En la actualidad, Filipinas es el único país del mundo, junto con el Vaticano, en el que el divorcio sigue estando prohibido.
La decisión tomada en el Parlamento resulta bastante inusual. A favor de poner fin a la prohibición votaron 134 diputados, en contra 57 y dos se abstuvieron.
No obstante, esta situación no significa que se elimine de hecho la prohibición del divorcio. El Senado tiene ahora que aprobar la medida y además es necesario que firme la ley el presidente Rodrigo Duterte, quien tiene una suerte de derecho de veto.
Duterte está en contra del divorcio. Su portavoz, Harry Roque, no definió, sin embargo, claramente la decisión que el mandatario de 72 años tomará al respecto.
El presidente solicitó la nulidad de su propio matrimonio. Para los católicos en Filipinas, esa es actualmente la única posibilidad de volver a poderse casar. Sin embargo, se trata de un proceso burocrático costoso que además dura varios años.
Desde mediados de los 90 se impulsaron varios intentos de suavizar la prohibición del divorcio que siempre fracasaron debido a la influencia de la Iglesia católica, una herencia en Filipinas de la colonización española.
Más del 80 por ciento de los 100 millones de filipinos son cristianos católicos romanos, lo que convierte al archipiélago en el único país en Asia con una población mayoritariamente cristiana.
La decisión tomada en el Parlamento resulta bastante inusual. A favor de poner fin a la prohibición votaron 134 diputados, en contra 57 y dos se abstuvieron.
No obstante, esta situación no significa que se elimine de hecho la prohibición del divorcio. El Senado tiene ahora que aprobar la medida y además es necesario que firme la ley el presidente Rodrigo Duterte, quien tiene una suerte de derecho de veto.
Duterte está en contra del divorcio. Su portavoz, Harry Roque, no definió, sin embargo, claramente la decisión que el mandatario de 72 años tomará al respecto.
El presidente solicitó la nulidad de su propio matrimonio. Para los católicos en Filipinas, esa es actualmente la única posibilidad de volver a poderse casar. Sin embargo, se trata de un proceso burocrático costoso que además dura varios años.
Desde mediados de los 90 se impulsaron varios intentos de suavizar la prohibición del divorcio que siempre fracasaron debido a la influencia de la Iglesia católica, una herencia en Filipinas de la colonización española.
Más del 80 por ciento de los 100 millones de filipinos son cristianos católicos romanos, lo que convierte al archipiélago en el único país en Asia con una población mayoritariamente cristiana.