De izquierda a derecha, los presidentes de España, Rajoy, de Francia, Macron, de Alemania, Merkel, de Holanda, Rutte y de Noruega, Solberg.
Pero en esta cumbre de Bruselas también se estudiarán las propuestas de reforma de la UE planteadas a finales de septiembre por el presidentre francés, Emmanuel Macron. Muchos se preguntaron entonces si precisamente ahora es necesario (y posible) lograr una mayor cooperación en Europa.
La canciller alemana, Angela Merkel, y algunos de sus colegas pisaron levemente el freno ante el ímpetu del mandatario francés. Para el Gobierno alemán, por ejemplo, son controvertidos los planes de Macron para la eurozona, donde pide un gran presupuesto propio y el nombramiento de un ministro de Finanzas, así como la armonización de las políticas económicas y sociales.
Para esta cumbre se encargó al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, que elabore y presente un plan de consenso sobre las posibles reformas, canalizando la energía de Macron en propuestas factibles.
En la invitación a la cumbre enviada a los 28 líderes, Tusk presentó la noche del martes su "Agenda de Líderes", un programa bastante realista para el periodo hasta las elecciones al Parlamento Europeo de 2019 en el que apeló a la "unidad".
"Necesitamos unidad para resolver la crisis migratoria, abordar aspectos injustos de la globalización, lidiar con terceros países agresivos, limitar los daños provocados por el 'Brexit' (la salida del Reino Unido de la UE) y para garantizar el orden legal internacional en estos tiempos difíciles", remarcó el presidente del Consejo Europeo.
En las dos semanas que han pasado desde la cumbre de septiembre la balanza parece haberse inclinado hacia quienes pretender frenar un poco el impulso de Macron.
En Alemania, el partido liberal FDP ha advertido a la democristiana Merkel en contra de pactar cualquier reforma europea de calado antes de que terminen las negociaciones de coalición de Gobierno. En España casi todo pasa ahora por el conflicto separatista de la región de Cataluña y en Irlanda preocupa el futuro tras la salida del vecino británico de la UE.
Además, Austria acaba de dar un giro a la derecha en las elecciones del domingo. El conservador Sebastian Kurz, que posiblemente se convertirá en canciller, está a favor de una UE con menos competencias. Se acerca así a la postura de algunos de sus vecinos, como Hungría, Polonia, la República Checa y Eslovaquia.
Precisamente esos países del este de Europa son los que más temen los planes de Macron, quien quiere una mayor defensa común en la UE, una autoridad europea de asilo, un impuesto a las transacciones financieras y profundizar en la unión económica y monetaria.
Esas inciativas son prácticamente incompatibles con el deseo de otros países de recuperar competencias y la intención de Macron de fortalecer la unión monetaria intranquiliza a quienes todavía no han adoptado el euro, como Polonia. Temen quedar apartados, y no sin motivo: Macron cree que si algunos Estados no quieren avanzar en la colaboración en algunos ámbitos, el resto debe poder hacerlo.
Tusk intenta mantener ahora un delicado equilibrio, insistiendo mucho en la unidad pero admitiendo que haya margen para que agunos países avancen juntos en determinadas áreas.
"Sólo podemos enfrentarnos a las incertidumbres actuales si actuamos al unísono, ya que en solitario los países son demasiado pequeños como para superarlas", señaló el político polaco. En resumen, "la unidad no puede convertirse en una excusa para el estancamiento, pero la ambición no puede conducir a divisiones".
Tusk propone "centrarse en (buscar) soluciones prácticas para los problemas reales de los ciudadanos de la UE" y tener cuidado para no enredarse "en debates institucionales innecesarios". Y sugiere que los jefes de Estado y de Gobierno se reúnan más a menudo para solucionar directamente cuestiones difíciles.
Ese pragmatismo coincide con el de Merkel, que no tiene mucho en contra de "una Europa a varias velocidades", aunque se queda un tanto corto respecto a las ambiciones de Macron.
De momento, uno de los principales retos a los que se enfrenta la UE es la negociación del "Brexit", atascada desde hace meses.
Durante esta cumbre los jefes de Estado y de Gobierno decidirán si se inicia una segunda etapa de las conversaciones, centrada en la futura relación entre ambas partes. Pero los 27 -todos menos Reino Unido- consideran que todavía no se han hecho avances suficientes para abrir un nuevo capítulo, algo que posiblemente postergarán hasta finales de diciembre, como pronto.
Londres quiere comenzar a negociar cuanto antes el futuro acuerdo comercial entre ambas partes, pero Bruselas no quiere abrir ese capítulo hasta que se hayan resuelto cuestiones como la cantidad de dinero que debe pagar el Reino Unido antes de irse, en concepto de compromisos ya adquiridos.
Todavía no hay una "garantía concreta y segura" por parte del Reino Unido de que cumplirá con sus obligaciones financieras, señala el borrador de conclusiones de la cumbre al que tuvo acceso dpa. Además, es necesario encontrar "soluciones flexibles e innovadoras" para la frontera entre Irlanda, que seguirá siendo parte de la UE, e Irlanda del Norte, que como parte del Reino Unido quedará fuera.
La única concesión que al parecer hará la UE sería encargar a los países iniciar "discusiones internas preparatorias" sobre la futura relación con el Reino Unido y sobre una posible fase de transición. Esas deliberaciones podrían desembocar en nuevas líneas negociadoras, pero sólo se harían públicas durante la cumbre de diciembre si hasta entonces se consiguen los avances deseados.
La canciller alemana, Angela Merkel, y algunos de sus colegas pisaron levemente el freno ante el ímpetu del mandatario francés. Para el Gobierno alemán, por ejemplo, son controvertidos los planes de Macron para la eurozona, donde pide un gran presupuesto propio y el nombramiento de un ministro de Finanzas, así como la armonización de las políticas económicas y sociales.
Para esta cumbre se encargó al presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, que elabore y presente un plan de consenso sobre las posibles reformas, canalizando la energía de Macron en propuestas factibles.
En la invitación a la cumbre enviada a los 28 líderes, Tusk presentó la noche del martes su "Agenda de Líderes", un programa bastante realista para el periodo hasta las elecciones al Parlamento Europeo de 2019 en el que apeló a la "unidad".
"Necesitamos unidad para resolver la crisis migratoria, abordar aspectos injustos de la globalización, lidiar con terceros países agresivos, limitar los daños provocados por el 'Brexit' (la salida del Reino Unido de la UE) y para garantizar el orden legal internacional en estos tiempos difíciles", remarcó el presidente del Consejo Europeo.
En las dos semanas que han pasado desde la cumbre de septiembre la balanza parece haberse inclinado hacia quienes pretender frenar un poco el impulso de Macron.
En Alemania, el partido liberal FDP ha advertido a la democristiana Merkel en contra de pactar cualquier reforma europea de calado antes de que terminen las negociaciones de coalición de Gobierno. En España casi todo pasa ahora por el conflicto separatista de la región de Cataluña y en Irlanda preocupa el futuro tras la salida del vecino británico de la UE.
Además, Austria acaba de dar un giro a la derecha en las elecciones del domingo. El conservador Sebastian Kurz, que posiblemente se convertirá en canciller, está a favor de una UE con menos competencias. Se acerca así a la postura de algunos de sus vecinos, como Hungría, Polonia, la República Checa y Eslovaquia.
Precisamente esos países del este de Europa son los que más temen los planes de Macron, quien quiere una mayor defensa común en la UE, una autoridad europea de asilo, un impuesto a las transacciones financieras y profundizar en la unión económica y monetaria.
Esas inciativas son prácticamente incompatibles con el deseo de otros países de recuperar competencias y la intención de Macron de fortalecer la unión monetaria intranquiliza a quienes todavía no han adoptado el euro, como Polonia. Temen quedar apartados, y no sin motivo: Macron cree que si algunos Estados no quieren avanzar en la colaboración en algunos ámbitos, el resto debe poder hacerlo.
Tusk intenta mantener ahora un delicado equilibrio, insistiendo mucho en la unidad pero admitiendo que haya margen para que agunos países avancen juntos en determinadas áreas.
"Sólo podemos enfrentarnos a las incertidumbres actuales si actuamos al unísono, ya que en solitario los países son demasiado pequeños como para superarlas", señaló el político polaco. En resumen, "la unidad no puede convertirse en una excusa para el estancamiento, pero la ambición no puede conducir a divisiones".
Tusk propone "centrarse en (buscar) soluciones prácticas para los problemas reales de los ciudadanos de la UE" y tener cuidado para no enredarse "en debates institucionales innecesarios". Y sugiere que los jefes de Estado y de Gobierno se reúnan más a menudo para solucionar directamente cuestiones difíciles.
Ese pragmatismo coincide con el de Merkel, que no tiene mucho en contra de "una Europa a varias velocidades", aunque se queda un tanto corto respecto a las ambiciones de Macron.
De momento, uno de los principales retos a los que se enfrenta la UE es la negociación del "Brexit", atascada desde hace meses.
Durante esta cumbre los jefes de Estado y de Gobierno decidirán si se inicia una segunda etapa de las conversaciones, centrada en la futura relación entre ambas partes. Pero los 27 -todos menos Reino Unido- consideran que todavía no se han hecho avances suficientes para abrir un nuevo capítulo, algo que posiblemente postergarán hasta finales de diciembre, como pronto.
Londres quiere comenzar a negociar cuanto antes el futuro acuerdo comercial entre ambas partes, pero Bruselas no quiere abrir ese capítulo hasta que se hayan resuelto cuestiones como la cantidad de dinero que debe pagar el Reino Unido antes de irse, en concepto de compromisos ya adquiridos.
Todavía no hay una "garantía concreta y segura" por parte del Reino Unido de que cumplirá con sus obligaciones financieras, señala el borrador de conclusiones de la cumbre al que tuvo acceso dpa. Además, es necesario encontrar "soluciones flexibles e innovadoras" para la frontera entre Irlanda, que seguirá siendo parte de la UE, e Irlanda del Norte, que como parte del Reino Unido quedará fuera.
La única concesión que al parecer hará la UE sería encargar a los países iniciar "discusiones internas preparatorias" sobre la futura relación con el Reino Unido y sobre una posible fase de transición. Esas deliberaciones podrían desembocar en nuevas líneas negociadoras, pero sólo se harían públicas durante la cumbre de diciembre si hasta entonces se consiguen los avances deseados.