un modelo convincente y sólo pueden hacer sus compras en Europa mediante créditos públicos?", explicó Heilmann, quien aconsejó también a la Unión Europea y a los gobiernos ser vigilantes.
Una fuente de la Comisión Europea explicó que lo que cuenta es "la calidad del inversor" y estimó que la llegada de inversores chinos representa que "la UE es un territorio atractivo".
Tan atractivo que el vicecanciller alemán urgió a Bruselas a proteger "sectores esenciales para el futuro de la economía europea".
Francia ya adoptó medidas para protegerse hace dos años, después de que la empresa estadounidense General Electric adquiriese la división energética de la francesa Alstom.
El gobierno aprobó entonces un decreto para proteger los sectores industriales estratégicos frente a grupos extranjeros, si bien hasta el momento no se ha recurrido a este texto.
Respecto a los sectores estratégicos, "soy partidario de un Estado que sea bastante protector", admitió el economista Dembik. "Pero tampoco hay que asustarlos. Lo que necesitamos son inversores", matizó.
A modo de ejemplo, el gobierno francés no ha impedido realmente la entrada del chino Dongfeng en el capital de Peugeot en 2014, cuando el constructor francés afrontaba importantes dificultades.
Al contrario, el ejecutivo francés se desplazó incluso a China para convencer a este grupo de que participara en la operación, que implicó también la apertura a PSA de las puertas del mercado automovilístico más dinámico del mundo. El Estado francés también entró en el capital.
"La cuestión de la soberanía nacional es, en cambio, más importante cuando un grupo invierte en PSA que en AccorHotels", apunta no obstante un especialista de las adquisiciones, que pone de relieve una contradicción de las autoridades francesas. "Los hoteles no se pueden deslocalizar, pero las fábricas de coches sí", advirtió.
Para este especialista, los chinos "buscan acceder a activos con menos riesgos", tras haber privilegiado durante muchos años las inversiones en países emergentes, que actualmente cuentan con un frágil crecimiento. Este movimiento, a su juicio, suscita recelos.
"¡No estoy dispuesto a sacrificar empleos y empresas en aras de la apertura de los mercados europeos!", subrayó recientemente el vicecanciller alemán, Sigmar Gabriel, quien no ve con buenos ojos la compra del fabricante alemán de robots Kuka por el grupo chino Midea.
En Francia, el presidente François Hollande también intervino públicamente para defender al grupo hotelero AccorHotels frente al grupo Jian Jiang, peso pesado mundial del sector de la hostelería, que podría aumentar su capital en la empresa gala hasta el 29%. "Estaré muy atento a que el capital de este gran grupo de talla mundial siga diversificado", aseguró.
Cada inversión del gigante asiático en Europa suscita desconfianza, como la compra esta semana del club Inter de Milán por parte del gigante Suning, o la adquisición en Grecia del 67% del puerto de El Pireo a manos del conglomerado Cosco.
El hombre más rico de Asia, Wang Jianlin, dio el pistoletazo de salida al desembarco del dinero chino en el fútbol europeo, cuando en enero de 2015 compró el 20% del capital del Atlético de Madrid.
- 'La calidad del inversor' -
Pese a estas adquisiciones, el apetito del gigante chino parece no tener fin.
"Hoy en día, sólo China está en condiciones de invertir suficientemente", asegura Christopher Dembik, economista del banco danés Saxo Bank. "En caso de un accionariado minoritario, un inversor chino no presenta problemas", subraya.
"La reciente oleada de inversiones no es en sí misma negativa", si bien genera una serie de interrogantes, explica por su parte Sebastian Heilmann, director del instituto Mercator de estudios sobre China en Berlín.
"¿Cómo actuar ante ofertas de empresas públicas chinas, que se encuentran en una situación financiera difícil, no cuentan con un modelo convincente y sólo pueden hacer sus compras en Europa mediante créditos públicos?", explicó Heilmann, quien aconsejó también a la Unión Europea y a los gobiernos ser vigilantes.
Una fuente de la Comisión Europea explicó que lo que cuenta es "la calidad del inversor" y estimó que la llegada de inversores chinos representa que "la UE es un territorio atractivo".
Tan atractivo que el vicecanciller alemán urgió a Bruselas a proteger "sectores esenciales para el futuro de la economía europea".
Francia ya adoptó medidas para protegerse hace dos años, después de que la empresa estadounidense General Electric adquiriese la división energética de la francesa Alstom.
El gobierno aprobó entonces un decreto para proteger los sectores industriales estratégicos frente a grupos extranjeros, si bien hasta el momento no se ha recurrido a este texto.
Respecto a los sectores estratégicos, "soy partidario de un Estado que sea bastante protector", admitió el economista Dembik. "Pero tampoco hay que asustarlos. Lo que necesitamos son inversores", matizó.
A modo de ejemplo, el gobierno francés no ha impedido realmente la entrada del chino Dongfeng en el capital de Peugeot en 2014, cuando el constructor francés afrontaba importantes dificultades.
Al contrario, el ejecutivo francés se desplazó incluso a China para convencer a este grupo de que participara en la operación, que implicó también la apertura a PSA de las puertas del mercado automovilístico más dinámico del mundo. El Estado francés también entró en el capital.
"La cuestión de la soberanía nacional es, en cambio, más importante cuando un grupo invierte en PSA que en AccorHotels", apunta no obstante un especialista de las adquisiciones, que pone de relieve una contradicción de las autoridades francesas. "Los hoteles no se pueden deslocalizar, pero las fábricas de coches sí", advirtió.