"Estamos viviendo actualmente una guerra de monedas internacional, una depreciación de las monedas generalizada", advirtió a fines de septiembre el ministro brasileño de Hacienda, Guido Mantega.
La expresión causó polémica, pero también tuvo un éxito fulgurante. Era una constatación de las diferencias soterradas entre los dirigentes de las mayores economías del planeta, las que exportan mucho (China, Alemania, Japón) y las que quisieran hacerlo más (Estados Unidos, los países de la zona euro).
La decisión del banco central chino de dejar flotar más libremente el yuan, muy esperada por otros países del G20, se produjo en junio, una semana antes de una cumbre del Grupo de países ricos y en desarrollo en Toronto (Canadá).
La maniobra tuvo poco efecto, y no calmó la retórica de los congresistas estadounidenses que pedían sanciones contra Pekín.
"Solamente una legislación clara hará cambiar a los chinos y frenará el flujo de empleos y riqueza que se escapa de Estados Unidos", declaró el Senador demócrata Charles Schumer, que quiere lograr la aprobación de una ley de represalias comerciales.
Las preocupaciones de las autoridades Pekín van en otra dirección, esforzándose por contener el crédito bancario y la inflación, por lo que elevaron el sábado de Navidad sus tasas de interés en 25 puntos básicos, por segunda vez en tres meses.
Con un crecimiento anual de 10%, China rechaza con creciente firmeza las "presiones extranjeras". Su presidente, Hu Jintao, consideró que su política es "coherente y responsable".
Un alza demasiado rápida del yuan "llevaría a muchas empresas chinas a la quiebra, llevaría al desempleo a mucha gente y crearía disturbios", añadió su primer ministro, Wen Jiabao.
En seis meses, el yuan sólo se apreció 2,9% frente al dólar. El Fondo Monetario Internacional (FMI) lo sigue considerando "netamente depreciado". Pero como el dólar también ha bajado ante el resto de monedas, el yuan se depreció cerca de 3% respecto al euro y en torno a 4,5% respecto al yen.
Países como Brasil empezaron rápidamente a tomar medidas, como la imposición de un arancel a la entrada de capitales extranjeros, que subió en octubre a 6%.
Si hay una "guerra de monedas", los europeos y los japoneses se consideran sus víctimas.
Tokio, que el 15 de setiembre intervino para frenar la apreciación del yen, se mostró irritado por las críticas que esa medida suscitó.
En la zona euro, los países inmersos aún en la recesión, como Grecia o Irlanda, sufren porque tienen la misma moneda que Alemania, en plena expansión. Sólo les queda recurrir a la ayuda de sus socios y del FMI.
Y el debate sobre el estallido de la unión monetaria, improbable en 2009, se convirtió en un rumor creciente al cierre del agitado 2010.
El papel de Estados Unidos como banquero central mundial, con la emisión sin límites de dólares cuando lo consideran necesario sus autoridades económicas, también está siendo debatido.
"La gente suele acusar mucho a China, pero también se olvida que cuando un país que posee la moneda que es reserva de valor en todo el mundo tiene una política monetaria muy liberal, eso también crea problemas en el equilibrio monetario", criticó en noviembre el canciller brasileño Celso Amorim, en abierta alusión a Estados Unidos.
"Tal y como está constituido actualmente, el sistema monetario internacional tiene un defecto estructural", reconoció en noviembre el presidente de la Reserva Federal estadounidense, Ben Bernanke.
La expresión causó polémica, pero también tuvo un éxito fulgurante. Era una constatación de las diferencias soterradas entre los dirigentes de las mayores economías del planeta, las que exportan mucho (China, Alemania, Japón) y las que quisieran hacerlo más (Estados Unidos, los países de la zona euro).
La decisión del banco central chino de dejar flotar más libremente el yuan, muy esperada por otros países del G20, se produjo en junio, una semana antes de una cumbre del Grupo de países ricos y en desarrollo en Toronto (Canadá).
La maniobra tuvo poco efecto, y no calmó la retórica de los congresistas estadounidenses que pedían sanciones contra Pekín.
"Solamente una legislación clara hará cambiar a los chinos y frenará el flujo de empleos y riqueza que se escapa de Estados Unidos", declaró el Senador demócrata Charles Schumer, que quiere lograr la aprobación de una ley de represalias comerciales.
Las preocupaciones de las autoridades Pekín van en otra dirección, esforzándose por contener el crédito bancario y la inflación, por lo que elevaron el sábado de Navidad sus tasas de interés en 25 puntos básicos, por segunda vez en tres meses.
Con un crecimiento anual de 10%, China rechaza con creciente firmeza las "presiones extranjeras". Su presidente, Hu Jintao, consideró que su política es "coherente y responsable".
Un alza demasiado rápida del yuan "llevaría a muchas empresas chinas a la quiebra, llevaría al desempleo a mucha gente y crearía disturbios", añadió su primer ministro, Wen Jiabao.
En seis meses, el yuan sólo se apreció 2,9% frente al dólar. El Fondo Monetario Internacional (FMI) lo sigue considerando "netamente depreciado". Pero como el dólar también ha bajado ante el resto de monedas, el yuan se depreció cerca de 3% respecto al euro y en torno a 4,5% respecto al yen.
Países como Brasil empezaron rápidamente a tomar medidas, como la imposición de un arancel a la entrada de capitales extranjeros, que subió en octubre a 6%.
Si hay una "guerra de monedas", los europeos y los japoneses se consideran sus víctimas.
Tokio, que el 15 de setiembre intervino para frenar la apreciación del yen, se mostró irritado por las críticas que esa medida suscitó.
En la zona euro, los países inmersos aún en la recesión, como Grecia o Irlanda, sufren porque tienen la misma moneda que Alemania, en plena expansión. Sólo les queda recurrir a la ayuda de sus socios y del FMI.
Y el debate sobre el estallido de la unión monetaria, improbable en 2009, se convirtió en un rumor creciente al cierre del agitado 2010.
El papel de Estados Unidos como banquero central mundial, con la emisión sin límites de dólares cuando lo consideran necesario sus autoridades económicas, también está siendo debatido.
"La gente suele acusar mucho a China, pero también se olvida que cuando un país que posee la moneda que es reserva de valor en todo el mundo tiene una política monetaria muy liberal, eso también crea problemas en el equilibrio monetario", criticó en noviembre el canciller brasileño Celso Amorim, en abierta alusión a Estados Unidos.
"Tal y como está constituido actualmente, el sistema monetario internacional tiene un defecto estructural", reconoció en noviembre el presidente de la Reserva Federal estadounidense, Ben Bernanke.