Francia, en primera línea a raíz de su presencia militar en el Sahel, lanza alarmas desde hace meses, seguida por países de la región, como Níger o Chad, que instan a una intervención extranjera.
Pero el presidente francés, François Hollande, descartó el lunes una intervención, señalando que para ello se necesitaría "un mandato claro" y "condiciones políticas" en Trípoli, lo que no es el caso.
"Francia no intervendrá en Libia, porque corresponde a la comunidad internacional asumir sus responsabilidades, y por el momento debe actuar de manera que haga posible un diálogo político, que no se ha emprendido, y que se restablezca el orden", dijo Hollande a la emisora France Inter.
Tres años después de la caída del régimen de Muamar Gadafi, el país se hunde cada día un poco más, al compás de los enfrentamientos entre milicias tribales, que se disputan el poder y el control del petróleo, y el avance de los islamistas.
"Occidente se ha concentrado en Siria e Irak, pero evidentemente Libia es una amenaza mayor, en particular para el sur de Europa", estima Richard Cochrane, analista del instituto de estudios estratégicos IHS de Londres.
Para los europeos, la onda expansiva libia tiene dos caras: los emigrantes que llegan desde las costas libias en medio del más total desorden, con su cortejo de dramas humanos en el Mediterráneo, y los santuarios yihadistas que aparecen el sur libio y amenazan todo el Sahel.
"Actualmente, 10.000 emigrantes llegan de Libia cada mes. Y en el sur, podrían ser cuestionados todos los logros de Serval", el nombre de intervención militar francesa en Malí, indica una fuente gubernamental francesa.
A ello se agrega la amenaza del grupo Estado Islámico, que instaló campos de entrenamiento en el este de Libia, aunque este fenómeno es por ahora "naciente", según el general David Rodríguez, jefe del comando del ejército estadounidense en África.
Sin embargo, nadie parece querer precipitarse para enviar aviones y helicópteros de combate a Libia, como en 2011, porque tras la caída de Gadafi, la comunidad internacional dio una imagen de impotencia y de falta de visión.
- "Iremos a Libia" -
"En vista de los actuales enfrentamientos en el país y de las tensiones regionales, una implicación de la OTAN sólo podría llevar a un desastre suplementario y a alimentar un poco más el yihadismo internacional", sostiene Günter Meyer, arabista de la universidad alemana de Maguncia, en declaraciones a Deutschlandradio.
Salvo Francia, los países europeos y Estados Unidos, cuyo embajador fue asesinado en Bengasi en 2012, se muestran poco locuaces sobre la cuestión libia, limitándose a pedir el "cese inmediato de los combates".
Argelia, actor clave de la región, se opone tajantemente a toda intervención por temor a que la amenaza islamista se repliegue hacia sus fronteras.
El problema es que no está claro qué solución política es posible en un país en el que las posiciones se radicalizan día a día y en el que cada campo espera vencer al otro militarmente.
"La solución es una unión nacional a través de los dirigentes de tribus. Se puede ser pesimista cuando se ve la situación en el terreno, pero es legítimo dar tiempo al proceso político", estima una fuente diplomática francesa.
Por el momento, la ONU trata, sin éxito, de llevar a los beligerantes a la mesa de negociaciones. Una nueva reunión de diálogo prevista el lunes fue postergada sine die.
Paralelamente, algunos países juegan su propia carta apoyando militarmente a uno u otro campo. Tal es el caso de Egipto, ya confrontado al yihadismo en el Sinaí y que asiste con gran preocupación al avance de los islamistas en el país vecino. Tal es el caso asimismo de los Emiratos Árabes y de Catar.
Francia, que está instalando una base militar en Níger cerca de la frontera libia, podría realizar algunas operaciones limitadas en el sur del país.
"En el sur de Libia, (los franceses) pueden actuar, incluso solos. Militarmente no es muy complicado" y sería "una continuación" de sus actuales operaciones en el Sahel, estima Antoine Vitkine, autor de documentales sobre Libia.