Este país, separado de Túnez por una frontera porosa, tiene dos parlamentos y gobiernos rivales. Además en los últimos años surgieron grupos armados que fueron ganando fuerza tras la caída de Muamar Gadafi en 2011.
El caos en Libia "tiene consecuencias graves para la región a largo plazo en el ámbito de la seguridad", estima Michael Nayebi-Oskoui, analista de Stratfor, una empresa consultora con sede en Texas, Estados Unidos.
"Libia ha visto llegar un flujo reducido pero continuo de combatientes de regreso de Siria", añade.
Túnez es el país de donde parten más yihadistas para Siria, Irak y Libia, con entre 2.000 y 3.000 ciudadanos en estas zonas de conflicto, según diversas estimaciones. Alrededor de 500 de ellos regresaron al país y constituyen una de las principales amenazas para la seguridad nacional.
Túnez asegura que el joven que cometió el ataque del 26 de junio contra un hotel de Port el Kantaoui (centro este), en el que murieron 38 turistas, se entrenó en Libia, al igual que los autores del atentado contra el museo del Bardo en marzo, que dejó 22 muertos. Los dos ataques fueron reivindicados por el grupo Estado Islámico (EI).
Según las autoridades tunecinas, los tres jóvenes estuvieron a finales de 2014 en Sabratha, en un campamento de Ansar al Sharia, un grupo yihadista activo en Libia.
Esta ciudad costera se encuentra a 60 km al oeste de Trípoli y a 100 km de Ras Jdir, el principal paso entre Libia y Túnez.
"Sabratha está en una región llamada Jefara, a caballo en la frontera libio-tunecina, que se caracteriza por una red de antiguas tribus nómadas que vivían de tráficos y del contrabando", explica Philip Stack, analista de Verisk Maplecroft.
El campamento de entrenamiento de Sabratha "no es necesariamente militar. Hay muchas probabilidades de que su principal objetivo sea la radicalización", añade Stack, experto en Oriente Medio y el norte de África.
Según responsables de la seguridad en Trípoli, gobernada por las autoridades no reconocidas por la comunidad internacional, cientos de combatientes extranjeros, como los tunecinos que vuelven de Irak y de Siria, entraron en Libia en los últimos meses, aprovechando el caos reinante.
Además el EI se apoderó recientemente de la ciudad de Sirte, feudo de Gadafi, a unos 500 km de Sabratha.
"El grupo encontró un terreno fértil en la ciudad después de haberse aliado con grupos armados pro-Gadafi", declaró a la AFP un responsable de Sirte que ha pedido permanecer en el anonimato.
"La ciudad podría convertirse en una nueva Faluya y una guarida para el entrenamiento de extremistas de distintos países", dijo, en referencia a una localidad iraquí cercana a Bagdad que cayó en manos de los yihadistas.
El viernes, el New York Times afirmó que un yihadista tunecino de primer plano y antiguo miembro de Al Qaida murió en junio en Libia en un ataque estadounidense. Seifala Ben Hasin, alias Abu Iyadh, había, según la misma fuente, coordinado una campaña de asesinatos y ataques.
"La situación libia representa un gran peligro para la seguridad de Túnez", estima el analista político tunecino Slaheddine Jourchi.
"Pese a las medidas de seguridad tunecinas, hay redes capaces de cruzar la frontera para traer a jóvenes a los campamentos en Libia, formarlos en el manejo de las armas que van a usar en sus ataques y llevarlos de vuelta a Túnez para recurrir a ellos llegado el momento", añade.
"Túnez no volverá a la normalidad hasta que se solucione la situación en Libia", concluye.
El caos en Libia "tiene consecuencias graves para la región a largo plazo en el ámbito de la seguridad", estima Michael Nayebi-Oskoui, analista de Stratfor, una empresa consultora con sede en Texas, Estados Unidos.
"Libia ha visto llegar un flujo reducido pero continuo de combatientes de regreso de Siria", añade.
Túnez es el país de donde parten más yihadistas para Siria, Irak y Libia, con entre 2.000 y 3.000 ciudadanos en estas zonas de conflicto, según diversas estimaciones. Alrededor de 500 de ellos regresaron al país y constituyen una de las principales amenazas para la seguridad nacional.
Túnez asegura que el joven que cometió el ataque del 26 de junio contra un hotel de Port el Kantaoui (centro este), en el que murieron 38 turistas, se entrenó en Libia, al igual que los autores del atentado contra el museo del Bardo en marzo, que dejó 22 muertos. Los dos ataques fueron reivindicados por el grupo Estado Islámico (EI).
Según las autoridades tunecinas, los tres jóvenes estuvieron a finales de 2014 en Sabratha, en un campamento de Ansar al Sharia, un grupo yihadista activo en Libia.
Esta ciudad costera se encuentra a 60 km al oeste de Trípoli y a 100 km de Ras Jdir, el principal paso entre Libia y Túnez.
"Sabratha está en una región llamada Jefara, a caballo en la frontera libio-tunecina, que se caracteriza por una red de antiguas tribus nómadas que vivían de tráficos y del contrabando", explica Philip Stack, analista de Verisk Maplecroft.
- 'Terreno fértil' -
El campamento de entrenamiento de Sabratha "no es necesariamente militar. Hay muchas probabilidades de que su principal objetivo sea la radicalización", añade Stack, experto en Oriente Medio y el norte de África.
Según responsables de la seguridad en Trípoli, gobernada por las autoridades no reconocidas por la comunidad internacional, cientos de combatientes extranjeros, como los tunecinos que vuelven de Irak y de Siria, entraron en Libia en los últimos meses, aprovechando el caos reinante.
Además el EI se apoderó recientemente de la ciudad de Sirte, feudo de Gadafi, a unos 500 km de Sabratha.
"El grupo encontró un terreno fértil en la ciudad después de haberse aliado con grupos armados pro-Gadafi", declaró a la AFP un responsable de Sirte que ha pedido permanecer en el anonimato.
"La ciudad podría convertirse en una nueva Faluya y una guarida para el entrenamiento de extremistas de distintos países", dijo, en referencia a una localidad iraquí cercana a Bagdad que cayó en manos de los yihadistas.
El viernes, el New York Times afirmó que un yihadista tunecino de primer plano y antiguo miembro de Al Qaida murió en junio en Libia en un ataque estadounidense. Seifala Ben Hasin, alias Abu Iyadh, había, según la misma fuente, coordinado una campaña de asesinatos y ataques.
"La situación libia representa un gran peligro para la seguridad de Túnez", estima el analista político tunecino Slaheddine Jourchi.
"Pese a las medidas de seguridad tunecinas, hay redes capaces de cruzar la frontera para traer a jóvenes a los campamentos en Libia, formarlos en el manejo de las armas que van a usar en sus ataques y llevarlos de vuelta a Túnez para recurrir a ellos llegado el momento", añade.
"Túnez no volverá a la normalidad hasta que se solucione la situación en Libia", concluye.