La isla de ‘El Mago’


Es simplemente bella. Así pensaba de Spetsai el escritor John Fowles. De sus fantasmas y bosques misteriosos salió ‘El Mago’. Pero la isla griega ya no es ahora la misma. • El escritor británico John Fowles se enamoró de la isla griega de Spetsai, que utilizó como escenario de su novela sobre los avatares de un profesor de Inglés a merced de engaños



La isla de ‘El Mago’
Spetsai, una isla pegada a la costa del Peloponeso, vive envuelta en un misterioso encanto gracias a una novela, El Mago, escrita por el británico John Fowles. Durante su estancia en los años cincuenta en la isla, donde trabajó de profesor de Inglés, Fowles se enamoró de Spetsai hasta el punto de utilizarla, con el nombre ficticio de Phraxos, como escenario de una subyugante novela, en la que un joven va en busca de sí mismo en un ambiente visionario. En los años setenta, a remolque de los tiempos hippies, se creía que la historia tenía un origen psicodélico, pero el autor apuntó que su única influencia había sido la psicología analítica de Carl Jung. En El Mago, Fowles escribe: «Phraxos (o sea, Spetsai) era bellísima. No había otro adjetivo; no era simplemente bonita, pintoresca, encantadora, sino simple y llanamente bella». Una excelente promoción para esta tranquila isla.
Llegando en barco desde la abrupta Hidra, Spetsai aparece como una isla más llana y alargada, con agradables playas y rincones arbolados, a pesar de que los grandes incendios han destruido más de la mitad de sus bosques. Al igual que sucede en Hidra, Spetsai exhibe con orgullo un catálogo de valientes marinos, con un lugar destacado para la heroína Laskarina Bubulina, una mujer que en el siglo XIX capitaneaba su propio barco y seducía a sus amantes a punta de pistola.
Cuando les hablas a los habitantes de Spetsai de El Mago, ponen cara de no sabe, no contesta y, con una hábil finta, te invitan a visitar el museo de la intrépida Bubulina, las playas del sur o las mansiones que construyeron sus valientes marinos.
También te hablan de un armador millonario, Sotiris Anaryiros, que hace muchos años quiso cambiar el destino de la isla y convertirla en un lugar selecto. Construyó para ello, cerca del puerto, el majestuoso Hotel Poseidón, edificio con aspecto de palacete francés que parece haberse equivocado de isla, y el colegio que lleva su nombre, inspirado en el británico Eton, y destinado, según una idea que no cuajó, a formar a las élites de Grecia. Fue allí, en aquel «colegio de ambiente claustrofóbico», donde Fowles fue profesor.

Recorrido en moto
El Hotel Poseidón, restaurado recientemente, sigue desafiando el paso del tiempo, pero el inmenso campus del colegio, situado en las afueras del pueblo, ha caído en una clara decadencia. Un par de edificios han sido restaurados para celebrar eventos, pero el resto sigue pendiente de destino, rodeado de cipreses y olivos mal crecidos cerca de Kaiki Beach, una playa en la que los turistas se broncean ajenos a los sueños de gloria del millonario y a las inquietudes de El Mago.
Igual que el joven Nicholas, protagonista de la obra, que sale del colegio para perderse por la parte oeste de la isla, me dispuse a dar una vuelta por Spetsai, aunque con una diferencia: él iba caminando y yo, en motocicleta. Otra diferencia es que Nicholas se encuentra con un excéntrico millonario, alias El Mago, que le somete a extrañas pruebas y le hace penetrar en un mundo de sueños para conocerse a sí mismo, mientras que yo solo me crucé con turistas británicos de mediana edad, ansiosos de playa, sol y alcohol.
«Nueve décimas partes de la isla estaban desiertas y sin cultivar», escribe Fowles. «No había allí más que pinos, calas, silencio, mar». Por desgracia ya no es así. Spetsai ya no es una isla virgen como la conoció Fowles, sino un destino turístico en el que solo la costa oeste, diezmada por los incendios, no está tan poblada como la del este. Circulan pocos coches por el lugar, pero muchas motos que se alquilan para dar la vuelta a la isla por una carretera que tiene solo 25 kilómetros.

La villa misteriosa
Spetsai se acaba rápido si uno tiene ansias de récord, pero si la vuelta se hace sin prisas, con tiempo suficiente para detenerse en los lugares de interés, la isla depara agradables sorpresas, como las playas de Agya Paraskevi y Agya Anaryiri. En esta última, se impone un alto prolongado, tanto por la belleza del lugar y la transparencia del agua como porque es por aquí donde Fowles sitúa la misteriosa Villa Bourani, lugar de residencia de El Mago en la novela.
En el chiringuito de Manolis no tenían ni idea de por dónde podía estar la casa. “Viene gente preguntando por ella, sobre todo jóvenes ingleses, pero la verdad es que no lo sé”, me informó el camarero. Resultado: decidí beberme la cerveza Mythos sin prisas y darme un baño mientras veía cómo el mar iba intensificando su color azul. A continuación, paseé por los alrededores de Agya Anaryiri, con ánimos de explorador, y localicé varias posibles villas Bourani, todas solitarias, misteriosas y un punto decadentes ¿Cuál de ellas era la buena? No conseguí averiguarlo, aunque visto lo que le sucede al protagonista, quizá fuese mejor así.
Unos kilómetros más adelante me llamó la atención una gran mansión que, a juzgar por lo que me habían dicho, debía de ser la que pertenecía al armador millonario Stavros Niarchos, también propietario de la pequeña isla de Spetsopoula, situada enfrente. Ante la insistente rumorología que despertó la novela, escribió Fowles en 1976: «El famoso millonario griego que ha adquirido ahora parte de Spetsai no tiene nada que ver con mi personaje de ficción; la llegada del señor Niarchos se produjo mucho más tarde».
Regresé, pues, al pueblo, completando la vuelta a Spetsai, sin saber muy bien qué había conseguido con aquel viaje, en una situación de desconcierto similar a la que experimenta el protagonista de El Mago. En el hotel, abrí la novela y leí: «En las zonas alejadas del rincón habitado de Phraxos habitaban verdaderos fantasmas, más sutiles –y más bellos– que los que yo he creado. Los silencios de sus bosques de pinos eran profundamente misteriosos, nada parecidos a los que he experimentado en otros lugares».

El encanto perdido
Es un hecho que el encanto de los bosques de Spetsai se ha esfumado tras los incendios de 1990 y 2001, pero aún queda algo evanescente en el aire que sostiene el misterio de la isla. ¿Será la presencia sutil de El Mago? Es posible, aunque teniendo en cuenta lo que escribe Fowles, quizá sea mejor no descubrirlo: «La Grecia de las islas sigue siendo Circe. No es un lugar apropiado para que el artista-viajero se entretenga mucho, si aprecia su alma...».
Domingo, 9 de Agosto 2009
El periódico de Catalunya, Barcelona, España
           


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