"Ver que respondemos con compasión al desamparo" y "que la mayoría de nosotros no sigue a aquellos que quieren aislar Alemania, ha sido para mí una experiencia realmente alentadora este año", dijo el miércoles el presidente alemán, Joachim Gauck, en su discurso de Navidad.
Esa frase no apunta a nadie pero el vínculo entre "aquellos que quieren aislar a Alemania" y Pegida es evidente.
Pegida (acrónimo en alemán de "Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente") nació en octubre en Dresde (este), la capital del Estado federado de Sajonia, que cuenta con un 2,2% de población extranjera.
En pocas semanas, pasó de cientos de simpatizantes a 17.500 manifestantes el pasado lunes.
Su credo: el rechazo de la islamización, los yihadistas o los extranjeros que rehuyen integrarse. Y sus blancos: el islam, los extranjeros, los medios de comunicación, las élites políticas y el multiculturalismo, que, a su juicio, terminarán con la cultura cristiana alemana.
El éxito del movimiento sorprendió en un primer momento, antes de empezar a preocupar en un país marcado por el racismo de la dictadura nazi que exterminó a los judíos.
Pero, pasado este efecto de sorpresa, las voces de una amplia parte de la sociedad alemana comenzaron a elevarse para rechazar las tesis y los valores de Pegida.
- "Revuelta de la gente honesta" -
Varias contramanifestaciones han unido a responsables políticos, artistas y ciudadanos en Dresde, pero también en otras ciudades alemanas. Unas 20.000 personas salieron a la calle el lunes para mostrar su rechazo a este movimiento contrario a la llegada de refugiados.
En el terreno político, el tono se endureció. La jefa del gobierno alemán, la conservadora Angela Merkel, declaró la semana pasada que no había sitio en Alemania "para la incitación al odio y a la calumnia".
Por su parte, el jefe de la diplomacia alemana, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, aseguró el martes a la revista Der Spiegel que "la gran mayoría de alemanes" estiman que esta gente debe encontrar en Alemania "un refugio para escapar a la guerra civil".
Y en una entrevista a la revista "Couragier", el excanciller alemán Gerhard Schröder instó el lunes a una "revuelta de la gente honesta".
En el plano económico, las tesis de Pegida también son rebatidas. Para el presidente de la importante federación alemana de la industria, Alemania, mejor alumno de la Eurozona y primer destino de la inmigración en Europa, debe acoger más refugiados, ya que su población envejece y necesita mano de obra.
"La fuerza de una sociedad se ve en su apertura. Quien confía en sí mismo puede acoger a extranjeros con los brazos abiertos y puede ayudar allí donde reina la miseria", subraya en su edición del miércoles el diario Badische Zeitung, con sede en Friburgo (suroeste).
Los ciudadanos alemanes, por su parte, multiplican las iniciativas locales: cursos de alemán gratuitos, exámenes psiquiátricos para los niños procedentes de zonas de guerra, formación especial sobre la problemática de los refugiados para los trabajadores sociales, etc.
En esta línea, estudiantes berlineses crearon el portal (www.fluechtlinge-willkommen.de) para reagrupar los anuncios de habitaciones libres en pisos compartidos.
"Acoger a los refugiados es un desafío enorme", pero "queremos ayudar", explica a la AFP la berlinesa Ulrike Meier, quien trabaja en un albergue que acoge desde principios de diciembre a un centenar de refugiados en el centro de la capital alemana.
Para Meier, Pegida es "un movimiento muy populista" que refleja una parte de la sociedad, pero "no a Alemania" en su conjunto.