JERUSALÉN, Gavin Rabinowitz, (AFP) - En el año que lleva en el poder, el jefe de la derecha israelí tuvo que capear crisis diplomáticas a repetición, en un marco de bloqueo total de las negociaciones de paz con los palestinos.
Las fricciones se multiplicaron con Egipto y Jordania, únicos países árabes que firmaron la paz con Israel, y las relaciones se degradaron con Turquía, considerada durante mucho tiempo como un aliado estratégico, tras la última guerra de Gaza y la humillación sufrida por el embajador turco en Israel.
También surgieron desacuerdos con muchos países europeos, y en particular con los escandinavos.
Pero el enfriamiento de las relaciones con Estados Unidos, que nada indica sea pasajero, plantea la situación más preocupante para los dirigentes israelíes.
La recepción brindada por el presidente Barack Obama a Netanyahu el mes pasado en Washington -sin declaraciones conjuntas a la prensa ni sesión de fotografías- refleja la profundidad de la crisis, sin precedentes en las últimas décadas.
Los dos gobernantes, que parecen tener poco empatía, no consiguieron ponerse de acuerdo en nada, y en particular en el tema de la continuación de la colonización judía en Jerusalén Este, defendida por Netanyahu.
El ambiente llegó a degradarse tanto que David Axelrod, uno de los principales asesores de Obama, tuvo que aclarar que Netanyahu no había sufrido ninguna "afrenta" durante su visita a Washington.
Los analistas israelíes apuntan que el aislamiento del Estado hebreo está relacionado con situaciones previas a la llegada de Netanyahu al poder.
La imagen de Israel resultó particularmente dañada por la operación "Plomo endurecido", lanzada a fines de diciembre de 2008 contra la franja de Gaza por el gobierno del primer ministro centrista Ehud Olmert.
El balance de esa operación de tres semanas (1.400 palestinos muertos, entre ellos centenares de civiles, y enormes daños materiales), destacado en el informe Goldstone de la ONU, colocaron a Israel en el banquillo de los acusados.
Desde entonces, los palestinos suspendieron las negociaciones y las relaciones entre Israel y Turquía se deterioraron.
"La guerra de Gaza le ofreció a Turquía un pretexto para criticar a Israel, en un momento en que se acerca a Siria e Irán por la negativa de la Unión Europea a aceptarla como nuevo miembro", sostiene el politólogo Gerald Steinberg, del Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat, con sede en Tel-Aviv.
La elección de Obama marcó además un vuelco en la simbiosis de posiciones que existía entre los predecesores de Netanyahu con el gobierno de George Bush, en guerra contra el "eje del mal".
Obama se muestra más determinado que Bush en sus críticas a la política de colonización de los territorios ocupados.
Numerosos responsables civiles y militares estadounidenses estiman que la política de Netanyahu estorba las tentativas de acercamiento de Obama al mundo árabe y musulmán.
Un investigador de la Universidad de Tel-Aviv, Mark Heller, apunta que la política de Netanyahu es similar a la de sus predecesores, pero que las complicaciones se deben en parte al jefe de su diplomacia, el ultranacionalista Avigdor Lieberman, poco apreciado en las capitales occidentales.
"Los actuales dirigentes israelíes no saben usar un lenguaje diplomático que haga menos amargo el trago" de varias iniciativas, afirma Heller.
Las fricciones se multiplicaron con Egipto y Jordania, únicos países árabes que firmaron la paz con Israel, y las relaciones se degradaron con Turquía, considerada durante mucho tiempo como un aliado estratégico, tras la última guerra de Gaza y la humillación sufrida por el embajador turco en Israel.
También surgieron desacuerdos con muchos países europeos, y en particular con los escandinavos.
Pero el enfriamiento de las relaciones con Estados Unidos, que nada indica sea pasajero, plantea la situación más preocupante para los dirigentes israelíes.
La recepción brindada por el presidente Barack Obama a Netanyahu el mes pasado en Washington -sin declaraciones conjuntas a la prensa ni sesión de fotografías- refleja la profundidad de la crisis, sin precedentes en las últimas décadas.
Los dos gobernantes, que parecen tener poco empatía, no consiguieron ponerse de acuerdo en nada, y en particular en el tema de la continuación de la colonización judía en Jerusalén Este, defendida por Netanyahu.
El ambiente llegó a degradarse tanto que David Axelrod, uno de los principales asesores de Obama, tuvo que aclarar que Netanyahu no había sufrido ninguna "afrenta" durante su visita a Washington.
Los analistas israelíes apuntan que el aislamiento del Estado hebreo está relacionado con situaciones previas a la llegada de Netanyahu al poder.
La imagen de Israel resultó particularmente dañada por la operación "Plomo endurecido", lanzada a fines de diciembre de 2008 contra la franja de Gaza por el gobierno del primer ministro centrista Ehud Olmert.
El balance de esa operación de tres semanas (1.400 palestinos muertos, entre ellos centenares de civiles, y enormes daños materiales), destacado en el informe Goldstone de la ONU, colocaron a Israel en el banquillo de los acusados.
Desde entonces, los palestinos suspendieron las negociaciones y las relaciones entre Israel y Turquía se deterioraron.
"La guerra de Gaza le ofreció a Turquía un pretexto para criticar a Israel, en un momento en que se acerca a Siria e Irán por la negativa de la Unión Europea a aceptarla como nuevo miembro", sostiene el politólogo Gerald Steinberg, del Centro de Estudios Estratégicos Begin-Sadat, con sede en Tel-Aviv.
La elección de Obama marcó además un vuelco en la simbiosis de posiciones que existía entre los predecesores de Netanyahu con el gobierno de George Bush, en guerra contra el "eje del mal".
Obama se muestra más determinado que Bush en sus críticas a la política de colonización de los territorios ocupados.
Numerosos responsables civiles y militares estadounidenses estiman que la política de Netanyahu estorba las tentativas de acercamiento de Obama al mundo árabe y musulmán.
Un investigador de la Universidad de Tel-Aviv, Mark Heller, apunta que la política de Netanyahu es similar a la de sus predecesores, pero que las complicaciones se deben en parte al jefe de su diplomacia, el ultranacionalista Avigdor Lieberman, poco apreciado en las capitales occidentales.
"Los actuales dirigentes israelíes no saben usar un lenguaje diplomático que haga menos amargo el trago" de varias iniciativas, afirma Heller.