Militares de Sudán del Sur
"Sudán del Sur es indiscutiblemente un precedente. Nunca hubo un referéndum en un país africano que permitiera a una parte de la población, a un región en especial, decidir si tenía la intención de quedarse en el marco de un Estado unitario o, al contrario, separarse", explica René Otayek, del Centro de Estudios sobre Africa Negra del instituto de Ciencias Políticas de Burdeos.
Las potencias occidentales se repartieron el pastel de Africa en la conferencia de Berlín en 1885. Después de la descolonización, a principios de los años 1960, los países africanos formaron la Organización para la Unidad Africana (OUA), precedente de la Unión Africana, siguiendo como principio la "intangibilidad" de las fronteras herederas de este período colonial.
Sin embargo, al final de la guerra civil entre el Norte y el Sur de Sudán en 2005, un acuerdo de paz reconoció el derecho de los sudistas a un referéndum de autoderminación que podría desembocar en la división del mayor país de África.
Es cierto que Eritrea se pronunció en 1993 sobre su independencia respecto a Etiopía pero, a diferencia de Sudán del Sur, este país del Cuerno de África había existido antes, como colonia italiana.
"Lo que se añade en la especificidad sudanesa es el consenso internacional sobre el referéndum y sobre el respeto por todas las partes del resultado del escrutinio. Es fundamental", destaca Otayek.
"En términos legales, el referéndum se realiza en las normas prescritas del derecho internacional, con el acuerdo de la capital y una supervisión internacional que debe probar su credibilidad. Pero en términos de percepción, muestra que es posible obtener la secesión. Y como es posible, se puede luchar por ella", explica Roland Marchal, especialista en Sudán.
Otras regiones de Africa, o movimientos rebeldes, podrían por su parte reclamar un referéndum de autodeterminación: el Sáhara Occidental, el enclave petrolero angoleño de Cabinda, los tuaregs en el norte de Malí y de Niger, la Casamance en Senegal...
Incluso en Sudán, los rebeldes de Darfur, región del oeste del país en plena guerra civil, también pidieron un referéndum sobre el futuro de su antiguo sultanato, amenazando al gigante sudanés con una división aún mayor.
"No estoy seguro de que el caso de Sudán Sur tenga un impacto inmediato en los conflictos separatistas de larga duración como en la provincia angoleña de Cabinda o en la Casamance en Senegal", estima Alex Vines, del instituto británico Chatham House.
"Si otras regiones quieren seguir el ejemplo de Sudán Sur, hace falta que haya un consenso de la comunidad internacional", recuerda Otayek.
Numerosos jefes de Estado africanos expresaron ya sus reservas con relación a la esperada secesión de Sudán del Sur. Si el reconocimiento de las potencias occidentales parece ya ganado, podría ser más difícil convencer a algunos países africanos, que temen que esta iniciativa separatista les toque a ellos en el futuro.
"Hay un malestar africano respecto a esta independencia porque rompe una tradición (de intangibilidad) y porque parece debida a la presión de Estados Unidos. Esto es percibido como si fuera Berlín II, que las potencias recortan de nuevo Africa", constata Marchal.
Las potencias occidentales se repartieron el pastel de Africa en la conferencia de Berlín en 1885. Después de la descolonización, a principios de los años 1960, los países africanos formaron la Organización para la Unidad Africana (OUA), precedente de la Unión Africana, siguiendo como principio la "intangibilidad" de las fronteras herederas de este período colonial.
Sin embargo, al final de la guerra civil entre el Norte y el Sur de Sudán en 2005, un acuerdo de paz reconoció el derecho de los sudistas a un referéndum de autoderminación que podría desembocar en la división del mayor país de África.
Es cierto que Eritrea se pronunció en 1993 sobre su independencia respecto a Etiopía pero, a diferencia de Sudán del Sur, este país del Cuerno de África había existido antes, como colonia italiana.
"Lo que se añade en la especificidad sudanesa es el consenso internacional sobre el referéndum y sobre el respeto por todas las partes del resultado del escrutinio. Es fundamental", destaca Otayek.
"En términos legales, el referéndum se realiza en las normas prescritas del derecho internacional, con el acuerdo de la capital y una supervisión internacional que debe probar su credibilidad. Pero en términos de percepción, muestra que es posible obtener la secesión. Y como es posible, se puede luchar por ella", explica Roland Marchal, especialista en Sudán.
Otras regiones de Africa, o movimientos rebeldes, podrían por su parte reclamar un referéndum de autodeterminación: el Sáhara Occidental, el enclave petrolero angoleño de Cabinda, los tuaregs en el norte de Malí y de Niger, la Casamance en Senegal...
Incluso en Sudán, los rebeldes de Darfur, región del oeste del país en plena guerra civil, también pidieron un referéndum sobre el futuro de su antiguo sultanato, amenazando al gigante sudanés con una división aún mayor.
"No estoy seguro de que el caso de Sudán Sur tenga un impacto inmediato en los conflictos separatistas de larga duración como en la provincia angoleña de Cabinda o en la Casamance en Senegal", estima Alex Vines, del instituto británico Chatham House.
"Si otras regiones quieren seguir el ejemplo de Sudán Sur, hace falta que haya un consenso de la comunidad internacional", recuerda Otayek.
Numerosos jefes de Estado africanos expresaron ya sus reservas con relación a la esperada secesión de Sudán del Sur. Si el reconocimiento de las potencias occidentales parece ya ganado, podría ser más difícil convencer a algunos países africanos, que temen que esta iniciativa separatista les toque a ellos en el futuro.
"Hay un malestar africano respecto a esta independencia porque rompe una tradición (de intangibilidad) y porque parece debida a la presión de Estados Unidos. Esto es percibido como si fuera Berlín II, que las potencias recortan de nuevo Africa", constata Marchal.