Después de la incorporación de Crimea a Rusia, Moldavia y la OTAN estaban preocupadas ante la posibilidad de que esta lengua de tierra de 500.000 habitantes se convierta en un nuevo eje de tensiones a las puertas de la Unión Europea.
Sobre todo porque hay unos 1.500 soldados rusos apostados en ella desde hace años en contra de la voluntad de Chisinau.
En Tiraspol, la "capital" de esta república que ningún Estado ha reconocido, la gente pasea por la arteria principal, entre monumentos a la gloria de la ex Unión Soviética y pancartas con el emblema nacional, una hoz y un martillo rodeados de espigas de trigo y uvas.
Pero un equipo de la AFP, que logró entrar en el territorio donde el acceso a la prensa está restringido, ha comprobado que el conflicto en Ucrania genera angustia.
- "Tenemos miedo -
"Estamos muy preocupados. Muchos de nosotros tenemos familia en Ucrania. Somos muy dependientes de este país para todo tipo de productos", afirma Elena Rotari, una vendedora de verduras en el mercado central.
"Todos tenemos miedo de una guerra", afirma Olga Zagoujelskaia, de 49 años, en el puesto fronterizo de Kutchurgan-Pervomaisk, principal paso fronterizo entre Ucrania y Transnistria, que sigue abierto.
Según Tiraspol, los ucranianos endurecieron los controles por miedo a infiltraciones de activistas prorrusos.
"Pero nuestra república, a nivel del Estado, no se implicará en los asuntos internos de Ucrania", afirma el presidente Evgueni Chevtchuk en una entrevista exclusiva con la AFP.
En este enclave que cuenta con un 30% de rusos, 28% de ucranianos y 40% de moldavos, el conflicto en Ucrania hace rememorar los dolorosos recuerdos de la guerra civil que causó 800 muertos en 1992.
Preocupada por una desaparición del ruso en Moldavia, donde se habla rumano, Transnistria declaró su independencia en 1990.
"Sabemos lo que es la guerra. Es triste ver a los hermanos luchar los unos contra los otros en Ucrania", dijo Zagujelskaia.
Hermanas "enemigas", Moldavia y Transnistria están ahora frente a frente, separadas por el río Dniéster.
En la ribera izquierda, Tiraspol sueña con una unión aduanera con Moscú. La estatua de Lenin preside el parlamento y los servicios de seguridad siguen llamándose KGB.
En la derecha, Moldavia se dispone a firmar un acuerdo de asociación con la Unión Europea.
A ambos lados, miles de ciudadanos han conservado los pasaportes emitidos por la Unión Soviética.
- Rusia siempre nos ha ayudado -
Paradójicamente, pese a la retórica independentista, el club de fútbol Sheriff Tiraspol juega en el campeonato nacional moldavo y las empresas de Transnistria se registran en Chisinau para exportar.
Los ciudadanos se las apañan como pueden. Como el pasaporte transnistrio no es válido en ningún sitio, echan mano de documentos moldavos, rusos o ucranianos.
La semana pasada, Tiraspol pidió a Moscú y a la ONU el reconocimiento de independencia, avalado por un 97% de votos favorables en un referéndum en 2006.
¿Y qué ha quedado de una incorporación a Moscú? Sentado en su oficina, bajo una fotografía del presidente ruso Vladimir Putin, el presidente Chevtchuk no quiere "especular", pese a que en el pasado "soñó" con ello.
Putin se limitó a recordar que Transnistria debe poder "decidir su propio destino", sin reconocer oficialmente este enclave que no tiene frontera con Rusia.
El Kremlin no tiene ningún interés en incorporar Transnistria, estima el analista político Konstantin Kalachev.
"Nuestro futuro es Rusia. Siempre nos ha ayudado", opina sin embargo una habitante en Tiraspol.
Moscú está muy presente en la economía local con una ayuda que rondaría los 1.000 millones de dólares anuales, según el presidente del parlamento Mijail Burla citado por la prensa local. Además paga un suplemento de 15 dólares por las jubilaciones, que superan así a las moldavas.
Para Galina Mijailova, una jurista de una ONG local, lo más importante es el reconocimiento. "Ya sea como Estado independiente, con Moldavia o con Rusia, de la que me siento más cercana, lo importante es ser reconocido", observa.