El ataque del martes en Peshawar (noroeste) fue reivindicado por el Movimiento de los Talibanes de Pakistán (TTP), principal grupo rebelde islamista del país, que afirmó actuar en represalia por la ofensiva lanzada en junio por el ejército en Waziristán del Norte, bastión tribal de los rebeldes en la frontera afgana.
Esta matanza reforzó la determinación de los soldados de "eliminar completamente" a los talibanes, aseguró el ejército después de la tragedia nacional.
En la zona tribal de Jíber, el ejército afirma haber matado el viernes a 32 rebeldes islamistas en una emboscada y a otros 18 en otra operación, un balance imposible de confirmar a través de fuentes independientes.
Las fuerzas paquistaníes también intensificaron sus operaciones contra células terroristas en varias ciudades del país, sobre todo en Karachi (sur).
El viernes un portavoz de la fuerza paramilitar de los Rangers en Karachi anunció a la AFP que sus hombres mataron a un comandante local talibán y a tres de sus aliados.
Con ellos sube a 54 el número de muertos este viernes en el contraataque del ejército, una cifra que no se puede confirmar con fuentes independientes.
Al mismo tiempo, el jefe de las fuerzas armadas, general Raheel Sharif, firmó una orden de ejecución de seis rebeldes islamistas después del levantamiento de la moratoria sobre la pena de muerte decidido tras el ataque del martes.
Desde 2008, Pakistán no ha ejecutado a ningún condenado a muerte, salvo en un caso por decisión de una corte marcial.
La reanudación de las ejecuciones, condenada por las organizaciones de defensa de los derechos humanos, hace temer a las autoridades evasiones masivas de las cárceles del noroeste del país, donde están encarcelados muchos sospechosos o condenados por vínculos con grupos islamistas armados.