Decenas de miles de personas volvieron a concentrarse en la plaza Tahrir-liberación- de El Cairo, epicentro del estallido político-social, que la víspera fue teatro de la concentración más multitudinaria de dos semanas de movilización.
A poca distancia, cientos de manifestantes rodearon al Parlamento y la sede del gobierno, situados frente a frente. Los dos edificios estaban protegidos por militares y vehículos blindados, pero el consejo de ministros tuvo que celebrarse en otro lugar.
"Vinimos a impedir el ingreso de los miembros del PND", el Partido Nacional Demócrata de Mubarak, dijo a la AFP Mohamed Abdalah, de 25 años, junto a otros jóvenes que coreaban consignas contra el jefe de Estado.
Pese a la persistencia de la agitación y al toque de queda que rige desde las ocho de la noche hasta las seis de la mañana, la mayoría de los comercios de la capital volvió a abrir este miércoles.
Las manifestaciones habían dado pie en los primeros días a violentos enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, que dejaron al menos 300 muertos y miles de heridos, según evaluaciones de la ONU.
Las marchas habían ganado otras grandes ciudades, como Alejandría (norte) y Suez (este), ambas sometidas también al toque de queda. El miércoles llegaron reportes de violentos incidentes en El Jargo, una ciudad del sur, donde la policía dispersó el martes a balazos una protesta, matando a tres personas e hiriendo a un centenar, indicó a la AFP una fuente de los servicios de seguridad.
Al enterarse de la muerte de los manifestantes, los habitantes enfurecidos incendiaron siete edificios oficiales, entre ellos dos comisarías, un tribunal y la sede local del PND, precisó el informe.
Varios movimientos sociales para reclamar mejores condiciones de trabajo o salariales surgieron al amparo de las protestas contra Mubarak. En los últimos dos días se señalaron manifestaciones en los arsenales de Puerto Said, a la entrada del canal de Suez, y en varias empresas privadas que operan en este eje estratégico del comercio mundial.
El régimen intentó todo tipo de respuestas para contener la ola de protestas: desde la represión a las concesiones políticas, pasando por la apuesta del desgaste.
Mubarak, de 82 años, en el poder desde 1981, prometió no volver a presentarse en las elecciones de septiembre y el vicepresidente Omar Suleimán abrió un diálogo con sectores de la oposición, que abarca desde grupos de izquierda a los Hermanos Musulmanes. Pero todo eso no logró resquebrajar el frente político ni menguar la determinación de la calle, que sigue reclamando que el mandatario se vaya, ya.
Las marchas del martes fueron las más multitudinarias desde el inicio del movimiento.
Centenares de miles de personas volvieron a congregarse en la plaza Tahrir, donde aclamaron al joven activista y ejecutivo de Google Wael Ghonim, convertido en un héroe tras haber permanecido doce días detenido, con los ojos vendados, por haber participado en una marcha opositora.
La página de Ghonim en la red social Facebook, así como la del Movimiento de jóvenes del 6 de Abril, tuvieron un papel preponderante en el desencadenamiento del movimiento.
Tras el éxito de esa movilización, Estados Unidos instó a Egipto a acelerar su democratización.
El vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, urgió a Suleimán a ampliar el diálogo hacia la transición política a más grupos de la oposición y a levantar de inmediato las leyes de excepción, informó la Casa Blanca.
Pero Suleimán afirmó poco después que una precipitación en las reformas podría sumir en el "caos" al más poblado de los países árabes.
Según Suleimán, "el diálogo y la comprensión" son la "primera manera (...) de salir de la crisis pacíficamente".
La otra "sería un golpe de Estado y queremos evitar eso", advirtió.
La presencia en las protestas de los Hermanos Musulmanes -el grupo opositor más articulado- causa cierto temor en capitales occidentales sobre el riesgo de que el movimiento sea recuperado por los islamistas.
Un dirigente de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Mursi, aseguró el miércoles que el objetivo de la cofradía no es, por el momento, la toma del poder.
"Los Hermanos Musulmanes no buscan el poder. No queremos participar por el momento (...). No queremos presentar un candidato a la presidencia" en las elecciones de septiembre, afirmó.
La rebelión egipcia se inspiró de la que el mes pasado derrocó al dictador tunecino Zine El Abidine Ben Alí, que estaba en el poder desde hacía 23 años.
A poca distancia, cientos de manifestantes rodearon al Parlamento y la sede del gobierno, situados frente a frente. Los dos edificios estaban protegidos por militares y vehículos blindados, pero el consejo de ministros tuvo que celebrarse en otro lugar.
"Vinimos a impedir el ingreso de los miembros del PND", el Partido Nacional Demócrata de Mubarak, dijo a la AFP Mohamed Abdalah, de 25 años, junto a otros jóvenes que coreaban consignas contra el jefe de Estado.
Pese a la persistencia de la agitación y al toque de queda que rige desde las ocho de la noche hasta las seis de la mañana, la mayoría de los comercios de la capital volvió a abrir este miércoles.
Las manifestaciones habían dado pie en los primeros días a violentos enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, que dejaron al menos 300 muertos y miles de heridos, según evaluaciones de la ONU.
Las marchas habían ganado otras grandes ciudades, como Alejandría (norte) y Suez (este), ambas sometidas también al toque de queda. El miércoles llegaron reportes de violentos incidentes en El Jargo, una ciudad del sur, donde la policía dispersó el martes a balazos una protesta, matando a tres personas e hiriendo a un centenar, indicó a la AFP una fuente de los servicios de seguridad.
Al enterarse de la muerte de los manifestantes, los habitantes enfurecidos incendiaron siete edificios oficiales, entre ellos dos comisarías, un tribunal y la sede local del PND, precisó el informe.
Varios movimientos sociales para reclamar mejores condiciones de trabajo o salariales surgieron al amparo de las protestas contra Mubarak. En los últimos dos días se señalaron manifestaciones en los arsenales de Puerto Said, a la entrada del canal de Suez, y en varias empresas privadas que operan en este eje estratégico del comercio mundial.
El régimen intentó todo tipo de respuestas para contener la ola de protestas: desde la represión a las concesiones políticas, pasando por la apuesta del desgaste.
Mubarak, de 82 años, en el poder desde 1981, prometió no volver a presentarse en las elecciones de septiembre y el vicepresidente Omar Suleimán abrió un diálogo con sectores de la oposición, que abarca desde grupos de izquierda a los Hermanos Musulmanes. Pero todo eso no logró resquebrajar el frente político ni menguar la determinación de la calle, que sigue reclamando que el mandatario se vaya, ya.
Las marchas del martes fueron las más multitudinarias desde el inicio del movimiento.
Centenares de miles de personas volvieron a congregarse en la plaza Tahrir, donde aclamaron al joven activista y ejecutivo de Google Wael Ghonim, convertido en un héroe tras haber permanecido doce días detenido, con los ojos vendados, por haber participado en una marcha opositora.
La página de Ghonim en la red social Facebook, así como la del Movimiento de jóvenes del 6 de Abril, tuvieron un papel preponderante en el desencadenamiento del movimiento.
Tras el éxito de esa movilización, Estados Unidos instó a Egipto a acelerar su democratización.
El vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, urgió a Suleimán a ampliar el diálogo hacia la transición política a más grupos de la oposición y a levantar de inmediato las leyes de excepción, informó la Casa Blanca.
Pero Suleimán afirmó poco después que una precipitación en las reformas podría sumir en el "caos" al más poblado de los países árabes.
Según Suleimán, "el diálogo y la comprensión" son la "primera manera (...) de salir de la crisis pacíficamente".
La otra "sería un golpe de Estado y queremos evitar eso", advirtió.
La presencia en las protestas de los Hermanos Musulmanes -el grupo opositor más articulado- causa cierto temor en capitales occidentales sobre el riesgo de que el movimiento sea recuperado por los islamistas.
Un dirigente de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Mursi, aseguró el miércoles que el objetivo de la cofradía no es, por el momento, la toma del poder.
"Los Hermanos Musulmanes no buscan el poder. No queremos participar por el momento (...). No queremos presentar un candidato a la presidencia" en las elecciones de septiembre, afirmó.
La rebelión egipcia se inspiró de la que el mes pasado derrocó al dictador tunecino Zine El Abidine Ben Alí, que estaba en el poder desde hacía 23 años.