Con el tiempo los tentáculos de la ciudad han alcanzado esta cima pedregosa a 15 km al sudeste de la capital convirtiéndola en un suburbio lejano. Pero para los vecinos sigue siendo "Zanabad", la ciudad de las mujeres.
La jefa de Zanabad, Bibi ul Zuqia alias "Bibikoh", falleció en marzo de 2016. Su hija mayor, Anisa Azimi, de 38 años, ha tomado el testigo. Vive con su marido en la casa materna, una de las primeras a las que se llega por una pista llena de baches.
"Mi madre llegó aquí con nosotros (cinco hijos) en 2002", dice Anisa, sentada sobre unas alfombras y rodeada por una nube de niños. Por aquel entonces Anisa era una veinteañera soltera y sin perspectiva de futuro.
Su padre murió como consecuencia de las heridas causadas por un cohete y su madre se casó en segundas nupcias con un cuñado, fallecido a su vez de una enfermedad.
Para sobrevivir, su madre "lavaba la ropa de los demás, pero alquilar una casa era demasiado caro. Aquí la tierra era libre", un lugar desierto.
Las viudas llegaron con sus maletas y sus penas, nadie se acuerda de cuándo.
"Animaban a otras viudas a venir", cuenta Anisa. "La idea era reagruparse en un sitio seguro y barato". Y a su alcance, porque en Afganistán muchos se niegan a alquilar viviendas a viudas, con fama de no tener dinero y algunas de darse a la 'mala vida'.
Un puesto militar vigila la colina. "Está bien para protegernos", estima Anisa. Los talibanes no se encuentran muy lejos.
Por la noche, las mujeres construían a escondidas sus casas de adobe ayudándose las unas a las otras. Por el día, los policías ordenaban destruirlas.
"Mi madre reconstruyó la suya ocho o nueve veces", recuerda Anisa, policía de profesión. "Acabó por dar un poco de dinero para que la dejaran tranquila".
Bibikoh organizó cursos de alfabetización, talleres de costura y distribución de víveres con el apoyo de una oenegé, informa la investigadora Naheed Esar, experta en Zanabad.
Esta comunidad femenina es excepcional en Afganistán, donde las mujeres son propiedad del padre, y más tarde del marido.
Las viudas quedan expuestas a violencia, expulsión, destierro y a veces a una boda forzada con un cuñado, afirma la Misión de la ONU en Afganistán en un estudio publicado en 2014.
En 2006 la ONU estimó que tres décadas de guerras dejaron dos millones de viudas en Afganistán. Actualmente hay unos 2,5 millones.
Las consecuencias socioeconómicas de la viudez son terribles. Como suelen vivir enclaustradas en casa y su nivel educativo es bajo o nulo, el panorama para ellas es sombrío. Como mucho las que perdieron al marido en combate cobran 150 dólares anuales del Ministerio de los Mártires.
Sobreviven haciendo horas de limpieza, costura, o enviando a sus hijos a mendigar o a vender bolsas de plástico al bazar.
"En Afganistán es el hombre el que acostumbra a mantener económicamente a las mujeres, por eso para ellas es muy difícil perder este apoyo", recalca la portavoz del ministerio de las Mujeres, Kobra Rezai. En 2008 se aprobó un texto que prevé ayudas para las mujeres pobres, pero nunca se ratificó, lamenta.
Algunos programas no gubernamentales luchan por dar autonomía a estas mujeres.
Delante del antiguo palacio real de Kabul, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) creó una pequeña cooperativa en la que un centenar de mujeres muy pobres han aprendido a labrar la tierra. El 80% son viudas.
Comparten un destino cruel. Marghooba Jafary se quedó viuda con 35 años y cuatro hijos; tuvo que casar a su hija de 13 años con un cuadragenario (que luego la abandonó) para no tener que alimentarla.
Contando su historia se echa a llorar. Las demás también. Todas están deprimidas y sin nadie con quien desahogarse.
Dieciséis años después de la caída del régimen de los talibanes, la guerra enluta cada día a más familias.
Zanabad ha llegado a tener hasta 500 viudas. Anisa tratar de tener la lista al día, pero ve llegar familias de desplazados en busca de refugios en los alrededores de Kabul. "Hay guerra por todas partes, la gente llega".
Nawzi Fakiri, "viuda desde Baba Karmal" -el expresidente prosoviético en el poder de 1979 a 1986- acoge a una madre, Nuria, y sus cinco hijos, uno de ellos discapacitado. Huyeron de Kunduz (norte) el pasado verano.
Las dos mujeres comparten un cuarto con ventanas tapadas con plástico. A cambio Nuria se ocupa de Nawzi, casi ciega por cataratas.
La jefa de Zanabad, Bibi ul Zuqia alias "Bibikoh", falleció en marzo de 2016. Su hija mayor, Anisa Azimi, de 38 años, ha tomado el testigo. Vive con su marido en la casa materna, una de las primeras a las que se llega por una pista llena de baches.
"Mi madre llegó aquí con nosotros (cinco hijos) en 2002", dice Anisa, sentada sobre unas alfombras y rodeada por una nube de niños. Por aquel entonces Anisa era una veinteañera soltera y sin perspectiva de futuro.
Su padre murió como consecuencia de las heridas causadas por un cohete y su madre se casó en segundas nupcias con un cuñado, fallecido a su vez de una enfermedad.
Para sobrevivir, su madre "lavaba la ropa de los demás, pero alquilar una casa era demasiado caro. Aquí la tierra era libre", un lugar desierto.
Las viudas llegaron con sus maletas y sus penas, nadie se acuerda de cuándo.
- 'Seguro y barato' -
"Animaban a otras viudas a venir", cuenta Anisa. "La idea era reagruparse en un sitio seguro y barato". Y a su alcance, porque en Afganistán muchos se niegan a alquilar viviendas a viudas, con fama de no tener dinero y algunas de darse a la 'mala vida'.
Un puesto militar vigila la colina. "Está bien para protegernos", estima Anisa. Los talibanes no se encuentran muy lejos.
Por la noche, las mujeres construían a escondidas sus casas de adobe ayudándose las unas a las otras. Por el día, los policías ordenaban destruirlas.
"Mi madre reconstruyó la suya ocho o nueve veces", recuerda Anisa, policía de profesión. "Acabó por dar un poco de dinero para que la dejaran tranquila".
Bibikoh organizó cursos de alfabetización, talleres de costura y distribución de víveres con el apoyo de una oenegé, informa la investigadora Naheed Esar, experta en Zanabad.
- 2,5 millones de viudas -
Esta comunidad femenina es excepcional en Afganistán, donde las mujeres son propiedad del padre, y más tarde del marido.
Las viudas quedan expuestas a violencia, expulsión, destierro y a veces a una boda forzada con un cuñado, afirma la Misión de la ONU en Afganistán en un estudio publicado en 2014.
En 2006 la ONU estimó que tres décadas de guerras dejaron dos millones de viudas en Afganistán. Actualmente hay unos 2,5 millones.
Las consecuencias socioeconómicas de la viudez son terribles. Como suelen vivir enclaustradas en casa y su nivel educativo es bajo o nulo, el panorama para ellas es sombrío. Como mucho las que perdieron al marido en combate cobran 150 dólares anuales del Ministerio de los Mártires.
Sobreviven haciendo horas de limpieza, costura, o enviando a sus hijos a mendigar o a vender bolsas de plástico al bazar.
"En Afganistán es el hombre el que acostumbra a mantener económicamente a las mujeres, por eso para ellas es muy difícil perder este apoyo", recalca la portavoz del ministerio de las Mujeres, Kobra Rezai. En 2008 se aprobó un texto que prevé ayudas para las mujeres pobres, pero nunca se ratificó, lamenta.
Algunos programas no gubernamentales luchan por dar autonomía a estas mujeres.
- Miseria y solidaridad -
Delante del antiguo palacio real de Kabul, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) creó una pequeña cooperativa en la que un centenar de mujeres muy pobres han aprendido a labrar la tierra. El 80% son viudas.
Comparten un destino cruel. Marghooba Jafary se quedó viuda con 35 años y cuatro hijos; tuvo que casar a su hija de 13 años con un cuadragenario (que luego la abandonó) para no tener que alimentarla.
Contando su historia se echa a llorar. Las demás también. Todas están deprimidas y sin nadie con quien desahogarse.
Dieciséis años después de la caída del régimen de los talibanes, la guerra enluta cada día a más familias.
Zanabad ha llegado a tener hasta 500 viudas. Anisa tratar de tener la lista al día, pero ve llegar familias de desplazados en busca de refugios en los alrededores de Kabul. "Hay guerra por todas partes, la gente llega".
Nawzi Fakiri, "viuda desde Baba Karmal" -el expresidente prosoviético en el poder de 1979 a 1986- acoge a una madre, Nuria, y sus cinco hijos, uno de ellos discapacitado. Huyeron de Kunduz (norte) el pasado verano.
Las dos mujeres comparten un cuarto con ventanas tapadas con plástico. A cambio Nuria se ocupa de Nawzi, casi ciega por cataratas.