El sacerdote cristiano Gottfried Martens celebra la ceremonia de bautismo de unos refugiados iraníes
"¿Creen desde lo más profundo de vuestro corazón que Jesucristo es vuestro Señor y vuestro Salvador y quieren seguirlo el resto de sus vidas? Si es el caso, digan sí", les preguntó el pastor.
Todos contestaron "¡Si!", bajo los aplausos de los fieles. Luego, uno a uno se sumergieron de la cabeza a los pies en un estanque.
"Me siento muy, muy feliz, me siento ... ¿cómo expresarlo?", declaró Matin justo después del bautizo, llevándose la mano al corazón.
Fue en Grecia donde este iraní de 20 años conoció el cristianismo. En cuanto llegó a Alemania se puso en contacto con esta iglesia.
Su hermana Farida siguió sus pasos y en octubre los dos comenzaron la preparación para el bautismo, en alemán y en farsi.
Farida quería elegir su religión "con total libertad" y "buscaba una iglesia".
"Es una razón muy importante para convertirse en cristiano", afirma Matthias Linke. "En la mayoría de los casos (de los refugiados que se convierten), hay un fuerte deseo de decidir por sí mismos, de forma libre y personal, la orientación de su vida".
Muchos refugiados musulmanes se convierten al cristianismo en Alemania, país al que llegaron casi 900.000 solicitantes de asilo en 2015. Las iglesias no proporcionan estadísticas pero reconocen que se trata de un fenómeno notorio, aunque no masivo.
"En nuestra diócesis, hay varios grupos de refugiados que se preparan para el bautizo y cada vez hay más demanda", afirma Felix Goldinger, sacerdote católico de Spire, en el Palatinado (sudoeste).
Muchos vienen de Irán y Afganistán y algunos de Siria y de Eritrea.
"Actualmente me ocupo de un grupo de 20 personas pero no sé cuántas acabarán bautizándose", precisa.
En esta diócesis, la preparación dura casi un año. "Durante este periodo es importante que examinen su religión de origen, el islam, y los motivos por los que quieren cambiarla", explica Felix Goldinger. "Nos alegramos evidentemente de que la gente quiera bautizarse pero para nosotros es importante que estén seguros de su decisión".
Este cura observa que "muchos hablan de lo que han vivido en su país, los actos terroristas cometidos en nombre de la religión. Ven en el cristianismo una religión que versa sobre el amor y el respeto por la vida".
Algunos iraníes estuvieron en contacto con iglesias no reconocidas en Irán - donde la conversión esta prohibida- y luego tuvieron que huir, explica Matthias Linke.
Otros conocieron a cristianos durante su periplo hacia Europa. Como Saeed, ingeniero aeronáutico afgano de 31 años que vivió cuatro meses en Turquía en casa de un cristiano y se interesó por su religión. La lectura de la biblia lo "ayudó en los momentos difíciles", asegura.
Las iglesias reconocen que algunos deseos de conversión están motivados por un ansia de integración o para reforzar un expediente de demanda de asilo, porque la apostasía o la blasfemia son delitos sancionables con pena de cárcel, de muerte o tortura en países musulmanes como Irán, Mauritania, Arabia Saudita o Afganistán.
Los grupos yihadistas como el Estado Islámico consideran la conversión un pecado que castigan con la muerte.
"Hay refugiados que piensan que si se convierten les será más fácil quedarse aquí, cuando en realidad no es sistemático", sostiene Felix Goldinger.
"¿Cambiaron de religión para poder quedarse en Alemania? Es un tema importante para las autoridades", afirma Matthias Linke, consultado a menudo por la Oficina federal para las Migraciones y los Refugiados (BAMF).
"No tengo garantía alguna. Sólo puedo preguntarles: ¿Lo sienten realmente desde lo más profundo del corazón? Después del bautismo, la mayoría de ellos viven como cristianos y vienen a la iglesia", asegura.
Fuera del templo, los conversos intentan pasar desapercibidos y hablan bajo anonimato.
"Pueden verse confrontados a situaciones difíciles en los centros de refugiados, en los que la mayoría son musulmanes", explica Thomas Klammt, encargado de los temas migratorios en la Unión de las Iglesias Evangélicas Libres de Alemania (BEFG). "También es posible que teman por sus familiares que se quedaron en sus países".
Matin sigue en contacto con la suya, sobre todo con su madre, que "aceptó" su conversión. "Me llama cada domingo para preguntarme si fui a misa", dice riéndose.
Todos contestaron "¡Si!", bajo los aplausos de los fieles. Luego, uno a uno se sumergieron de la cabeza a los pies en un estanque.
"Me siento muy, muy feliz, me siento ... ¿cómo expresarlo?", declaró Matin justo después del bautizo, llevándose la mano al corazón.
Fue en Grecia donde este iraní de 20 años conoció el cristianismo. En cuanto llegó a Alemania se puso en contacto con esta iglesia.
Su hermana Farida siguió sus pasos y en octubre los dos comenzaron la preparación para el bautismo, en alemán y en farsi.
Farida quería elegir su religión "con total libertad" y "buscaba una iglesia".
"Es una razón muy importante para convertirse en cristiano", afirma Matthias Linke. "En la mayoría de los casos (de los refugiados que se convierten), hay un fuerte deseo de decidir por sí mismos, de forma libre y personal, la orientación de su vida".
- 'Cada vez más' -
Muchos refugiados musulmanes se convierten al cristianismo en Alemania, país al que llegaron casi 900.000 solicitantes de asilo en 2015. Las iglesias no proporcionan estadísticas pero reconocen que se trata de un fenómeno notorio, aunque no masivo.
"En nuestra diócesis, hay varios grupos de refugiados que se preparan para el bautizo y cada vez hay más demanda", afirma Felix Goldinger, sacerdote católico de Spire, en el Palatinado (sudoeste).
Muchos vienen de Irán y Afganistán y algunos de Siria y de Eritrea.
"Actualmente me ocupo de un grupo de 20 personas pero no sé cuántas acabarán bautizándose", precisa.
En esta diócesis, la preparación dura casi un año. "Durante este periodo es importante que examinen su religión de origen, el islam, y los motivos por los que quieren cambiarla", explica Felix Goldinger. "Nos alegramos evidentemente de que la gente quiera bautizarse pero para nosotros es importante que estén seguros de su decisión".
Este cura observa que "muchos hablan de lo que han vivido en su país, los actos terroristas cometidos en nombre de la religión. Ven en el cristianismo una religión que versa sobre el amor y el respeto por la vida".
Algunos iraníes estuvieron en contacto con iglesias no reconocidas en Irán - donde la conversión esta prohibida- y luego tuvieron que huir, explica Matthias Linke.
Otros conocieron a cristianos durante su periplo hacia Europa. Como Saeed, ingeniero aeronáutico afgano de 31 años que vivió cuatro meses en Turquía en casa de un cristiano y se interesó por su religión. La lectura de la biblia lo "ayudó en los momentos difíciles", asegura.
- Deseo de integración -
Las iglesias reconocen que algunos deseos de conversión están motivados por un ansia de integración o para reforzar un expediente de demanda de asilo, porque la apostasía o la blasfemia son delitos sancionables con pena de cárcel, de muerte o tortura en países musulmanes como Irán, Mauritania, Arabia Saudita o Afganistán.
Los grupos yihadistas como el Estado Islámico consideran la conversión un pecado que castigan con la muerte.
"Hay refugiados que piensan que si se convierten les será más fácil quedarse aquí, cuando en realidad no es sistemático", sostiene Felix Goldinger.
"¿Cambiaron de religión para poder quedarse en Alemania? Es un tema importante para las autoridades", afirma Matthias Linke, consultado a menudo por la Oficina federal para las Migraciones y los Refugiados (BAMF).
"No tengo garantía alguna. Sólo puedo preguntarles: ¿Lo sienten realmente desde lo más profundo del corazón? Después del bautismo, la mayoría de ellos viven como cristianos y vienen a la iglesia", asegura.
Fuera del templo, los conversos intentan pasar desapercibidos y hablan bajo anonimato.
"Pueden verse confrontados a situaciones difíciles en los centros de refugiados, en los que la mayoría son musulmanes", explica Thomas Klammt, encargado de los temas migratorios en la Unión de las Iglesias Evangélicas Libres de Alemania (BEFG). "También es posible que teman por sus familiares que se quedaron en sus países".
Matin sigue en contacto con la suya, sobre todo con su madre, que "aceptó" su conversión. "Me llama cada domingo para preguntarme si fui a misa", dice riéndose.