Pancarta de protesta en la UB
¿Y a qué se dedica un cura, propagador de un mensaje de fe, en la universidad, espacio de difusión de conocimiento científico? Según el capellán de la de Sevilla, Álvaro Pereira, el servicio de asistencia religiosa tiene como misión "colaborar en la formación integral de los miembros de la comunidad universitaria", ofreciendo, entre otros servicios, "asistencia espiritual".
Once universidades ofrecen un servicio permanente de asistencia religiosa, frente a diez que lo hacen esporádicamente. Con una misa a principios de curso, por ejemplo.
"Es una cuestión que entra dentro de la autonomía universitaria", aseguran desde el Ministerio de Educación, en el que desconocen el número de universidades que tienen acuerdos formales de colaboración con los obispados o cuántas ofrecen servicios religiosos. Tampoco la Conferencia Episcopal da una cifra. "Eso depende de cada obispado", explica un portavoz, que también afirma, antes de colgar el teléfono, que "la laicidad está pasada de moda".
Campus como el de la Complutense de Madrid, Illes Balears o Huelva tienen firmados convenios con sus respectivos obispados. La Universidad de Valladolid lo rubricó en 1988 con el obispo de Osma-Soria. En él se recoge que el director del Aula de Teología "será nombrado por el rector, a propuesta del obispado". Este, a su vez, realizará las labores de capellán universitario. Entre sus tareas se encuentran las "celebraciones litúrgicas". Eso sí, en el apartado de "economía" se deja bien claro que los gastos "corren a cargo de la universidad", que además facilita una "sede-aula". Es decir, dinero público para atender demandas religiosas privadas.
"Lo curioso es que justo detrás de la universidad había una iglesia", explica Contreras. En hospitales y cárceles, en cambio, sí es obligatorio prestar este servicio si un usuario lo solicita.
El capellán Álvaro Pereira también es el responsable de atender a las personas de otras religiones que busquen este servicio. "Tengo buena relación con quienes acuden desde otras creencias", asegura. Sobre si estos están en desventaja respecto a los católicos, el capellán afirma que "el Sarus da la posibilidad a grupos minoritarios, que en sí mismos no tendrían significación en la universidad, de llevar a cabo con normalidad sus actividades, siempre que respeten los valores democráticos y el ideario propio de la universidad".
El profesor Contreras precisa: "Si no ofrecen este servicio no pasa nada, pero si lo hacen tienen que prestarlo en igualdad de condiciones con el resto de confesiones y convicciones. De lo contrario, pueden surgir problemas".
Este último grupo denunció que, tras la fusión de las facultades de Ciencias Económicas y Empresariales, la capilla se instaló en lo que era una sala de estudio, quitando así espacio a los estudiantes. Pero desde el decanato aseguran que se abrirán, antes de Navidad, nuevas salas. Más que el espacio físico, es el debate sobre la laicidad en la universidad pública lo que enfrenta a ambos sectores. La UB mantiene desde 1998 un acuerdo con el arzobispado de la ciudad condal que la obliga a reservar un espacio de culto católico en sus instalaciones. Tras los enfrentamientos de principios de mes, la vicerrectora de Estudiantes, Gemma Fonrodona, se ha comprometido con la Asociación de Estudiantes Progresistas a debatir a fondo la cuestión.
En otro campus catalán, el de la Autónoma de Barcelona (UAB), el Servicio de Asistencia y Formación Religiosa (Safor) lleva 20 años prestándose. "Aquí somos muy respetados y no tenemos problemas", asegura Jordi Olivé, estudiante de Derecho de 23 años y coordinador del Safor.
Él defiende este servicio dentro de la universidad: "Igual que existen los servicios deportivos, debe existir este", opina Olivé, que asegura que hay días que pasa "más de 12 horas" en la universidad.
Los miércoles asiste a misa en la sala multifuncional, que los viernes es utilizada por musulmanes que desean realizar sus oraciones. También lo hacen de otras confesiones.
Once universidades ofrecen un servicio permanente de asistencia religiosa, frente a diez que lo hacen esporádicamente. Con una misa a principios de curso, por ejemplo.
"Es una cuestión que entra dentro de la autonomía universitaria", aseguran desde el Ministerio de Educación, en el que desconocen el número de universidades que tienen acuerdos formales de colaboración con los obispados o cuántas ofrecen servicios religiosos. Tampoco la Conferencia Episcopal da una cifra. "Eso depende de cada obispado", explica un portavoz, que también afirma, antes de colgar el teléfono, que "la laicidad está pasada de moda".
Campus como el de la Complutense de Madrid, Illes Balears o Huelva tienen firmados convenios con sus respectivos obispados. La Universidad de Valladolid lo rubricó en 1988 con el obispo de Osma-Soria. En él se recoge que el director del Aula de Teología "será nombrado por el rector, a propuesta del obispado". Este, a su vez, realizará las labores de capellán universitario. Entre sus tareas se encuentran las "celebraciones litúrgicas". Eso sí, en el apartado de "economía" se deja bien claro que los gastos "corren a cargo de la universidad", que además facilita una "sede-aula". Es decir, dinero público para atender demandas religiosas privadas.
Cárceles y hospitales
Centros penitenciarios y hospitales también ofrecen este servicio, amparados por la Ley de Libertad Religiosa. Pero para José María Contreras, profesor de Derecho Eclesiástico y subdirector para la relación con las confesiones del Ministerio de Justicia, hay una diferencia clave entre ambos: en estos últimos, los usuarios "tienen una dependencia o sujeción" a los centros en los que permanecen internados, algo que no ocurre en la universidad. "Un alumno puede asistir a oficios religiosos en cualquier templo de su confesión", aclara Contreras, que en 1997 elaboró un informe para la Universidad Carlos III de Madrid en el que concluía que la asistencia religiosa en la universidad "es algo optativo, nunca puede ser obligatorio". Así lo estableció también en una sentencia el Tribunal Superior de Madrid ante la demanda de un grupo de estudiantes católicos de esta universidad que exigieron tener una capilla para el culto."Lo curioso es que justo detrás de la universidad había una iglesia", explica Contreras. En hospitales y cárceles, en cambio, sí es obligatorio prestar este servicio si un usuario lo solicita.
Presupuestos opacos
La Universidad de Sevilla ofrece al Sarus un despacho propio en su edificio principal del Rectorado. La financiación se realiza a través de los presupuestos de Extensión Universitaria. Sobre cuál es la cantidad de dinero que percibe el servicio, no hay respuesta ni por parte del gabinete de comunicación ni del propio capellán, encargado de gestionar las tres capillas repartidas en la diferentes facultades sevillanas.El capellán Álvaro Pereira también es el responsable de atender a las personas de otras religiones que busquen este servicio. "Tengo buena relación con quienes acuden desde otras creencias", asegura. Sobre si estos están en desventaja respecto a los católicos, el capellán afirma que "el Sarus da la posibilidad a grupos minoritarios, que en sí mismos no tendrían significación en la universidad, de llevar a cabo con normalidad sus actividades, siempre que respeten los valores democráticos y el ideario propio de la universidad".
El profesor Contreras precisa: "Si no ofrecen este servicio no pasa nada, pero si lo hacen tienen que prestarlo en igualdad de condiciones con el resto de confesiones y convicciones. De lo contrario, pueden surgir problemas".
Disturbios
A veces, en efecto, hay problemas. En la única universidad de Catalunya que dispone de capillas católicas, la de Barcelona (UB), se viene produciendo semanalmente un sonado encontronazo entre alumnos que asisten a la misa de cada miércoles en la Facultad de Economía y otros que exigían laicidad.Este último grupo denunció que, tras la fusión de las facultades de Ciencias Económicas y Empresariales, la capilla se instaló en lo que era una sala de estudio, quitando así espacio a los estudiantes. Pero desde el decanato aseguran que se abrirán, antes de Navidad, nuevas salas. Más que el espacio físico, es el debate sobre la laicidad en la universidad pública lo que enfrenta a ambos sectores. La UB mantiene desde 1998 un acuerdo con el arzobispado de la ciudad condal que la obliga a reservar un espacio de culto católico en sus instalaciones. Tras los enfrentamientos de principios de mes, la vicerrectora de Estudiantes, Gemma Fonrodona, se ha comprometido con la Asociación de Estudiantes Progresistas a debatir a fondo la cuestión.
En otro campus catalán, el de la Autónoma de Barcelona (UAB), el Servicio de Asistencia y Formación Religiosa (Safor) lleva 20 años prestándose. "Aquí somos muy respetados y no tenemos problemas", asegura Jordi Olivé, estudiante de Derecho de 23 años y coordinador del Safor.
Él defiende este servicio dentro de la universidad: "Igual que existen los servicios deportivos, debe existir este", opina Olivé, que asegura que hay días que pasa "más de 12 horas" en la universidad.
Los miércoles asiste a misa en la sala multifuncional, que los viernes es utilizada por musulmanes que desean realizar sus oraciones. También lo hacen de otras confesiones.