
“Cualquier explosión (de la situación) en Siria tendrá repercusiones a escala regional y el Líbano se encuentra en una situación muy difícil”, dijo.
Según los analistas, la escalada de la violencia en Siria, que en el caso de la caída del régimen de Bashar Al Asad amenaza con desembocar en la guerra civil, podría exdenderse al vecino Líbano, en cuyo escenario político se asiste a la rivalidad entre los partidarios y detractores del régimen de Asad.
Por esta razón, según Mikati, el Líbano se muestra muy cauteloso a la hora de precisar su actitud ante el acontecer en Siria, puesto que cualquier postura puede desestabilizar “la situación fragil en nuestro país”.
En referencia a las perspectivas de desarrollo de la crisis en Siria, Mikati señaló que “hay un largo camino por delante” y rehusó comentar quién podría sustituir a Bashar Asad.
Los enfrentamientos entre los cuerpos de seguridad sirios y los manifestantes que exigen reformas desde marzo pasado ya costaron la vida a unas 1.500 personas, según el Gobierno, y a más de 2.700, según las estimaciones de la ONU. El régimen de Bashar Al Asad todavía culpa de esos disturbios a “grupos de terroristas armados” y afirma que reciben apoyo desde el extranjero.
Según los analistas, la escalada de la violencia en Siria, que en el caso de la caída del régimen de Bashar Al Asad amenaza con desembocar en la guerra civil, podría exdenderse al vecino Líbano, en cuyo escenario político se asiste a la rivalidad entre los partidarios y detractores del régimen de Asad.
Por esta razón, según Mikati, el Líbano se muestra muy cauteloso a la hora de precisar su actitud ante el acontecer en Siria, puesto que cualquier postura puede desestabilizar “la situación fragil en nuestro país”.
En referencia a las perspectivas de desarrollo de la crisis en Siria, Mikati señaló que “hay un largo camino por delante” y rehusó comentar quién podría sustituir a Bashar Asad.
Los enfrentamientos entre los cuerpos de seguridad sirios y los manifestantes que exigen reformas desde marzo pasado ya costaron la vida a unas 1.500 personas, según el Gobierno, y a más de 2.700, según las estimaciones de la ONU. El régimen de Bashar Al Asad todavía culpa de esos disturbios a “grupos de terroristas armados” y afirma que reciben apoyo desde el extranjero.