
Luchadores de sumo
En la tierra del samba y el fútbol, que posee la mayor población de origen japonés fuera del archipiélago, millones practican de forma profesional o amateur artes marciales como judo, karate o taekwondo, pero también capoeira, una mezcla de danza y combate que nació entre los esclavos africanos en Brasil.
De todas las artes marciales el sumo es quizás la menos masiva, con alrededor de un millar de aficionados, aunque sigue creciendo y difundiéndose desde que llegó a Brasil de la mano de los inmigrantes japoneses que comenzaron a asentarse en este país hace más de 100 años.
"Adoro el sumo. Comencé con judo y un tiempo después me cambié. Es un arte marcial interesante, dinámico, explosivo, imprevisible, donde tienes que decidir muy rápidamente", describe a la AFP Luciana Watanabe, una nieta de japoneses de 27 años y más de una década en la práctica del sumo.
Campeona nacional en la categoría de peso leve -menos de 65 kilos- y tercera del mundo, Luciana asegura que "esta lucha te enseña a resolver los problemas de frente, de cabeza, en muy poco tiempo".
"Eso es lo que más me gusta", dice mientras se prepara para combatir en el 17 campeonato sudamericano de sumo, disputado el fin de semana pasado en Sao Paulo junto a un torneo nacional que tiene más de 50 años de edición.
El recinto se viene abajo con los gritos del público. En la arena se definen los títulos cuerpo a cuerpo mientras los serios jueces, vestidos de traje oscuro, chancletas y calcetines, observan atentamente los combates.
-- Una pasión de multitudes --
No todos en este torneo amateur, en el que participaron delegaciones de Argentina, Brasil, Paraguay y Venezuela, responden a la imagen que comúnmente se tiene de los luchadores de sumo, que en Japón, donde está la única liga profesional, sí deben cumplir con requisitos de tamaño y peso.
Acá las competencias de hombres y mujeres están divididas en tres categorías -peso leve, medio y pesado- además del peso 'absoluto' en el que compiten todos contra todos.
"Generalmente ganan los que son más grandes, porque el peso ayuda bastante, pero eso no es todo", comentó a la AFP Yugo Fukushima, un brasileño nieto de japoneses que alienta desde una esquina a sus alumnos.
El entrenamiento de los 'sumotoris' se centra sobre todo en desarrollar la fuerza y luego en técnicas de jale, empuje y lanzamiento necesarios para enfrentar el combate, que se desarrolla dentro de un círculo de arcilla de unos cuatro metros de diámetro.
El primero que toque el suelo con otra parte del cuerpo que no sean las plantas de los pies o pise fuera del círculo está descalificado. Y antes de enfrentarse, los luchadores se saludan para demostrar que no cargan armas y lanzan al suelo un puñado de sal para espantar los malos espíritus.
En Brasil, además del tradicional cinturón, los luchadores usan un bañador.
"Es muy rápido, tiene mucha adrenalina, me encanta", dijo Joao Víctor, un delgado adolescente de 16 años sin antepasados japoneses y que practica sumo en una escuela en el municipio de Capão Bonito, en el interior de Sao Paulo, una zona de fuerte presencia nipona.
Según datos oficiales, en Brasil hay cerca de 1,8 millones de brasileños de origen japonés, un poco menos de 1% de la población total del país sudamericano.
Cifras de las confederaciones nacionales de las disciplinas señalan que hay 2,5 millones de brasileños que practican judo; más de un millón distintos estilos de kung fu; unos 500.000 karate y así suma y sigue.
También se han desarrollado estilos propios del jiu jitsu, con 156 escuelas en todo el país según la confederación, y muchos practicantes de kendo en unas 40 academias.
Para los Juegos Olímpicos de Londres que arrancan el viernes, Brasil participará por octava vez consecutiva en judo, con 14 atletas. El país ya tiene dos medallas de oro, tres de plata y 10 bronces en la emblemática cita planetaria.
De todas las artes marciales el sumo es quizás la menos masiva, con alrededor de un millar de aficionados, aunque sigue creciendo y difundiéndose desde que llegó a Brasil de la mano de los inmigrantes japoneses que comenzaron a asentarse en este país hace más de 100 años.
"Adoro el sumo. Comencé con judo y un tiempo después me cambié. Es un arte marcial interesante, dinámico, explosivo, imprevisible, donde tienes que decidir muy rápidamente", describe a la AFP Luciana Watanabe, una nieta de japoneses de 27 años y más de una década en la práctica del sumo.
Campeona nacional en la categoría de peso leve -menos de 65 kilos- y tercera del mundo, Luciana asegura que "esta lucha te enseña a resolver los problemas de frente, de cabeza, en muy poco tiempo".
"Eso es lo que más me gusta", dice mientras se prepara para combatir en el 17 campeonato sudamericano de sumo, disputado el fin de semana pasado en Sao Paulo junto a un torneo nacional que tiene más de 50 años de edición.
El recinto se viene abajo con los gritos del público. En la arena se definen los títulos cuerpo a cuerpo mientras los serios jueces, vestidos de traje oscuro, chancletas y calcetines, observan atentamente los combates.
-- Una pasión de multitudes --
No todos en este torneo amateur, en el que participaron delegaciones de Argentina, Brasil, Paraguay y Venezuela, responden a la imagen que comúnmente se tiene de los luchadores de sumo, que en Japón, donde está la única liga profesional, sí deben cumplir con requisitos de tamaño y peso.
Acá las competencias de hombres y mujeres están divididas en tres categorías -peso leve, medio y pesado- además del peso 'absoluto' en el que compiten todos contra todos.
"Generalmente ganan los que son más grandes, porque el peso ayuda bastante, pero eso no es todo", comentó a la AFP Yugo Fukushima, un brasileño nieto de japoneses que alienta desde una esquina a sus alumnos.
El entrenamiento de los 'sumotoris' se centra sobre todo en desarrollar la fuerza y luego en técnicas de jale, empuje y lanzamiento necesarios para enfrentar el combate, que se desarrolla dentro de un círculo de arcilla de unos cuatro metros de diámetro.
El primero que toque el suelo con otra parte del cuerpo que no sean las plantas de los pies o pise fuera del círculo está descalificado. Y antes de enfrentarse, los luchadores se saludan para demostrar que no cargan armas y lanzan al suelo un puñado de sal para espantar los malos espíritus.
En Brasil, además del tradicional cinturón, los luchadores usan un bañador.
"Es muy rápido, tiene mucha adrenalina, me encanta", dijo Joao Víctor, un delgado adolescente de 16 años sin antepasados japoneses y que practica sumo en una escuela en el municipio de Capão Bonito, en el interior de Sao Paulo, una zona de fuerte presencia nipona.
Según datos oficiales, en Brasil hay cerca de 1,8 millones de brasileños de origen japonés, un poco menos de 1% de la población total del país sudamericano.
Cifras de las confederaciones nacionales de las disciplinas señalan que hay 2,5 millones de brasileños que practican judo; más de un millón distintos estilos de kung fu; unos 500.000 karate y así suma y sigue.
También se han desarrollado estilos propios del jiu jitsu, con 156 escuelas en todo el país según la confederación, y muchos practicantes de kendo en unas 40 academias.
Para los Juegos Olímpicos de Londres que arrancan el viernes, Brasil participará por octava vez consecutiva en judo, con 14 atletas. El país ya tiene dos medallas de oro, tres de plata y 10 bronces en la emblemática cita planetaria.