"Es un calvario. No hay campamento para acogernos. Todos están llenos", lamenta este quincuagenario corpulento tocado con una kufiya (pañuelo tradicional) y vestido con un abrigo gris raído sobre una chilaba blanca.
Los campamentos de desplazados de las inmediaciones de Mosul están tomados por las decenas de miles de civiles que huyeron de los combates en el oeste de Mosul, donde las fuerzas de seguridad luchan contra los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI).
Frente a la afluencia masiva, los centros de acogida se saturan. Ahmed Hasán, sus dos primos y sus familias (18 personas en total) se instalaron con una decena de desplazados en una estructura hormigonada, batida por el viento... y con una vista fantástica a las tiendas de campaña de Hamam al Alil, justo enfrente.
Lonas de plástico blanco y azul se levantan entre las columnas del edificio. Mujeres y niños en pijama están sentados en el suelo, sobre mantas polvorientas. Cerca, sus escasas posesiones: gallinas, sacos de arroz y botellas de agua.
"No sabemos a dónde ir, aquí hace frío", se queja Hasan, que huyó de los combates en la región de Badush, al norte de Mosul.
Las oenegés del campamento les trajeron mantas y colchones de espuma.
"Nos dan de comer, pero hay tantos, tantos desplazados, que no quedan tiendas de campaña", explica un vecino, Abdalá Jedr.
Este sexagenario, habitante del barrio de Wadi Hajar en el oeste de Mosul, huyó de los combates y se refugió en Badush, al noroeste de la ciudad, pero tuvo que echar a andar de nuevo con su mujer y sus siete hijos.
Más de 68.000 personas huyeron del oeste de Mosul hacia los campamentos erigidos en los alrededores de la ciudad desde el 25 de febrero, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
"Todavía no hemos llegado al punto de que no haya capacidad de acogida", asegura Hala Jaber, portavoz de la OIM para la crisis de Mosul. Hay, dice, una quincena de campamentos en la provincia de Nínive, cuya capital es Mosul.
"Cada día llega mucha gente, el gobierno debe llevar a cabo los procedimientos de verificación y, a veces, las personas tienen que esperar un día o dos", precisa.
Melany Markham, portavoz de la oenegé Consejo Noruego para los Refugiados encargado de la administración de Hamam al Alil, precisa que en unas semanas se ampliará el campamento.
"Habrá sitio para unas 30.0000 personas, con unas 4.000 tiendas de campaña", añade la responsable.
Detrás de ella siguen llegando autobuses con cientos de personas a bordo. Después de bajar de los vehículos esperan en una explanada fangosa, en el exterior del campamento.
"Hay cuatro o cinco familias por carpa. Los hombres y los jóvenes duermen fuera, las mujeres y los niños, dentro", declara Omar Ahmed Abas, de 22 años.
A Omar le faltaba un año para terminar la enseñanza secundaria y entrar en la universidad. Pero el EI se apoderó de Mosul en junio de 2014 y él dejó de ir al colegio. "Antes podíamos tener sueños, ahora los perdimos".
Los campamentos de desplazados de las inmediaciones de Mosul están tomados por las decenas de miles de civiles que huyeron de los combates en el oeste de Mosul, donde las fuerzas de seguridad luchan contra los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI).
Frente a la afluencia masiva, los centros de acogida se saturan. Ahmed Hasán, sus dos primos y sus familias (18 personas en total) se instalaron con una decena de desplazados en una estructura hormigonada, batida por el viento... y con una vista fantástica a las tiendas de campaña de Hamam al Alil, justo enfrente.
Lonas de plástico blanco y azul se levantan entre las columnas del edificio. Mujeres y niños en pijama están sentados en el suelo, sobre mantas polvorientas. Cerca, sus escasas posesiones: gallinas, sacos de arroz y botellas de agua.
"No sabemos a dónde ir, aquí hace frío", se queja Hasan, que huyó de los combates en la región de Badush, al norte de Mosul.
Las oenegés del campamento les trajeron mantas y colchones de espuma.
"Nos dan de comer, pero hay tantos, tantos desplazados, que no quedan tiendas de campaña", explica un vecino, Abdalá Jedr.
Este sexagenario, habitante del barrio de Wadi Hajar en el oeste de Mosul, huyó de los combates y se refugió en Badush, al noroeste de la ciudad, pero tuvo que echar a andar de nuevo con su mujer y sus siete hijos.
- Sueños robados -
Más de 68.000 personas huyeron del oeste de Mosul hacia los campamentos erigidos en los alrededores de la ciudad desde el 25 de febrero, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).
"Todavía no hemos llegado al punto de que no haya capacidad de acogida", asegura Hala Jaber, portavoz de la OIM para la crisis de Mosul. Hay, dice, una quincena de campamentos en la provincia de Nínive, cuya capital es Mosul.
"Cada día llega mucha gente, el gobierno debe llevar a cabo los procedimientos de verificación y, a veces, las personas tienen que esperar un día o dos", precisa.
Melany Markham, portavoz de la oenegé Consejo Noruego para los Refugiados encargado de la administración de Hamam al Alil, precisa que en unas semanas se ampliará el campamento.
"Habrá sitio para unas 30.0000 personas, con unas 4.000 tiendas de campaña", añade la responsable.
Detrás de ella siguen llegando autobuses con cientos de personas a bordo. Después de bajar de los vehículos esperan en una explanada fangosa, en el exterior del campamento.
"Hay cuatro o cinco familias por carpa. Los hombres y los jóvenes duermen fuera, las mujeres y los niños, dentro", declara Omar Ahmed Abas, de 22 años.
A Omar le faltaba un año para terminar la enseñanza secundaria y entrar en la universidad. Pero el EI se apoderó de Mosul en junio de 2014 y él dejó de ir al colegio. "Antes podíamos tener sueños, ahora los perdimos".