Al final de un laberinto de callejones superpoblados se llega a este restaurante del barrio de Chubra, donde los niños van en bicicleta y suena música electro-chaabi procedente de los altavoces de los tuk-tuks, los pequeños taxis multicolores de tres ruedas.
Llegados con sus elegantes autos, los vecinos de los barrios ricos se sientan en mesas de hierro, a veces justo debajo de la ropa que cuelga de los balcones, para saborear las chuletas de cordero, los kebabs (brochetas de cordero o de ternera) o los keftas (brochetas de carne picada), preparadas ante ellos.
Nur al Din Jevara, un joven estudiante de farmacia, ha venido con sus amigos desde su barrio residencial de las afueras. Mientras el camarero deja sobre la mesa pequeños platos de metal con tahina —una especie de crema de sésamo— ensalada y pepinillos, piden kebabs, keftas y paté.
"La limpieza del barrio no es importante", comenta divertido el estudiante de 21 años. "Lo que cuenta es la calidad de los platos. Aquí la comida es limpia y suculenta", agrega, sirviéndose unas tortas de pan egipcio recién salidas del horno.
A unos pasos de allí, un empleado de un restaurante corta la carne que acaba de echar sobre la parrilla de una gran barbacoa de carbón de leña, que despide un aroma delicioso.
Se acerca la medianoche, los clientes siguen llegando en masa y las familias esperan de pie a que alguna mesa quede libre. Yvette Adib ha venido con su marido del distinguido barrio de Heliópolis para saborear la muljía, una famosa sopa egipcia de consistencia viscosa aliñada con ajo y coriandro y servida con arroz y pollo.
"Aquí, uno siente el pulso de la vida", dice entusiasmada esta joven doctora de unos treinta años que asegura que la muljía de Kaber Sobhi es incluso mejor que la de su madre.
Los nombres, en ocasiones inquietantes, de estos restaurantes no desaniman a los hijos de buena familia: Zizo Natana (Zizo el fétido, en árabe) o Abdu Talawoss (Abdu contaminación) son conocidos por sus bocadillos.
No muy lejos de Kaber Sobhi, otro restaurante popular, llamado Bibo, atrae a familias acomodadas con sus platos a base de cordero y de verduras que se cuecen lentamente en el horno, en cazuelas de barro.
Sobre las mesas alineadas a lo largo de una calle tomada por camiones, los meseros reparten vasos de plástico llenos de "whisky". No la bebida alcohólica, sino una vinagreta a base de limón, vinagre y comino que los clientes beben a sorbos mientras comen.
Hossam Marei, un médico que ha venido junto a dos amigos, come de pie. "Vengo aquí porque no puedo pedirle a mi familia que prepare estos platos", afirma. "Ya nadie cocina en cazuela en casa", lamenta.
Al pie de los vestigios de la muralla que protegía El Cairo en tiempos del Imperio Fatimí (siglo X), Zizo Natana se jacta de servir, desde 1962, los bocadillos de salchicha y de paté más célebres de la capital.
El propietario, Hajj Zizo, puso al mal tiempo buena cara y aceptó el apodo que le puso a su restaurante el famoso actor cómico egipcio Adel Imam.
En su película "La experiencia danesa", la estrella, que interpreta el papel de un ministro, pregunta a sus hijos dónde quieren cenar, enumerando una lista de restaurantes con nombres disparatados. "Podríamos ir al de Zizo el fétido", dice. "¿Quién?", le responden sus hijos, perplejos.
Hoy en día, "es mi amigo", afirma Hajj Zizo, refiriéndose al actor. "Evidentemente, me quejé, pero mi hijo me dijo que sólo era una broma. Y llamaron para disculparse", agrega el propietario, que recibe a numerosas estrellas del cine y del fútbol.
"Por supuesto, uno puede encontrar bocadillos por todos lados. Pero aquí se sirve buena comida en un entorno histórico", afirma Ahmed Hashem, un estudiante de periodismo.
Llegados con sus elegantes autos, los vecinos de los barrios ricos se sientan en mesas de hierro, a veces justo debajo de la ropa que cuelga de los balcones, para saborear las chuletas de cordero, los kebabs (brochetas de cordero o de ternera) o los keftas (brochetas de carne picada), preparadas ante ellos.
Nur al Din Jevara, un joven estudiante de farmacia, ha venido con sus amigos desde su barrio residencial de las afueras. Mientras el camarero deja sobre la mesa pequeños platos de metal con tahina —una especie de crema de sésamo— ensalada y pepinillos, piden kebabs, keftas y paté.
"La limpieza del barrio no es importante", comenta divertido el estudiante de 21 años. "Lo que cuenta es la calidad de los platos. Aquí la comida es limpia y suculenta", agrega, sirviéndose unas tortas de pan egipcio recién salidas del horno.
A unos pasos de allí, un empleado de un restaurante corta la carne que acaba de echar sobre la parrilla de una gran barbacoa de carbón de leña, que despide un aroma delicioso.
Se acerca la medianoche, los clientes siguen llegando en masa y las familias esperan de pie a que alguna mesa quede libre. Yvette Adib ha venido con su marido del distinguido barrio de Heliópolis para saborear la muljía, una famosa sopa egipcia de consistencia viscosa aliñada con ajo y coriandro y servida con arroz y pollo.
"Aquí, uno siente el pulso de la vida", dice entusiasmada esta joven doctora de unos treinta años que asegura que la muljía de Kaber Sobhi es incluso mejor que la de su madre.
- Zizo el fétido -
Los nombres, en ocasiones inquietantes, de estos restaurantes no desaniman a los hijos de buena familia: Zizo Natana (Zizo el fétido, en árabe) o Abdu Talawoss (Abdu contaminación) son conocidos por sus bocadillos.
No muy lejos de Kaber Sobhi, otro restaurante popular, llamado Bibo, atrae a familias acomodadas con sus platos a base de cordero y de verduras que se cuecen lentamente en el horno, en cazuelas de barro.
Sobre las mesas alineadas a lo largo de una calle tomada por camiones, los meseros reparten vasos de plástico llenos de "whisky". No la bebida alcohólica, sino una vinagreta a base de limón, vinagre y comino que los clientes beben a sorbos mientras comen.
Hossam Marei, un médico que ha venido junto a dos amigos, come de pie. "Vengo aquí porque no puedo pedirle a mi familia que prepare estos platos", afirma. "Ya nadie cocina en cazuela en casa", lamenta.
Al pie de los vestigios de la muralla que protegía El Cairo en tiempos del Imperio Fatimí (siglo X), Zizo Natana se jacta de servir, desde 1962, los bocadillos de salchicha y de paté más célebres de la capital.
El propietario, Hajj Zizo, puso al mal tiempo buena cara y aceptó el apodo que le puso a su restaurante el famoso actor cómico egipcio Adel Imam.
En su película "La experiencia danesa", la estrella, que interpreta el papel de un ministro, pregunta a sus hijos dónde quieren cenar, enumerando una lista de restaurantes con nombres disparatados. "Podríamos ir al de Zizo el fétido", dice. "¿Quién?", le responden sus hijos, perplejos.
Hoy en día, "es mi amigo", afirma Hajj Zizo, refiriéndose al actor. "Evidentemente, me quejé, pero mi hijo me dijo que sólo era una broma. Y llamaron para disculparse", agrega el propietario, que recibe a numerosas estrellas del cine y del fútbol.
"Por supuesto, uno puede encontrar bocadillos por todos lados. Pero aquí se sirve buena comida en un entorno histórico", afirma Ahmed Hashem, un estudiante de periodismo.