Sin educación, la danza le genera sus únicos ingresos. Cuando tenía 14 años un ex comandante yihadista de Shomalli, en el norte de Kabul, lo secuestró para hacerlo su "basha".
Cuatro años después el comandante lo reemplazó por un nuevo esclavo, más joven, y "regaló" Jawid a otro jefe.
Pero el joven logró escaparse una noche, aprovechando el caos creado por una pelea armada en una boda a la que su "dueño" lo había llevado para distraer a los invitados.
"Las peleas empezaban generalmente para saber quién me llevaría" luego de la fiesta, confió Jawid, de 19 años, que pidió a la AFP que no revele su verdadera identidad.
El "basha bazi", que significa "jugar con los muchachos" en dari, es simplemente la violación de adolescentes reducidos al estado de esclavos sexuales.
Sin apoyo ni legislación para protegerlos, los que escapan de esta tradición afgana están a menudo obligados a vivir escondidos si escapan a sus "dueños". O a prostituirse para sobrevivir.
En la sociedad afgana conservadora y segregada entre géneros, el "basha bazi" no está asociado la homosexualidad, prohibida por el islam, ni incluso a la pedofilia. Poseer muchachos jóvenes es una manera de afianzar su poder en algunos sectores de la población, como en otros mostrar una bella esposa.
Gul, de 15 años, fracasó dos veces en su intento de huir. Logró hacerlo la tercera vez tras permanecer cautivo durante tres meses en un puesto policial del distrito de Nad Ali en Helmand (sur). Vive ahora aterrorizado, paralizado con la idea ser secuestrado nuevamente.
Sus padres y hermanos también tuvieron que abandonar su hogar, por miedo a que el comandante que lo había secuestrado regrese para reclamarlo.
"'Vístete de mujer', me decía el comandante del puesto", con maquillaje y campañillas en los tobillos, cuenta Gul, contactado por teléfono por AFP. "No quiero volver a vivir esa vida".
Gul era uno de los tres "basha" del puesto. Pero, insiste, los policías seguían a la búsqueda de nuevas víctimas, generalmente sustraídas a las familias pobres.
A veces, la única solución para las víctimas es sellar acuerdos con los talibán que en el pasado reclutaron jóvenes ávidos de venganza para llevar a cabo ataques contra los puestos de policía, como lo reveló la AFP el año pasado.
A diferencia de muchos, Gul tuvo la suerte de que su familia no lo rechazara.
"El honor familial, es como un vaso de agua, la menor suciedad la mancha íntegramente", confía Aimal, otro ex "basha" abandonado por sus padres y que hoy tiene 30 años. "Si hubiese sido una mujer ni siquiera estaría vivo".
Incluso los padres mejor intencionados están sumidos en la vergüenza cuando llevan a sus hijos heridos al médico.
"Cada vez más padres llevan a sus hijos balbuceando que tienen problemas intestinales", cuenta un cirujano de Helmand, provincia en la que este fenómeno está muy presente.
"Pero el examen muestra que esos niños fueron violados y que necesitan ser cocidos. Los padres estallan entonces en llantos y suplican 'no queremos que se sepa, pero salve a nuestro hijo'", asegura.
Su testimonio corrobora el de otros dos médicos contactados por AFP, que pidieron el anonimato.
Aimal, que utiliza este seudónimo porque no quiere revelar su identidad, fue liberado cuando empezó a tener barba, luego de años de esclavitud al servicio de un comandante yihadista en la provincia de Balj (norte).
Instalado ahora en Kabul, milita contra la práctica "basha bazi" y por la protección de las víctimas. Explicó que no quería terminar a su vez como predador, como sucede con muchos ex "basha".
Por primera vez este año el presidente Ashraf Ghani propuso sancionar la práctica enmendando el código penal, pero el gobierno no anunció aún un calendario para su implementación.
En febrero las autoridades allanaron una fiesta "basha bazi" en pleno Kabul. No detuvieron a los organizadores pero sí a los jóvenes bailarines, indicaron a la AFP dos testigos.
Sin duda porque generalmente los agresores son miembros de las fuerzas de seguridad.
"Bailar no es un crimen", se revuelta Aimal. "Hay que terminar con esta cultura que consiste en castigar a las víctimas".
Cuatro años después el comandante lo reemplazó por un nuevo esclavo, más joven, y "regaló" Jawid a otro jefe.
Pero el joven logró escaparse una noche, aprovechando el caos creado por una pelea armada en una boda a la que su "dueño" lo había llevado para distraer a los invitados.
"Las peleas empezaban generalmente para saber quién me llevaría" luego de la fiesta, confió Jawid, de 19 años, que pidió a la AFP que no revele su verdadera identidad.
El "basha bazi", que significa "jugar con los muchachos" en dari, es simplemente la violación de adolescentes reducidos al estado de esclavos sexuales.
Sin apoyo ni legislación para protegerlos, los que escapan de esta tradición afgana están a menudo obligados a vivir escondidos si escapan a sus "dueños". O a prostituirse para sobrevivir.
- 'Vístete de mujer' -
En la sociedad afgana conservadora y segregada entre géneros, el "basha bazi" no está asociado la homosexualidad, prohibida por el islam, ni incluso a la pedofilia. Poseer muchachos jóvenes es una manera de afianzar su poder en algunos sectores de la población, como en otros mostrar una bella esposa.
Gul, de 15 años, fracasó dos veces en su intento de huir. Logró hacerlo la tercera vez tras permanecer cautivo durante tres meses en un puesto policial del distrito de Nad Ali en Helmand (sur). Vive ahora aterrorizado, paralizado con la idea ser secuestrado nuevamente.
Sus padres y hermanos también tuvieron que abandonar su hogar, por miedo a que el comandante que lo había secuestrado regrese para reclamarlo.
"'Vístete de mujer', me decía el comandante del puesto", con maquillaje y campañillas en los tobillos, cuenta Gul, contactado por teléfono por AFP. "No quiero volver a vivir esa vida".
Gul era uno de los tres "basha" del puesto. Pero, insiste, los policías seguían a la búsqueda de nuevas víctimas, generalmente sustraídas a las familias pobres.
A veces, la única solución para las víctimas es sellar acuerdos con los talibán que en el pasado reclutaron jóvenes ávidos de venganza para llevar a cabo ataques contra los puestos de policía, como lo reveló la AFP el año pasado.
- 'Salve a mi hijo' -
A diferencia de muchos, Gul tuvo la suerte de que su familia no lo rechazara.
"El honor familial, es como un vaso de agua, la menor suciedad la mancha íntegramente", confía Aimal, otro ex "basha" abandonado por sus padres y que hoy tiene 30 años. "Si hubiese sido una mujer ni siquiera estaría vivo".
Incluso los padres mejor intencionados están sumidos en la vergüenza cuando llevan a sus hijos heridos al médico.
"Cada vez más padres llevan a sus hijos balbuceando que tienen problemas intestinales", cuenta un cirujano de Helmand, provincia en la que este fenómeno está muy presente.
"Pero el examen muestra que esos niños fueron violados y que necesitan ser cocidos. Los padres estallan entonces en llantos y suplican 'no queremos que se sepa, pero salve a nuestro hijo'", asegura.
Su testimonio corrobora el de otros dos médicos contactados por AFP, que pidieron el anonimato.
Aimal, que utiliza este seudónimo porque no quiere revelar su identidad, fue liberado cuando empezó a tener barba, luego de años de esclavitud al servicio de un comandante yihadista en la provincia de Balj (norte).
Instalado ahora en Kabul, milita contra la práctica "basha bazi" y por la protección de las víctimas. Explicó que no quería terminar a su vez como predador, como sucede con muchos ex "basha".
Por primera vez este año el presidente Ashraf Ghani propuso sancionar la práctica enmendando el código penal, pero el gobierno no anunció aún un calendario para su implementación.
En febrero las autoridades allanaron una fiesta "basha bazi" en pleno Kabul. No detuvieron a los organizadores pero sí a los jóvenes bailarines, indicaron a la AFP dos testigos.
Sin duda porque generalmente los agresores son miembros de las fuerzas de seguridad.
"Bailar no es un crimen", se revuelta Aimal. "Hay que terminar con esta cultura que consiste en castigar a las víctimas".