El Rey puso cara de circunstancias cuando Muammar el Gaddafi, como acostumbra a hacer con sus huéspedes, lo tomó del brazo y lo introdujo en el palacio de Bad el Ezeia, atacado por orden del entonces presidente de EE UU, Ronald Reagan, en 1986. El líder libio se ha negado a reconstruirlo, por lo que se abrió paso entre cascotes y escombros, mientras mostraba a su huésped, en medio de lo que debió ser el salón, los restos del tren de aterrizaje de un caza estadounidense derribado.
Libia es un país de contrastes. No es el menor que la base militar de Mitiga, donde ayer aterrizó el Airbus que traía al Rey, fuera el destino más frecuente de los aviones de la CIA que hicieron escala en Palma de Mallorca con detenidos ilegales. Y es que Gaddafi pasó de patrocinar actos terroristas a ser uno de los mejores aliados de Bush en la lucha contra el terrorismo islamista. En el discurso que pronunció al cabo de la cena, celebrada en una jaima junto al palacio derruido, el Rey se felicitó de que Libia, tras comprometerse a pagar 1.800 millones de euros a las familias de las víctimas del atentado de Lockerbie (1988), haya regresado a la comunidad internacional.
También España quiere pasar página en sus relaciones con Libia, pero el precio es mucho menor: la liquidación de una deuda de hace 20 años. El objetivo es liquidarla en el viaje del Rey, aunque sea reduciéndola a mucho menos de los 80 millones en que la cifran algunas fuentes.
Lo importante es cobrar algo y hacer negocios. Para eso acompañan al Rey 15 directivos de empresas como Abengoa, OHL, Indra, Técnicas Reunidas o Iberinco (grupo Iberdrola). Y entre todos, Antoni Brufau, presidente de Repsol, al que Gaddafi puso en la picota el miércoles al amagar con nacionalizar del petróleo. Tras las garantías recibidas del Gobierno libio, a Brufau se le veía ayer muy tranquilo.
Don Juan Carlos sentiría alivio si recordaba que Felipe González negó permiso a EE UU para sobrevolar España a los aviones procedentes del Reino Unido que bombardearon Trípoli. Permaneció en silencio todo el recorrido, pero cuando Gaddafi le invitó a escribir en lo que parecía un libro de condolencias, anotó: "Con un saludo afectuoso y muy contento de estar por primera vez en Libia". Ni una alusión a la ruina que le rodeaba.
También España quiere pasar página en sus relaciones con Libia, pero el precio es mucho menor: la liquidación de una deuda de hace 20 años. El objetivo es liquidarla en el viaje del Rey, aunque sea reduciéndola a mucho menos de los 80 millones en que la cifran algunas fuentes.
Lo importante es cobrar algo y hacer negocios. Para eso acompañan al Rey 15 directivos de empresas como Abengoa, OHL, Indra, Técnicas Reunidas o Iberinco (grupo Iberdrola). Y entre todos, Antoni Brufau, presidente de Repsol, al que Gaddafi puso en la picota el miércoles al amagar con nacionalizar del petróleo. Tras las garantías recibidas del Gobierno libio, a Brufau se le veía ayer muy tranquilo.